4. La revelación

333 25 2
                                    

—Me gusta aprenderlos. Pero se nota que su pronunciación es nativa. A mí no me sale tan natural —dijo Heros, con cortesía. El semblante de mujer madura resaltaba en los preciosos rasgos faciales de ella. En cierto modo, se limitaba con las palabras y sus acciones, porque debía tratarla con más respeto. Además, de que, en el torso, se podían apreciar de forma erótica los grandes pechos, que exponía con sutileza por la parte superior, al dejarse el saco del traje abierto, mostrando el sujetador. Era difícil ignorar las voluminosas virtudes de esa encantadora señora. Debía mantenerse firme y no caer en esas esponjosas tentaciones. Aunque mirarla al pecho o la cara, generaban la misma sensación de hipnosis, debido a que era demasiado linda en cada aspecto posible. Sin mencionar que cabello rojo ondulado, también le otorgaba excentricidad, que complementado con los ojos verde esmeralda, la convertían en una diosa descendida de los cielos. No sabía que le fascinaban tanto esos tonos combinados, hasta que ahora los atestiguaba en esa bella dama. Sacudió su cabeza, para salir de su estado de trance—. Por cierto. —Se movió hacia un lado, para no tapar el edificio administrativo de corporaciones Haller—. ¿Usted trabaja aquí?

Hestia siguió con la mirada al chico. Hace mucho que, no cruzaba palabra de temas tan banales. Era claro, que los iba a ver el personal de la compañía, si seguían en ese sitio tan expuesto. En su los bellos de su piel sentía la leve impresión, de que él sería alguien con quien podía jugar de manera magnífica. Desprendía pureza, ingenuidad y docilidad; esas eran las cualidades de un sumiso perfecto, para poder adiestrarlo a su antojo, para que fuera un can fiel y obediente a su señora, porque ahora, estaba segura de que, a la mínima insinuación, se mojaría en los pantalones y saltaría sobre ella, como un animal feroz y salvaje; era por eso, que había que entrenarlos, para poder tenerlos bajo control. Aunque, en estos momentos se manifestaba tierno y tímido, como un ciervo del bosque. Era como un manso niño, que todavía no era manchado por la suciedad y la maldad del mundo podrido, que estaba corrupto en cada ámbito de la sociedad.

—Podría decirse —contestó Hestia, con voz neutra; aún no era el momento de asustar al pequeño, revelando su jerarquía en la empresa—. ¿Buscas a alguien?

—Sí, ¿usted conoce a Lacey West? —preguntó Heros Deale, expresando su felicidad; era su amiga de la infancia, pero luego se volvieron novios, y de manera recién, le había propuesto matrimonio, y ella había aceptado con el mayor de los gustos.

Hestia arrugó el entrecejo. Esperaba el nombre de otra persona. ¿Por qué venía un hombre diferente al de ayer, trayendo chocolates en un paquete con forma de corazón y una rosa roja? Había algo extraño, lo había presentido desde que vio la reacción de insípida secretaria.

—¿Por qué? ¿Es un amigo de ella? —preguntó Hestia, sin asumir nada, para que él lo comentara por cuenta propia. Así no podría sospechar de nada, porque todo sería producto de una conversación casual, con una desconocida.

—Fuimos amigos desde niños, pero ahora soy el prometido de Lacey —comentó Heros, con orgullo y felicidad—. Hoy es nuestro aniversario, y quise venirle a darle una sorpresa.

Hestia inclinó su cabeza hacia atrás. Así que, ese era el secreto de Lacey; engañaba a su prometido, y el hombre con el que había salido a cenar, era su amante. Un aura de demonio la cubría y sus ojos, verde esmeralda, resplandecieron con fulgor. Había sido una casualidad, pero había descubiertos las mentiras de su empleada. Sonrió con sagacidad, tan rápido como un pestañeo. Al menos, había encontrado algo con que distraerse, porque en breve descubría la verdad y luego investigaría más sobre los sucesos que llevaron a este preciso momento. No obstante, algo sí era seguro, y era que, ella sería quien movería los hilos de esta trama, porque, ahora, ellos tres serían los títeres, y los iba a tener bailando con la punta de sus dedos. Si no conocían la maldad, los haría arder en el fuego del infierno, porque habían quedado a merced del mismo demonio encarnado en una mujer. No, no era la dulce doncella en apuros, sumisa, virgen y sufrida protagonista de esta historia, era la antagonista, la villana y la malvada bruja, a la que no le importaba los sentimientos o el amor, eso eran solo tonterías, que habían sido propagadas como una plaga, por los maravillosos y fantásticos cuentos de hadas. Adoptó una postura más cómoda. Sin embargo, todavía no comprobaba que fuera el verdadero prometido; de ahora en adelante, sería más cautelosa y precavida.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora