Así, los dos terminaron su día, más distanciados que cercanos. La conversación entre ambos, no fluyó como en otras ocasiones. Había silencio y ninguno se veía de forma directa a los ojos.
Heros iba en el asiento trasero del auto, junto a Hestia. Desde que había iniciado, ella lo traía y lo dejaba cerca del lugar donde vivía. Miraba a la preciosa Hestia, de manera disimulada. ¿Por qué la parecía más hermosa y encantadora que nunca? Era como si se hubiera quitado una venda de la cara, en el que por cualquier ángulo que la detallara, solo podía atestiguar esa magnífica belleza celestial. Su corazón latió de una forma diferente y percibió en su torso una especie de vacío, acompañado de inquietud. Sí, estaba nervioso, como cuando estaba al lado de la chica que le gusta y no sabía qué hacer, para poder charlas con ella. En las ocasiones pasadas, había podido empezar un diálogo fluido y ameno. Sin embargo, en esta ocasión, no sabía cómo empezar. No entendía; se suponía que su relación había avanzado, pero pareciera que se había devuelto al principio, o peor, porque quería dirigirle la palabra, pero no lograba hacerlo. ¿Qué era lo que estaba pasando con él? No podía sacarse a Hestia Haller de la cabeza, y aunque la tuviera al lado, deseaba poder acercarse más a ella.
Hestia era consciente las miradas de Heros. Sin embargo, ya había hecho lo que debía hacer. Era cuestión de horas, para que el mismo chico, viniera por cuenta propia y la arropara con los brazos, de forma pasional. Se despidió de él, de forma neutra. Entonces, luego de que él cerrara la puerta, se percató de que había dejado el morral, donde guardaba la ropa que había utilizado para el entrenamiento, ya que siempre se bañaba en las duchas. Quiso llamarlo, para devolvérsela, pero tuvo una idea mucho mejor. Al llegar a su suite, soltó un extenso suspiro. Se abalanzó sobre su cama, con el suéter de Heros, pegado a su nariz. El embriagante olor del sudor de Heros, siempre la excitaba en el gimnasio; esa excitante fragancia en el aire, que había estado respirando durante estos meses, habían aumentado su libido. Había olvidado que, la transpiración de los varones era un afrodisiaco natural para las mujeres, más para damas ninfómanas como ella. Esto era en consecuencia de las feromonas y, Heros, al ser un hombre de corta edad y lleno de vitalidad, que estaba a plenitud de salud y en la cúspide de la juventud, por lo que el olor era más fuerte y estimulante.
—Androstadienone —dijo ella, con sus mejillas ruborizadas.
Hestia respiraba de manera lenta y extensa. Sostenía la prenda con su zurda y con la derecha se alzó el brasier, mostrando sus enormes pechos. Empezó a apretarlos a voluntad. Se rozaba el endurecido pezón y se lo pellizcaba con ligereza. Luego la deslizó por su vientre, alzó su licra y su braga, para tocarse en zona sensible que, ya había comenzado a mojarse con su blanca y espesa lubricación. Se frotaba en su punto erógeno, sin meter los dedos. Jadeaba con intensidad, hasta que después de varios minutos, y al no poder aguantarse, incrustó sus dos dedos del medio, que se deslizaron con comodidad. Realizaba figuras de gancho, mientras se estimulaba su punto G. Apretaba las piernas y se retorcía en la cama. Estaba agitada y sudada, pero no lograba obtener la calma que necesitaba; la sensación del clímax, se desvanecía rápido, como un suspiro. Se estiró en dirección a su mesa de noche. Abrió uno de los cajones y sacó un vibrador conejo fucsia, de doble estimulación, más largo, que tenía forma de una virtud masculina; todo estaba relacionado con su bello Heros. Se bajó su licra y sus pantis, lo introdujo en ella y lo encendió, para poder apaciguar su estado de frenesí. Movió sus manos de fuera hacia adentro, y gemía de forma moderada. Acomodó el suéter en su rostro, para liberar su brazo izquierdo y continuar masajeándose los grandes senos. Estuvo casi media hora, molestándose en su empapada intimidad con el consolador, que no dejaba de oscilar. Hasta que su orgasmo, emergió de sus adentros, producto del juguete móvil. Manchó las sábanas y el piso, con su squirt, que salió disparado a presión, como una perfecta fuente de agua. Trataba de normalizar su acelerada respiración. ¿Por qué no podía disfrutar de su clímax por más tiempo? Necesitaba más, ya estaba cansada de hacerlo por su propia cuenta; deseaba las caricias de Heros recorrieran la silueta de su cuerpo y que la tomara con autoridad. Así, no podía apagar el fuego de su lascivia; ya anhelaba beber de esa agua pura y angelical, de la que brotaba de su precioso chico. Se levantó sin ganas, para limpiarse y cambiarse de vestimenta. Se había colocado un baby doll oscuro y una túnica transparente, caminó hasta otra habitación, que estaba bajo un sistema de seguridad diferente. Tecleó la clave y entró al enorme sitio que, hace mucho, no utilizaba. Las luces eran púrpuras y había una variada cantidad de muebles, objetos y parafernalia. Estaba segura de que, mañana, ocurriría algo maravilloso; tenía ese presentimiento y debía prepararse, porque una mujer precavida valía por mil. Al concluir lo que debía hacer, llamó por el teléfono a sus camareras de confianza.
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La Jefa (BDSM)
RomanceElla es la multimillonaria, fría, arrogante y experimentada, adicta al concúbito. Mira a todos por encima del hombro o con su hermoso rostro levantado, mientras los demás agachan su cabeza, postrándose ante su majestuosa presencia. Hechiza a hombres...