50. Antes del final

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—Sabes que no debías sentirte obligado a pagarme por lo que te he dado —dijo Hestia, mientras estaban abrazados mirando el paisaje de la ciudad.

—Es mi forma de agradecerte por todo lo que has hecho por mí, desde que nos conocimos hasta ahora —respondió Heros, con neutralidad y confiado en sus palabras. Entonces, la giró por la cintura, para verla de nuevo a la cara. La mujer que tenía al frente lo inspiraba a mejorar y le daba la confianza, para lanzarse de nuevo contra el mundo—. Mas, por el local para volver a emprender con mi propio negocio—. Sus facciones fáciles tornaron serias—. Es el recuerdo más vivido que tengo de mi yo pasado. —Sus ojos se cristalizaron, pero no tenía ninguna intención de llorar, puesto que sus lágrimas se habían vaporizado con el fuego de aquella noche.

Hestia tensó la mandíbula y por primera vez en los meses que estuvo con Heros, sintió culpa por haber mandado a prender en llamas su negocio. Sin embargo, ya era muy tarde para lamentos. Así que, en lugar de amargarse la existencia, la convertiría en una enseñanza. Después de todo, era su aprendiz, y le gustaba impartirle sus lecciones privadas. Además, pecho latía con ímpetu y su alma enardecida, deseaba verlo convertido en un grandioso empresario.

—Heros —dijo Hestia, colocando su palmar diestro en la mejilla de su bello asistente—. Puedo ver el gran potencial que hay en ti, desde la primera vez que te conocí, supe que eras un hombre maravilloso. —Bajó su mano hasta la zona del corazón del muchacho—. En algunos momentos de la vida, es bueno volver a empezar desde cero, siempre teniendo en cuenta los errores y aciertos que ya habías cometido. Sé que tú, esta nueva versión tuya, es capaz de lograr cosas grandes, que el Heros anterior solo podía soñar. Ahora puedes levantarte del fuego.

—Resurgir de las llamas, como el ave fénix —dijo Heros, con seguridad. En verdad, Hestia era una mujer que estaba destinada triunfar, ya que hasta en las calamidades solo observaba la manera de como mejorar. Por algo era tan exitosa y respetada en el mundo empresarial, si era un sagaz tiburón de los negocios—. Tú eres increíble, Hestia.

—Bien, pero debemos ocuparnos de otro asunto —comentó Hestia, con retenida malicia en su semblante—. Mañana será veintitrés de diciembre y debes tener tu despedida de soltero, para seguir con el cronograma de la boda. He preparado algo especial para ti, guapo. —Guiñó el ojo, para dar paso a su última gran sesión antes de que la bomba de tiempo estallará en la boda—. Ya sabes a donde tienes que ir —dijo ella, cerca al oído de Heros, mientras era cubierta por el aura de demonio, con sus agudos cuernos en la cabeza, las alas como de murciélago de la espalda y delgada cola con punta de lanza en la parte lumbar. Su vista estaba incendiada en llamaradas rojas. Era la mala influencia de Heros y solo lo incitaba a pecar. Incluso, a pesar de estar haciéndolo en numerosas ocasiones, su apetito sexual no dejaba de aumentar.

Al día siguiente, Heros se encontraba en al asiento trasero de un lujoso auto. El conductor era su chofer de confianza que le había otorgado su jefa, para llevarlo a donde dispusiera. Ya estaban por llegar al destino acordado, en el que se celebraría el evento. Llevó su mano hacia su cara, para afianzar la máscara veneciana dorada, con trabajados detalles negros, que le ocultaba gran parte del rostro de manera horizontal en la parte superior, pero que en lado inferior estaba al descubierto. Le abrieron la puerta, los empleados del edificio. Salió con lentitud e inclinó su cabeza hacia arriba. Vestía un esmoquin Lazio de lana todo de oscuro, con un buzo de cuello de tortuga. El saco estaba asegurado con su único botón en la parte delantera. Divisó a la multitud de trabajadores que le hacían un pasillo humano. Además, recordaba este sitio. Sí, estaba seguro de que era el edificio al que Hestia lo había traído, luego de haber disfrutado del almuerzo, cuando se encontraron por primera vez. Sonrió de forma tensa al entender el mensaje; todo acabaría donde había empezado, ya que aquí era donde había rechazado a la insinuación perspicaz de Hestia, para tratar de seducirlo, cuando apenas se habían conocido. A ella no se la pasaba nada por alto. Y pensar que en aquel entones había tenido la fuerza de voluntad necesaria para evitar caer rendida ante los encantos de la diosa. Comenzó a caminar por la alfombra que estaba en el piso, y a medida que avanzaba, ellos le hacían una reverencia. Había llegado al punto donde los demás se inclinaban ante él. Aceptaba que el sentimiento de ser respetado de esa forma era embriagante y lo hacía poderoso. Sin embargo, ese dominio no había sido ganando por él, sino que era coaccionado por aquella preciosa mujer que era tan millonaria y venerada. Fue guiado por los pasillos de las instalaciones del exuberante lugar y fue a parar a la misma habitación que en el pasado.

—Adelante, señor —dijo la empleada, con sumisión—. Disfrute de la estancia en nuestro establecimiento.

Heros entró al cuarto, donde había una silla de madera sin brazos, con un hueco circular en el espaldar. Dedujo que era para él, por lo que se sentó al instante. Observó el sitio, el cual había sido modificado, para colocar una tarima más grande donde se hallaba la barra de metal pegada el piso y fija en el techo. Una larga mesa rectangular pagada al muro y lo otro que destacaba era la pared de vidrio, que era como un enorme espejo. Las luces que iluminaba la recámara eran de un púrpura claro, rojo y blanco que, combinadas, daban una claridad excelente y un ambiente elegante, rebosante de lujuria; lo cual era apropiado para el sitio, en el que se realizaban bailes eróticos. Además, había una pequeña mesa de madera, con un cojín en donde reposaba una campanilla dorada. Arrugó el entrecejo, pero era claro que debía hacerla sonar, y eso hizo. La levantó y la agitó con rapidez, provocando una mágica melodía. Al instante, se abrió la puerta de la habitación y comenzaron a entrar un gran número de mujeres que ostentaban un conjunto de arnés de cuero de tonalidad negro, que en la intimidad y la parte de los dos pezones se hallaba la diminuta figura de una estrella de cinco puntas. Su provocador y casi inexistente atuendo era complementado por antifaces que le tapaban las caras. Los sonidos de los tacones se hicieron similar, como la marcha de un grupo de soldados. Cada una de ellas cargaba una resplandeciente bandeja de plata, en las que había fruta, bocadillos, aperitivos, postres dulces, pasteles fríos, champaña y vino. Si había aparecido con el sonido, ¿qué sucedería la tocaba de nuevo? Repitió la acción con el objeto, y entonces se acercó la que sostenía la champaña.

—Aquí tiene, Héroe —dijo ella, con diestra amabilidad, mientras le daba la copa—. Disfrute la bebida, respetado señor.

Heros prosiguió sacudiendo la pieza, para producir el timbre con el que las bellas mujeres lo atendían como a un rey. Degusto de algunos, hasta que estuvo satisfecho, ya que no debía llenarse demasiado, y ni siquiera había aparecido su jefa. Así, hasta que las luces del cuarto parpadearon, como veloces relámpagos uno tras otro, para quedar de manera normal. Entonces, hizo su aparición la hermosa mujer a la que amaba y de la que estaba enamorado. Destacaba entre las demás, siendo la más bella. Se había colocado la peluca de color azabache, con el corte de hongo que había utilizado en varias ocasione anteriores. Su precioso rostro era cubierto por un antifaz, sus labios brillaban de rojo y su cuerpo era tapado por un gran abrigo, que le caía hasta por las canillas. En ese momento solo se podía apreciar las medias veladas y los altos tacones, que apuñalaba al piso con cada paso que daba por la plataforma. Llegó hasta la barra y la sujetó, para quedarse mirando en su dirección. Distinguía unos ojos oscuros como la noche, por lo que había optado por colocarse unos lentes de ese tono, para que combinara con el atuendo y con el cabello. Las otras que estaban presentes, hicieron una reverencia de medio cuerpo, apuntando a la eminencia que había descendido de los cielos.

—Bienvenida a su templo, Diosa —dijeron ellas, al unísono. Eran un grupo de sacerdotisas que rendía tributo a una deidad.

Heros observó la escena con agrado y moldeó una sonrisa tensa, en tanto miraba a la anfitriona del lugar, que resplandecía con un aura divina y señorial. Desde que había conocido a Hestia, había quedado admirado con lo que ella podía hacer y con los actos eróticos que lograba preparar. Era una maestra de lo sensual y lo perverso. Estaba encantado con la diosa, que siempre hallaba la manera de hacerlo pecar. Además, esto la recordaba a lo ocurrido en la fiesta de Hallowen, por lo que se hacía idea a donde avanzaría la situación. Con esto comprobaba que a Hetia obtenía más excitación si era vista teniendo relaciones. Sin embargo, no podía negar que también se entusiasmaba más al ser observado por una considerable multitud de personas, mientras su rostro estuviera protegido por la máscara, podía concentrarse, sin mostrar vergüenza en el acto promiscuo que resultaba la escena. Pero al estar quemándose con Hestia se le olvidaba de todo lo que rodeaba, por lo que eso los espectadores no resultaban ningún problema. Suponía que sus gustos eran igual de retorcidos que los de su maestra.

—L'événement principal est sur le point de commencer —dijo Hestia, con su magnífico y poético acento francés—. Le dernier avant la fin.

Traducciones:

*1. L'événement principal est sur le point de commencer: El evento principal está a punto de comenzar.

*2. Le dernier avant la fin: El último antes del final.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora