⚠️escena sexual⚠️
Era raro que solo pudiese pensar en su padre.
Estaba en sus aposentos, sentado en el filo de la cama, con los codos apoyados en las rodillas y se restregaba los ojos con la base de las manos.
KyungSoo se había girado y lo había visto por entre las rejas; eso era lo último de lo que había sido plenamente consciente. Retrocedió un paso, luego otro y, después, se volvió y subió las escaleras a empujones, rumbo a los cuarteles. Lo veía todo borroso. Nadie lo había molestado desde entonces.
Necesitaba estar en silencio y a solas y disponer de tiempo para pensar, pero no lo lograba; el martilleo que resonaba en su cabeza era demasiado fuerte y los sentimientos que anidaban en su pecho estaban hechos una maraña.
Puede que tuviese un hijo, y solo podía pensar en su padre.
Era como si se hubiera roto una membrana protectora y todas las emociones que había reprimido quedasen a la vista tras esa grieta. No le quedaba nada más por contener, solo la terrible e intensa sensación que le provocaba el hecho de que le negasen una familia.
El último día que pasó en Ios, estaba de rodillas mientras su padre le acariciaba el cabello con esfuerzo. Por aquel entonces era demasiado ingenuo y estúpido como para darse cuenta de que la enfermedad de su padre en realidad se trataba de un asesinato. El olor a sebo y a incienso y la respiración forzada de su padre creaban una mezcla densa. Las palabras de su progenitor estaban hechas de aliento, no había ni rastro de su voz grave.
«Di a los médicos que me pondré bien», le había dicho su padre. «Deseo ser testigo de todos los logros de mi hijo cuando suba al trono».
Solo había conocido a uno de sus progenitores. Para él, su padre era un conjunto de ideales, un hombre al que admiraba, al que se esforzaba por complacer, una figura ejemplar con la que se comparaba. Desde su muerte, no se había permitido pensar en nada ni sentir nada que no fuera la certeza de que regresaría, de que vería su hogar de nuevo y recuperaría su trono.
Se sentía como si estuviera ante su padre y este le atusase el pelo, algo que jamás volvería a hacer. Siempre había querido que estuviera orgulloso de él, pero le había acabado fallando.
Hubo un ruido en la entrada. Alzó la vista y vio a KyungSoo.
JongIn respiró entrecortadamente. El príncipe entró y cerró la puerta. Tendría que lidiar también con eso. Trató de recomponerse.
Entonces, KyungSoo dijo:
—No. No he venido a... He venido y punto.
De pronto, reparó en que la habitación estaba a oscuras, pues había anochecido y nadie había acudido a encender las velas. Debía de llevar horas ahí dentro. Alguien no había dejado entrar a los criados. Ni a nadie. Alguien había hecho que tanto los generales como los nobles y las personas que tenían asuntos pendientes con el rey se fuesen por donde habían venido. Cayó en la cuenta de que había sido KyungSoo quien había procurado que estuviese solo. Y su gente, al temer al fiero y desconocido forastero, había obedecido las órdenes del príncipe y no había entrado. Se sentía estúpido y profundamente agradecido.
Miró a KyungSoo con la intención de decirle cuánto significaba eso para él, aunque, dado el estado en el que se encontraba, tardaría un rato en ser capaz de hablar.
Antes de que pudiera decir algo, notó los dedos de KyungSoo en la nuca; el contacto lo tomó desprevenido en medio de la vorágine que sentía mientras el vereciano se limitaba a atraerlo hacia sí. Al venir de él, fue un abrazo torpe, amable, inusitado y frío, pues era evidente que le faltaba experiencia.