El extraño momento de afecto de tío y sobrino terminó la reunión y el regente y el Consejo abandonaron la sala. KyungSoo permaneció allí y se levantó del suelo mientras observaba a su tío y a los consejeros retirarse. Haknyeon, que había hecho una reverencia después de liberar a JongIn de sus ataduras, también se había marchado. Estaban solos.
JongIn se levantó sin pensar. Recordó después de uno o dos segundos que debía esperar algún tipo de orden de KyungSoo, pero ya era demasiado tarde. Estaba de pie, y las palabras salieron de su boca.
—Habéis mentido a vuestro tío para protegerme —dijo.
Había casi dos metros de alfombra tapizada entre ellos. Él no tuvo la intención de decir lo que el tono de su voz indicaba. O tal vez sí. Los ojos de KyungSoo se estrecharon.
—¿He ofendido una vez más tus elevados principios? Tal vez puedas sugerir una tregua más respetable. Me parece recordar que te dije que no te fueses.
JongIn oía, en la distancia, la sorpresa que reflejaba su propia voz.
—No entiendo por qué habéis hecho esto para ayudarme, cuando decir la verdad os habría servido mucho mejor.
—Si no te importa, creo que he oído demasiadas cosas sobre mi carácter esta noche. ¿O voy a tener que digladiar contigo también? Lo haré si debo.
—No, no quería decir...
¿Qué quería decir? Sabía lo que tenía que decir: debía darle las gracias por haberlo rescatado. Había estado muy cerca de escapar. La única razón por la que había sido descubierto era por HyunJun, que no sería su enemigo si no fuera por KyungSoo. Decir gracias significaría agradecerle haber sido arrastrado de vuelta a las cadenas y ataduras de aquella jaula que era el palacio. De nuevo.
Aun así, de manera inequívoca, KyungSoo le había salvado la vida. El príncipe y su tío eran prácticamente iguales el uno al otro cuando se trataba de brutalidad verbal sin derramar sangre. Simplemente escucharlos había agotado a JongIn. Se preguntó exactamente cuánto tiempo había resistido KyungSoo antes de que lo llevaran allí.
«No puedo protegerte en mi estado», había dicho KyungSoo. JongIn no había pensado en a qué protección se refería, pero jamás habría imaginado que KyungSoo entraría en la arena para defenderlo... Y que permanecería allí.
—Quería decir... que os agradez...
KyungSoo lo interrumpió.
—No hay nada más entre nosotros, sin duda no agradecimientos. No esperes bondades futuras de mi parte. Nuestra deuda está pagada.
Pero el leve ceño fruncido con que KyungSoo observaba a JongIn no era del todo hostil; lo acompañaba una larga mirada curiosa. Al cabo de un momento, añadió:
—Hablaba en serio cuando te he dicho que no me gustaba sentirme en deuda contigo. —Y, luego, dijo—: Tenías muchas menos razones para ayudarme que yo para ayudarte.
—Eso sin duda es cierto.
—No tienes pelos en la lengua, ¿eh? —preguntó el príncipe, todavía con el ceño fruncido—. Un hombre más astuto se habría quedado y beneficiado fomentando el sentimiento de obligación y culpa en su amo.
—No sabía que teníais sentimiento de culpa —respondió JongIn, sin rodeos.
KyungSoo esbozó una ligera media sonrisa. Se apartó unos pasos de JongIn, tocando el trabajado brazo del trono con la punta de los dedos. Y, luego, se sentó en una postura relajada y poco elegante.
—Bueno, anímate. Me iré a Delfeur y nos libraremos el uno del otro.
—¿Por qué la idea de servir en la frontera os incomoda tanto?