Hestia agarró la dura virtud su mano derecha, mientras veía a los ojos azules de Heros. Levantó su cuerpo y acomodó el erguido atributo dentro de ella. Suspiró con pesadez y gozo al volver a ser llenada. No importaba que lo hubieran acabado de hacer, se sentía tan bien al inicio de la velada. Movía sus caderas, mientras se apoyaba en los muslos del chico. Sus enormes pechos estaban expuestos y con sus pezones rígidos.
La transpiración de ambos mojaba las sábanas. La cama se estremecía ante la violenta cabalgata que estaba aconteciendo. Los gemidos de los dos se combinaban, para dar paso un armonioso canto de lujuria. Sus pieles ardían en la llama del deseo y sus cuerpos se acoplaban como uno solo. Ósculos, caricias y chupetones acompañaron la escena de los amantes, que se habían escapado un fin de semana para estar juntos, en secreto, para entregarse a la pasión que se había avivado en sus corazones; una por venganza y castigo, y la otra por haber sido seducido y encantado. Así pasaron los minutos, más de media hora.
Hestia meneaba sus caderas de forma circular, estando a poco de alcanzar el cielo. La sensación de alcanzar el clímax con Heros siempre la hacía perder la cordura. Era como si pudiera liberar a su alma de las cadenas mortales con las que había nacido. Era el momento en el que podía arrancar un pequeño trozo al paraíso celestial, al que pocos podían entrar.
Heros enderezó su espalda y le propinó un ansioso beso a su hermosa diosa. Sintió que iba a desfallecer cuando Hestia se separó de él. Su tercera eyaculación no se hizo esperar, y en esta oportunidad bañó el abdomen plano de su diosa. Así mismo, pudo percibir la gran cantidad de líquido que le empapaba las piernas, producto de su doble liberación.
Hestia se aferró al cuello de Heros y le mordió el labio, en tanto la ola de su clímax abandonaba su cuerpo, provocándole el estado de trance más relajante y sereno, como si hubiera alcanzado un plano superior. Estaba segura de que, solo cuando experimentaba el orgasmo, era que en verdad conseguía un estado divino y se convertía en una auténtica deidad. Cansada y feliz, cayó sobre el torso de su atractivo y magnífico chico. ¿Por qué no lo había conocido cinco años antes? Así, su vida no había llegado al punto de aburrimiento en que se encontraba. Pero, de igual manera, toda la libido que había acumulado a lo largo de los años, hacía que sintiera mejor, porque era, como si fuera, la primera vez. Su pecho se inflaba, para recuperar el aliento, en tanto su corazón latía rápido, como si hubiera estado corriendo. No había forma de que pudiera resistirse y evitar comerse a ese joven tan lindo y encantador, que llevaba hasta el cielo, mientras la quemaba en las llamas del placer. Solo se recostó y cerró sus párpados, en tanto el olor de sus fluidos expulsados la adormecían, como si fuera el mejor aromatizante.
Heros también sucumbió al manto del sueño, que lo cubrió de forma apacible. Abrazó a Hestia y moldeó una leve sonrisa en sus labios. Era feliz estando junto a ella y no quería separarse de Hestia. Sin embargo, eso podía ser posible, por lo que disfrutaría al máximo cada instante con su preciosa diosa de cabello rojo carmesí y ojos verdes, esmeralda, que lo había intentado seducir desde el mismo día en que se habían conocido.
A la mañana siguiente, Hestia fue la primera en despertarse. Sentía en sus muslos la firmeza de la erección matutina de su lindo héroe. Amaba la juventud y el vigor de Heros, tenía fuerza y energía de sobra, aunque como no estaba acostumbrado a la intimidad, las nuevas experiencias lo sofocaban y lo asfixiaban. Sin embargo, eso podría solucionar con la práctica continua de horas intensas de buen sexo. Admiraba a Heros y extendió su brazo derecho, para sobarle la mejilla. ¿Cómo era posible que un niño fuera el que le otorgara la mayor felicidad que jamás había podido tener? Esos detalles, aunque podrían parecer sencillos, eran los más difíciles de explicar. Sus ojos verdes se encontraron con los azulados, como el mar de su lindo chico.
—Buenos días, diosa —dijo Heros, con voz ronca. Había recobrado la razón, luego de notar los movimientos de Hestia y de sentir el suave tacto del palmar de su señora en su cara.
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La Jefa (BDSM)
RomanceElla es la multimillonaria, fría, arrogante y experimentada, adicta al concúbito. Mira a todos por encima del hombro o con su hermoso rostro levantado, mientras los demás agachan su cabeza, postrándose ante su majestuosa presencia. Hechiza a hombres...