Capítulo especial: diecinueve y medio

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JongIn estaba pletórico. Irradiaba felicidad por todo su cuerpo, pesado y satisfecho. Era consciente de KyungSoo, que se deslizaba fuera de la cama. Aunque estaba somnoliento, sentía su cercanía.

Cuando oyó a KyungSoo moverse por la habitación, se giró, desnudo, para disfrutar un momento mientras lo observaba. Sin embargo, KyungSoo había desaparecido por el arco y había entrado en una de las habitaciones a las que conducía el cuarto.

Estaba conforme con la espera. Sus miembros desnudos sobre las pesadas sábanas, las esposas y el collar dorados de esclavo eran sus únicos adornos. Sintió la cálida, maravillosa y descabellada realidad de su situación. Esclavo de alcoba. Cerró los ojos, volvió a sentir esa primera y larga embestida dentro de KyungSoo y oyó el primer gemido débil que este había emitido.

Como eran una molestia, tiró de los cordones de su camisa, que se había quedado debajo de él; luego, hizo un ovillo con ella y la usó, sin pensarlo mucho, para limpiarse. La lanzó fuera de la cama. Cuando levantó la mirada, KyungSoo había reaparecido por el arco de la habitación.

Se había puesto su camisa blanca de nuevo, pero no llevaba nada más. La debía de cogido del suelo. JongIn tenía un medio recuerdo muy placentero de arrancarla de sus muñecas, donde se había enredado. La camisa le llegaba hasta la parte superior de los muslos y la fina tela blanca se amoldaba a su cuerpo. Había algo espléndido en verlo así, medio encorsetado, vestido solo en parte. JongIn apoyó la cabeza en una mano y lo observó acercarse.

—Te he traído una toalla, pero veo que has improvisado —dijo KyungSoo mientras se servía una copa de agua, que colocó en el banco junto a la cama.

—Volved a la cama —le pidió JongIn.

—Yo... —dijo KyungSoo, y se detuvo. JongIn le había cogido la mano y había entrelazado los largos dedos con los suyos. KyungSoo le miró los brazos.

A JongIn le sorprendía sentirse así, como si cada latido fuese el primero y KyungSoo se hubiera transformado ante él.

KyungSoo había recuperado tanto su camisa como una versión titubeante de su habitual frialdad. Sin embargo, no se había vuelto a poner la ropa, no había reaparecido con su chaqueta de cuello alto y sus botas brillantes como podría haber hecho. Estaba allí, dudando, al borde de la incertidumbre. JongIn tiró de su mano.

KyungSoo se medio resistió al tirón, y terminó con una rodilla en la seda y una mano apoyada torpemente en el hombro de JongIn, quien observó el dorado de su cabello y la caída de su camisa lejos de su cuerpo. Las extremidades de KyungSoo estaban un poco rígidas, más aún cuando se movió para recuperar el equilibrio, incómodo, como si no supiera qué hacer. Tenía la actitud de un joven formal al que habían persuadido para pelear como un muchacho por primera vez y se encontraba tirado sobre su oponente en el serrín. Apretaba la toalla con el puño contra la cama.

—Te tomas demasiadas libertades.

—Volved a la cama, alteza.

Al decir eso, se ganó una mirada larga y fría. JongIn se sintió eufórico por su osadía. Miró de reojo la toalla.

—¿En serio la habéis traído para mí?

Tardó un poco en responder.

—Pensé... en limpiarte.

La dulzura de sus palabras fue sorprendente. El corazón le dio un pequeño vuelco al darse cuenta de que KyungSoo lo decía de verdad. Estaba acostumbrado a las atenciones de esclavos, pero era un lujo más allá de cualquier sueño sibarita tener a KyungSoo haciendo esto. Su boca se curvó por la imposibilidad.

—¿Qué?

—Así que así es como sois en la cama —comentó JongIn.

—¿Cómo? —dijo KyungSoo, rígido.

Príncipe | KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora