Capítulo 12

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JongIn contó la historia de Jong-gil de manera resumida y sin adornos. Cuando terminó, KyungSoo añadió con un tono impasible:

—Por desgracia, la palabra de un akielense muerto no vale nada.

—Vos sabíais antes de enviarme a interrogarle que sus respuestas llevarían a la falda de las montañas. Estos ataques fueron calculados para coincidir con vuestra llegada. Os están alejando de Ravenel.

KyungSoo le dedicó a JongIn una mirada larga y pensativa y, al fin, le respondió.

—Sí, el cerco se está estrechando y no se puede hacer nada al respecto.

Fuera de la tienda de KyungSoo, la lúgubre limpieza continuaba. Cuando se dirigía a ensillar los caballos, JongIn se encontró con Inwoo arrastrando la lona de una tienda que pesaba demasiado para él.

JongIn observó el rostro cansado de Inwoo y su polvorienta vestimenta. Distaba mucho de los lujos con los que había nacido. Se preguntó por primera vez cómo sería para Inwoo aliarse contra su propio padre.

—¿Te marchas del campamento? —preguntó Inwoo, mirando los paquetes que llevaba JongIn—. ¿Adónde?

—Si te lo dijera, no me creerías.

Era una situación en que la cantidad no servía de nada, solo la velocidad, la discreción y el conocimiento del territorio. Si ibas a espiar en busca de una fuerza de ataque en las montañas, no querías que el golpeteo de cascos ni el brillo de yelmos bruñidos anunciase tu propósito.

La última vez que KyungSoo había decidido separarse de la compañía, JongIn se había opuesto. «La manera más fácil que tiene vuestro tío de librarse de vos es separándoos de vuestros hombres, y lo sabéis», le había dicho en Nesson. Esa vez, no expuso ninguno de sus argumentos, pese a que el príncipe propusiese cruzar una de las regiones más protegidas de la frontera.

La ruta por la que irían les llevaría un día a caballo hacia el sur y, después, hacia las montañas. Buscarían cualquier indicio de un campamento. Si no lo conseguían, intentarían encontrarse con los clanes locales. Tenían dos días.

Había pasado una hora. Varios kilómetros se interponían entre ellos y los demás hombres de KyungSoo, que en ese momento tiró de una rienda y dio una vueltecita con su caballo alrededor de JongIn. Lo observaba como si esperase que hiciese algo.

—¿Creéis que voy a venderos a la primera compañía akielense que nos encontremos? —preguntó JongIn.

—Soy un jinete bastante bueno.

JongIn miró la distancia que había entre su caballo y el de KyungSoo: unos tres cuerpos. No era una gran ventaja. Ahora estaban rodeándose el uno al otro.

Estaba preparado para cuando KyungSoo espoleó el caballo. El suelo se desdibujó y hubo un momento que pasó en un abrir y cerrar de ojos de lo rápido que iban.

No podían mantener el ritmo: solo tenían dos caballos, y la primera pendiente tenía unos cuantos árboles, de modo que desviarse era vital, y un galope o un medio galope rápido no eran posibles. Aminoraron y encontraron sendas cubiertas de hojas. Era media tarde, el sol brillaba en lo alto del cielo y la luz se derramaba entre los árboles altos, moteaba el suelo y daba brillo a las hojas. JongIn únicamente había recorrido a caballo el campo en grupo, y ahora eran solo dos hombres con una misión.

Se sentía bien con KyungSoo cabalgando despreocupadamente delante de él. Era una sensación agradable cabalgar sabiendo que el resultado de aquello dependía de sus acciones, y que no lo habían delegado en otra persona. Sabía que los señores de la frontera tomarían medidas y hallarían un medio para negar o ignorar cualquier prueba que no encajase con sus planes. Pero él estaba allí para seguir el hilo de la trama de Breteau hasta su conclusión. Estaba allí para descubrir la verdad. Esa idea le causaba satisfacción.

Príncipe | KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora