Capítulo 2

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Mucho antes de partir a la mañana siguiente, resultó obvio que el regente había escogido a los peores hombres que encontró para marchar con su sobrino. Asimismo, fue evidente que estaban apostados en Chastillon para ocultar a la corte su pésima calidad. Ni siquiera eran soldados adiestrados, sino mercenarios y guerreros de segunda o tercera clase en su mayoría.

Con gentuza como esta, la cara bonita de KyungSoo le estaba haciendo un flaco favor. JongIn oyó un montón de calumnias e insinuaciones maliciosas antes siquiera de ensillar su caballo. No era de extrañar que Inwoo se hubiese enfadado; hasta a JongIn, que no tenía nada en contra de que los hombres difamasen a KyungSoo, le molestaba. Era irrespetuoso hablar así de un comandante. «Este lo que necesita es una buena polla para relajarse», oyó. JongIn tiró con demasiada fuerza de la cincha del caballo.

Tal vez no estaba de humor. La noche anterior había sido rara. Estuvo sentado delante de un mapa frente a KyungSoo, respondiendo preguntas.

El fuego ardía débilmente en la chimenea, las brasas estaban calientes. «Me dijiste que conocías la zona», le recordó KyungSoo, y JongIn encaró una noche en la que proporcionó datos tácticos a un enemigo al que quizá se enfrentaría algún día, país contra país, rey contra rey.

Y ese era el mejor resultado posible: partía de la base de que KyungSoo derrotaría a su tío y JongIn volvería a Akielos a reclamar su trono.

—¿Tienes alguna objeción? —le preguntó KyungSoo.

JongIn inspiró hondo. Un KyungSoo fuerte significaba un regente debilitado, y si Vere estaba distraída con una riña familiar por la sucesión, Akielos saldría beneficiada.

Empezó a hablar lentamente.

Conversaron sobre el terreno en la frontera y de la ruta que tomarían para llegar hasta allí. No cabalgarían en línea recta hacia el sur. En su lugar, harían una expedición de dos semanas rumbo al sudoeste por las provincias verecianas de Varenne y Alier, un trayecto que circundaría la frontera montañosa vaskiana. Era un desvío del camino directo que había planeado el regente, y KyungSoo ya había enviado jinetes para avisar a las fortalezas. JongIn pensó que el príncipe estaba ganando tiempo prorrogando la salida lo máximo posible.

Hablaron de los aspectos positivos de las defensas de Ravenel en comparación con las de Fortaine. No parecía que KyungSoo tuviese sueño. No miró la cama ni una sola vez.

A medida que transcurría la noche, KyungSoo cambió su actitud circunspecta por una postura tranquila y jovial: se llevó la rodilla al pecho y la rodeó con el brazo. La mirada de JongIn se vio atraída por la disposición relajada de los miembros del vereciano: la muñeca en equilibrio sobre la rodilla, los huesos largos y las delicadas articulaciones. Percibía una tensión latente pero en aumento. Tenía la sensación de que estaba esperando... esperando a que ocurriese algo, sin saber a ciencia cierta qué. Era como estar solo en un foso con una serpiente: la serpiente podía relajarse; él no.

Más o menos una hora antes del amanecer, KyungSoo se levantó.

—Hemos terminado por esta noche —se limitó a decir. Luego, para sorpresa de JongIn, fue a encargarse de los preparativos de la mañana. Le comunicaron con acritud que lo llamarían cuando fuese necesario.

El gobernador del castillo lo reclamó horas después. JongIn aprovechó para echar una cabezadita. Se retiró a su catre y cerró los ojos. La próxima vez que vio a KyungSoo estaba en el patio, cambiado y con la armadura puesta. Parecía sereno y listo para montar. Si el príncipe había dormido, no había sido en la cama del regente.

Hubo menos retrasos de los que JongIn esperaba. La llegada de KyungSoo antes del alba, con sus comentarios malintencionados e hirientes, agudizados por una noche en blanco, bastó para sacar a los hombres del regente de la cama y que formasen algo parecido a filas.

Príncipe | KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora