Al principio, JongIn no se percató de lo que era, pero vio la reacción de KyungSoo, que frenó el caballo y se acercó a Sangyeon con un movimiento suave.
—Lleva a los hombres de vuelta —comentó el príncipe—. Hemos terminado por hoy. El esclavo se queda conmigo.
Echó un vistazo a JongIn.
Estaba anocheciendo. Las maniobras los alejaron de la fortaleza de Nesson durante el día, de modo que avistaron una ciudad, situada en una colina, próxima a Nesson-Eloy. Había un buen tramo desde donde estaban las tropas hasta el campamento, por las laderas irregulares cubiertas de hierba, con sus partes de granito de vez en cuando. Aun así, era pronto para detenerse por hoy.
Los hombres dieron media vuelta tras la orden de Sangyeon. Parecían un conjunto íntegro, una única unidad funcional, en vez de un grupo desordenado compuesto por piezas dispares. Ahí estaba el resultado de dos semanas de arduo trabajo. La sensación de éxito se mezclaba con la certeza de lo que estas tropas podrían ser si dispusieran de más tiempo o de mejores luchadores. JongIn llevó su caballo junto a KyungSoo.
A esas alturas, ya lo había visto con sus propios ojos: había un caballo sin jinete al otro lado del frondoso bosque.
Examinó el resto del terreno más cercano con una mirada tensa. Nada. No se relajó. Al ver el caballo sin jinete a lo lejos, su primer impulso no fue separar a KyungSoo de las tropas, sino lo contrario.
—Quédate cerca —dijo KyungSoo mientras cogía a su caballo para investigar, lo que no le dejó más opción que seguirlo.
KyungSoo volvió a frenar al animal cuando estuvieron lo bastante cerca para ver el caballo con claridad. No le asustó su acercamiento; el animal continuó pastando tranquilamente. Estaba acostumbrado a la compañía de hombres y caballos. En concreto, estaba acostumbrado a la compañía de esos hombres y esos caballos.
En dos semanas, había perdido la silla y las riendas, pero el caballo llevaba el distintivo del príncipe.
De hecho, JongIn no solo reconoció el emblema, sino el caballo, un pío inusual. KyungSoo había enviado a un mensajero a galope en aquel caballo la mañana de su duelo con HyunJun —antes de su duelo con HyunJun—. Aquel no era uno de los caballos que había enviado a Arles para informar al regente de la expulsión de HyunJun. Aquello era otra cosa.
Pero de eso hacía casi dos semanas y el mensajero había salido de Bailleux, no de Nesson.
JongIn sintió un nudo desagradable en el estómago. Un caballo castrado valía fácilmente doscientas leyes de plata. Todos los habitantes entre Bailleux y Nesson estarían detrás de él, o bien para devolverlo a cambio de una recompensa, o para poner su propia enseña encima de la de KyungSoo. Era difícil creer que, después de dos semanas, hubiese vuelto al ejército ileso.
—Alguien quiere que sepáis que vuestro mensajero no llegó —afirmó JongIn.
—Coge el caballo —dijo KyungSoo—. Vuelve al campamento y dile a Sangyeon que me reuniré con las tropas mañana por la mañana.
—¿Cómo? —preguntó JongIn—. Pero...
—Tengo que ocuparme de un asunto en la ciudad.
Instintivamente, JongIn movió el caballo para bloquearle el paso.
—No. La manera más fácil que tiene vuestro tío de librarse de vos es separándoos de vuestros hombres, y lo sabéis. No podéis ir a la ciudad solo; estáis corriendo peligro simplemente por estar aquí. Tenemos que volver a unirnos a los hombres. Ahora.
KyungSoo miró a su alrededor.
—Este es el peor terreno para una emboscada.
—Pero lo ciudad no —aclaró JongIn. Por si acaso, agarró la brida del caballo de KyungSoo—. Considerad las alternativas. ¿Podéis confiarle la tarea a alguien?