—Bueno... —JongIn escuchó a Dong Hoon decir a Sangyeon—..., ¿cómo es que un aristócrata te la chupe?
Era la noche tras el derrumbamiento en Nesson y estaban a un día de camino al sur. Habían partido temprano, tras evaluar los daños y reparar los carros. JongIn estaba sentado con varios hombres, tumbado cerca de una de las hogueras, disfrutando de un momento de descanso. Inwoo, cuya llegada había suscitado la pregunta de Dong Hoon, se sentó al lado de Sangyeon, que lanzó una mirada a Dong Hoon.
—Fantástico —dijo.
«Bien por ti», pensó JongIn. En la boca de Sangyeon apareció un amago de sonrisa, pero alzó la copa y bebió sin decir nada.
—¿Cómo es que un príncipe te la chupe? —preguntó Inwo, y JongIn vio que la atención de todos recaía en él.
—No nos acostamos —dijo JongIn con crudeza deliberada.
Quizá era la enésima vez que lo decía desde que se había unido a la tropa de KyungSoo. Habló con firmeza con la intención de terminar la conversación. Pero, evidentemente, sus palabras no tuvieron el efecto deseado.
—Me encantaría metérsela en la boca —dijo Dong Hoon—. Después de todo el día dando órdenes, por la noche habría que callarlo.
Sangyeon gruñó.
—Te miraría y te mearías encima.
—Sí. Yo no me empalmaría. Cuando ves a una pantera abriendo la boca, no te sacas la polla —convino Howon.
Ese era el consenso, aunque todavía quedaba una polémica.
—Si es frígido y no folla, no sería nada divertido. Un virgen con hielo en las venas es el peor polvo que puedes echar.
—Eso es que nunca te has cepillado a uno. Los que son más fríos por fuera son los más calientes por dentro.
—Tú hace más tiempo que le sirves —le dijo Inwoo a Sangyeon—. ¿De verdad nunca ha tenido un amante? Debe de haber tenido pretendientes. Seguro que alguno se chivaría.
—¿Quieres cotilleos de la corte? —preguntó Sangyeon, vacilante.
—Vine al norte a principios de año. Antes de eso, viví en Fortaine toda mi vida. Allí no nos enteramos de nada, excepto de ataques, reparaciones de murallas y cuántos hijos están teniendo mis hermanos. —Ese era su modo de decir sí.
—Tuvo pretendientes —contestó Sangyeon—. Pero ninguno consiguió llevarlo a la cama. No porque no lo intentasen. ¿Creéis que es guapo ahora? Deberíais de haberle visto con quince años. El doble de guapo que Nicaise, y diez veces más inteligente. Tratar de seducirle era un juego en el que todos participaban. Si alguien lo hubiese conseguido, habría presumido de eso, no se lo habría callado.
Dong Hoon emitió un sonido de incredulidad.
—En serio —le dijo a JongIn—, ¿quién se pone encima: tú o él?
—Que no follan —contestó Howon—. Si el príncipe le despellejó la espalda solo por meterle mano en los baños, ¿verdad?
—Verdad —confirmó JongIn. Entonces, se levantó y los dejó con la hoguera.
La compañía pasaba por su mejor momento después de Nesson. Habían arreglado los caros, JunMyeon había curado los cortes y KyungSoo no había sido aplastado por una roca. Es más: el ambiente de la noche anterior se había prolongado durante el día; la adversidad había unido a esos hombres. Incluso Inwoo y Dong Hoon parecían llevarse bien. En cierto modo.
Nadie mencionó a Haknyeon, ni siquiera Sangyeon y Howon, que habían sido sus amigos.
Las piezas estaban colocadas. Llegarían a la frontera intactos. Allí tendría lugar un ataque, una batalla, del mismo modo que había ocurrido en Nesson, pero probablemente de una magnitud mayor y peor. Puede que KyungSoo sobreviviera o no, y después JongIn se libraría de su compromiso y regresaría a Akielos.