El bullicio de Barcelona vibraba bajo el sol del mediodía, reflejando la energía y el ritmo frenético de la ciudad. Sin embargo, en el corazón del hogar de Alexia y Elena, la atmósfera era de una calma tensa. A pesar de vivir juntas, los últimos meses habían sido una prueba constante para su relación, marcada por los compromisos profesionales y la falta de tiempo para estar juntas.Alexia, como jugadora y aspirante a entrenadora, tenía un calendario lleno de entrenamientos, partidos y estudios. Su jornada comenzaba antes del amanecer y terminaba bien entrada la noche, dejándola exhausta y con poco tiempo para cualquier otra cosa. Elena, por su parte, dividía su tiempo entre su exigente trabajo en el hospital y su renovada pasión por la pintura, que la llevaba a participar en numerosas exposiciones y eventos artísticos.
Cada mañana, Alexia se levantaba temprano, a menudo antes de que el sol despuntara. Se deslizaba fuera de la cama con cuidado para no despertar a Elena, quien normalmente dormía profundamente a su lado. Estos momentos de la mañana eran solitarios, llenos del silencio de una casa que aún no había despertado. Alexia se preparaba para el día con una rutina precisa: una ducha rápida, un desayuno ligero y luego el viaje al campo de entrenamiento.
A pesar de que amaba su carrera y la oportunidad de convertirse en entrenadora, Alexia no podía evitar sentir una punzada de soledad. Los entrenamientos eran intensos y demandantes, y aunque disfrutaba del desafío, extrañaba la compañía de Elena. Las largas horas en el campo y las clases de formación dejaban poco espacio para la intimidad y la conexión que tanto valoraban.
Elena, por su parte, también sentía el peso de la soledad. Su trabajo en el hospital era agotador, tanto física como emocionalmente. Pasaba sus días atendiendo a pacientes, lidiando con emergencias y enfrentando la realidad de la enfermedad y el sufrimiento. Cuando finalmente terminaba su turno, se dirigía a su estudio de arte, donde se sumergía en sus pinturas. La pintura, que alguna vez había sido una fuente de alegría y relajación, se había convertido en una forma de escapar de la soledad que sentía sin Alexia.
Las noches eran quizás las más difíciles. A menudo, Elena llegaba a casa y encontraba el apartamento vacío. Alexia solía quedarse hasta tarde en el campo de entrenamiento o en sus clases, y cuando finalmente llegaba, estaba tan cansada que apenas tenía energía para una conversación. Compartían una comida rápida, intercambiaban algunas palabras, y luego se retiraban a la cama, demasiado agotadas para hablar realmente sobre su día o sus sentimientos.
Una noche, después de una semana especialmente dura, Elena decidió que necesitaban hablar. Había llegado a casa y, como de costumbre, encontró el apartamento vacío. Preparó la cena, esperando que Alexia llegara pronto. Cuando finalmente escuchó la puerta abrirse, sintió una mezcla de alivio y preocupación.
“Hola, amor,” dijo Alexia, dejando su bolsa en el suelo y caminando hacia Elena. “Lo siento, llegué tarde otra vez. Fue un día muy largo.”
Elena le ofreció una sonrisa cansada y un abrazo. “Está bien. Tenemos que hablar, Alexia. No podemos seguir así.”
Se sentaron a la mesa y comenzaron a cenar en silencio. Después de unos minutos, Elena rompió el silencio.
“Sé que estamos muy ocupadas con nuestras carreras, pero siento que estamos perdiendo algo importante. Apenas pasamos tiempo juntas, y cuando lo hacemos, estamos demasiado cansadas para disfrutarlo. Me siento sola, Alexia.”
Alexia dejó su tenedor y miró a Elena con preocupación. “Yo también me siento así. Este año ha sido increíblemente demandante, y aunque amo lo que hago, también extraño lo que teníamos. ¿Qué podemos hacer para cambiar esto?”
Pasaron horas hablando, compartiendo sus sentimientos y preocupaciones. Decidieron que necesitaban hacer un esfuerzo consciente para reconectar, para encontrar tiempo el una para la otra a pesar de sus apretadas agendas.
Los días siguientes estuvieron llenos de pequeños cambios. Comenzaron a planificar sus horarios con más cuidado, asegurándose de reservar tiempo para estar juntas. Aunque esto significaba sacrificar algunas horas de sueño o trabajo, ambas sabían que valía la pena.
Decidieron establecer una noche a la semana como su “noche de cita”. Sin importar lo ocupadas que estuvieran, esa noche sería solo para ellas. Saldrían a cenar, verían una película o simplemente pasearían por la ciudad. Esos momentos se convirtieron en un ancla, un recordatorio constante de por qué estaban juntas y de lo mucho que significaban la una para la otra.
Elena también comenzó a acompañar a Alexia a algunos de sus entrenamientos y partidos. Aunque no siempre podía quedarse todo el tiempo, solo estar allí, animándola desde las gradas, hacía una gran diferencia. Sentía que, a pesar de las demandas de su carrera, podía seguir siendo parte de la vida de Alexia de una manera significativa.
Por su parte, Alexia empezó a mostrar más interés por el arte de Elena. La acompañaba a sus exposiciones siempre que podía y se esforzaba por comprender su mundo. Ver el talento y la pasión de Elena en sus pinturas le hacía sentir más cerca de ella, incluso en los días en que sus horarios no coincidían.
A pesar de sus esfuerzos, hubo momentos en que la soledad y el aislamiento volvieron a aparecer. Las exigencias de sus carreras a veces eran simplemente demasiado. Hubo noches en que Alexia regresaba tan tarde que Elena ya estaba dormida, y mañanas en que Elena se iba al hospital antes de que Alexia se despertara.
Un sábado por la tarde, después de una semana especialmente difícil, Elena decidió visitar a una vieja amiga, Carla, con la esperanza de encontrar consuelo y un oído comprensivo.
“¿Cómo estás, Elena? Hace tiempo que no nos vemos,” dijo Carla, abrazándola con calidez.
“Estoy bien, solo... un poco abrumada,” admitió Elena, sintiendo cómo las emociones que había estado reprimiendo comenzaban a aflorar.
Se sentaron en el acogedor salón de Carla, con tazas de té caliente entre las manos. Carla escuchó atentamente mientras Elena le contaba sobre los desafíos de su relación con Alexia, sus carreras demandantes y la soledad que a veces sentía.
“Es normal sentirte así, Elena. Las relaciones requieren trabajo, especialmente cuando ambos tienen carreras tan exigentes. Pero recuerda, también es importante cuidar de ti misma.” aconsejó Carla.
Elena y Alexia continuaron trabajando en su relación, conscientes de que no había una solución rápida o fácil. Su amor y compromiso mutuo les dieron la fuerza para seguir adelante, incluso en los momentos más difíciles.
Un día, mientras paseaban por un parque cercano, Alexia se detuvo y miró a Elena con una sonrisa. “He estado pensando en algo. ¿Qué te parece si planeamos unas pequeñas vacaciones, solo nosotras dos? Un escape de todo, disfrutar de nuestra compañía sin las distracciones diarias.”
Elena sintió una oleada de emoción ante la idea. “Eso suena perfecto. Creo que ambos necesitamos un descanso y un tiempo para nosotros mismos.”
Comenzaron a planear su escapada, eligiendo un destino tranquilo donde pudieran relajarse y disfrutar del tiempo juntos. Fue una oportunidad para redescubrirse mutuamente, para recordar por qué se enamoraron en primer lugar y para construir nuevos recuerdos.
Las vacaciones resultaron ser un bálsamo para sus almas cansadas. Pasaron sus días explorando la naturaleza, compartiendo comidas y simplemente disfrutando de la compañía del otro. Sin las presiones de sus trabajos, encontraron una nueva profundidad en su relación, una conexión que había sido eclipsada por las demandas de la vida diaria.
A su regreso, se sentían renovadas y más unidas que nunca. Decidieron que, aunque las exigencias de sus carreras continuarían, siempre harían un esfuerzo consciente por mantener su relación como una prioridad.
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Ecos de Amor - Alexia Putellas
ФанфикAlexia Putellas, una destacada futbolista, y Elena, una talentosa cirujana, se encuentran en una gala de caridad y se enamoran rápidamente. Sin embargo, sus vidas llenas de secretos y responsabilidades ponen a prueba su relación. Juntas, luchan por...