—Pero si eso es cierto... —comenzó a decir JongIn.
Era cierto; y de algún modo no era ni siquiera una sorpresa, sino una verdad que había crecido durante algún tiempo en los bordes de su conciencia y que ahora veía con detalle. Pensó: dos tronos por el precio de algunas espadas contratadas y una dosis de droga del placer. Recordó a Nicaise, en el pasillo con sus enormes ojos azules y vestido con ropa de cama.
—No podéis ir a Delfeur —dijo JongIn—. Es una trampa mortal.
En el momento en que lo dijo, comprendió que KyungSoo siempre lo había sabido. Recordó al príncipe evitando repetidas veces el deber en la frontera.
—Perdóname si no tomo el consejo táctico de un esclavo pocos momentos después de ser arrastrado de vuelta a palacio tras haber intentado fugarse.
—No podéis ir. No es solo cuestión de permanecer vivo. Renunciaréis al trono en el momento en que pongáis los pies fuera de la ciudad. Vuestro tío controlará la capital. Ya ha... —Al recordar las acciones del regente, JongIn vio la serie de movimientos que habían llevado a aquel momento, cada uno ejecutado con precisión y con gran anticipación—. Ya ha cortado vuestra línea de suministro al quitaros Varenne y Marche. No tenéis ni dinero ni tropas.
Entonces, cayó en la cuenta. Ahora estaba claro por qué KyungSoo se había esforzado por exonerar a su esclavo y ocultar el ataque. Si se declaraba la guerra, la esperanza de vida del príncipe sería incluso más corta de lo que sería en Delfeur. Cabalgar hasta la frontera con una compañía de hombres de su tío era una locura.
—¿Por qué lo hacéis? ¿Es un movimiento forzado? ¿No se os ocurre una forma de negaros a ir? —JongIn examinó el rostro de KyungSoo—. ¿Vuestra reputación es tan terrible que creéis que el Consejo pondrá a vuestro tío en el trono a menos que demostréis vuestra valía en la frontera?
—No sigas, pues no te lo permitiré —contestó KyungSoo.
—Llevadme con vos a Delfeur.
—No.
—Akielos es mi país. ¿Creéis que quiero que sea invadido por las tropas de vuestro tío? Haré todo lo que esté a mi alcance para evitar la guerra. Llevadme con vos. Necesitaréis a alguien en quien confiar.
Casi se estremeció al pronunciar esas últimas palabras y se arrepintió de inmediato. KyungSoo le había pedido confianza la noche anterior, y JongIn prácticamente le había escupido en la cara. Recibiría el mismo trato.
KyungSoo solo le ofreció una mirada vaga y curiosa.
—¿Por qué iba a necesitar eso?
JongIn lo miró fijamente, de repente consciente de que si preguntaba «¿Creéis que podéis lidiar con intentos de asesinato, el mando de las tropas y con los trucos y trampas de vuestro tío vos solo?», la respuesta sería sí.
—Habría imaginado —dijo KyungSoo— que a un soldado como tú le haría muy feliz ver a SeHun destronado, después de todo lo que te ha hecho. ¿Por qué no mostrar tu apoyo a la regencia contra él, y contra mí? Estoy seguro de que mi tío te abordó para que espiaras para él y que la oferta que te hizo era generosa.
—Sí. —JongIn se acordó del banquete—. Me pidió que me acostase con vos y que se lo contase después. —Entonces, añadió con franqueza—: No con esas palabras.
—¿Y tu respuesta cuál fue?
Eso lo irritó injustificadamente.
—Si me hubiese acostado con vos, lo sabríais.
Se hizo una pausa peligrosa y KyungSoo entrecerró los ojos. Al cabo de unos instantes, respondió:
—Sí. La forma en que agarraste a tu compañero y le abriste a la fuerza las piernas no se me va de la memoria.