61. El plan

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Heros frunció el ceño al terminar de leer la carta. Revisó la hora y eran las cuatro y cinco minutos de la madrugada. La situación era extraña e intrigante. Con rapidez se levantó y caminó a la ducha, para bañarse y limpiarse la boca. Al haber acabado, se secó con la toalla su esbelto y marcado cuerpo. Se puso el traje sin ninguna demora. Salió a la sala de estar, donde avanzaba con cautela. Solo había silencio en el sitio, como si fuera una especie de comentario. Divisó en una de las mesas el control del gran televisor que estaba en la pared. Allí, había otra nota que decía: Enciéndelo. Presionó el botón y al cabo de varios segundos se presentó la imagen en el monitor. Era la de un video que estaba en pausa. Así que, por lógica, lo hizo reproducir. Al principio no le pareció nada extraño, ya que era la grabación de su despedida de soltero en la habitación de erótica de la danza. Se entretuvo mirando a su diosa bailar de nuevo. Sin embargo, luego cambió la escena a otra. Era desde la perspectiva de donde estaba ubicada aquella pared de espejo, que había sido colocado en el cuarto. Era un gran espejo espía o unidireccional, de esos que utilizaban en los interrogatorios policiales. Las personas que se encontraban de ese lado los distinguía, eran Lacey West y el amante, cuyo nombre desconocía.

Hestia oyó el ruido del televisor. Así que ya estaba viendo su último obsequio. Cerró los párpados al recordar cómo había logrado su hazaña. Desde que había llegado diciembre, le había encomendado a una de las diestras muchachas que trabajaba como artista en aquel establecimiento "Vestales", así les había colocado, ya que ese sitio era de su posesión y adoptaba a distintas mujeres, para que laboraran, solo como bailarinas eróticas, para que pudieran participar en concursos y eventos. Este arte le fascinaba y que no veía con recelo, ni como tabú, sino como una forma de expresión sensual en la que las mujeres podían mostrar sus divinos dotes del movimiento rítmico del cuerpo y la gimnasia. No permitía que ninguno les faltara el respeto y si intentaba propasarse, serían expulsados y no tendrían permitido volver al recinto nunca más. Se encargaba de costear todo lo necesario y les había dado un salario, para que vivieran bien. Ese era su templo sagrado, y cada una de las que estaban allí eran sus sacerdotisas, sus Vestales, y la veneraban a ella como una diosa, y la respetaban de gran modo, exaltándola y rindiendo respeto absoluto. En ningún momento procuró que sus seguidoras vendieran su cuerpo o se acostaran con ellos. Era su potestad como inmortal, procurar la seguridad de sus mortales aficionadas a su culto. En fin, hizo que una de sus adeptas se hiciera cercana a Danniel Barnes, y que le enseñara el arte de la danza erótica, puesto que, si quería sorprender a su novia, el striptease sería una buena manera de hacerlo. Así, logró que Danniel asistiera al sitio donde tomaba prácticas de baile. La reunión con su protegida aconteció la semana antes del día de la boda. Se hallaba sentada en la mesa del restaurante que frecuentaba para almorzar, aprovechando que Heros se quedaba en la empresa.

—Buenas, señora Haller —dijo la chica, haciendo una reverencia a la venerable deidad, que la había estado pagando mucho dinero, por solo darle clases a aquel sujeto. No obstante, solo con ayudar a la mujer que tanto admiraba e idolatraba era un honor y servirle a la diosa del fuego sagrado, su salvadora y por la que haría cualquiera cosa.

—Siéntate y disfruta de la comida —dijo Hestia, sin expresar ningún gesto en lo absoluto. No le agradaba ni la fastidiaba la presencia de la muchacha, solo le daba igual.

—Muchas gracias —dijo la Vestal, con sumo agrado y felicidad. Era privilegiada al poder compartir la misma mesa que la divinidad a la que veneraban—. Con su permiso, mi señora.

La conversión prosiguió luego de haber comido del exquisito y abundante almuerzo, así como distintos aperitivos, dulces postres y vino de la mejor calidad.

—¿Completaste la tarea que te encargué? —preguntó la magnánima Hestia. Este sería el último movimiento en su tablero de ajedrez, para ganar el juego con un espléndido jaque mate. Nadie se salvaría de su venganza, los castigaría a todos por sus pecados, hasta su mismo y tan preciado héroe, que tanto placer le daba y que llenaba de alegría su alma.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora