EXTRA 1: el entrenamiento de Jisung

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La mañana en que despertó y sintió las sábanas pegajosas debajo de él, Jisung no entendió al principio lo que había sucedido. El sueño se desvaneció lentamente y dejó una sensación de calor. Se movió, somnoliento. Tenía los miembros pesados a causa de un placer persistente. El tacto de la cómoda cama contra su piel era agradable.

Fue Pylaeus quien tiró de las sábanas y vio las señales. Envió a Delos a tocar la campana y un chico de recados al palacio. Las plantas de los pies del muchacho brillaban sobre el mármol.

Jisung se levantó, agachó y arrodilló, con la frente apoyada contra la piedra. No se atrevía a creer, pero su pecho se llenó de esperanza. Era plenamente consciente de que estaban retirando las sábanas de la cama, envolviéndolas con mucho cuidado y atándolas con una cinta de hilo dorado para indicar qué había pasado. Por fin, sí; por fin.

«No se puede apresurar al cuerpo», le había dicho el viejo Pylaeus una vez, con simpatía. Jisung se sonrojó al pensar que quizá su rostro había reflejado su anhelo; sin embargo, todas las noches lo había deseado, había ansiado que llegara antes de que saliera el sol y fuera un día más viejo. El anhelo había adquirido en esos últimos días una nueva cualidad, una nota física que sonaba por su cuerpo como el temblor de una cuerda al tocarla.

La campana comenzó a repiquetear a través de los jardines de Nereus mientras Delos tiraba de la cuerda. Jisung se levantó, con el pecho invadido por los latidos de su corazón, para seguir a Pylaeus a los baños. Se sentía liviano y muy alto. Era mayor para tomar las sedas de entrenamiento. Tenía tres años más que el mayor, a pesar de todos sus fervientes deseos de que su cuerpo ofreciera lo necesario para mostrar que estaba listo.

En los baños, los chorros de vapor se encendieron y el aire adquirió un cariz pesado. Se mojó primero, luego lo acostaron sobre el mármol blanco, y su piel se vaporizó hasta que pareció palpitar con los perfumes del ambiente. Estaba acostado en una postura sumisa, con las muñecas cruzadas encima de la cabeza, algo que había practicado solo en su propia habitación algunas noches, como si al practicar pudiera hacer que ese momento llegara. Sus extremidades se volvieron maleables sobre la piedra lisa debajo de él.

Había imaginado cómo sería. Al inicio, con impaciencia y, después, con dulzura. Luego, con el paso de los años, con dolor. Había imaginado que se tumbaría, inmóvil, para recibir los cuidados, que permanecería completamente quieto. Cómo, al final de los rituales del día, le atarían las cintas doradas de las sábanas alrededor de las muñecas y que estaría dispuesto de esa forma en la litera acolchada. Los lazos de la cinta eran tan finos que una única respiración podía hacer que el nudo se soltase, y debía permanecer inmóvil mientras la litera era llevada fuera de las puertas para comenzar su entrenamiento en palacio. También había practicado eso. Mantuvo las muñecas y los tobillos juntos con firmeza.

Salió de los baños aturdido por el calor y dócil, de modo que cuando se arrodilló en la posición ritual, pareció natural; tenía las extremidades maleables y dispuestas. Nereus, el propietario de los jardines, extendió las sábanas, y todos admiraron las manchas. Los chicos más jóvenes se reunieron en corro y, mientras se arrodillaba, lo tocaron y lo homenajearon, le dieron besos en la mejilla, le colocaron una guirnalda de bellas de día en el cuello y flores de camomila tras la oreja.

Al imaginárselo, Jisung no había pensado que sentiría tanto cariño por cada momento: la pequeña oferta tímida de flores de Delos, la voz trémula del viejo Pylaeus al pronunciar las palabras rituales... El hecho de partir hacía que todo fuera de pronto muy preciado. Un sentimiento lo invadió: no quería quedarse donde estaba arrodillado, sino levantarse y dar a Delos un fuerte abrazo de despedida. Correr al cuarto estrecho que dejaría atrás para siempre, despedirse de la cama vacía, las pequeñas reliquias que también debía abandonar, el ramo de capullos de magnolia en la maceta del alféizar.

Príncipe | KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora