37. La bienvenida

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—Como ordene, señora Haller —dijo la empleada, un poco conmocionada. Era la primera vez que atendía una llamada directa de la directora general.

—Entrégale una tarjeta de acceso —dijo Hestia, y colgó la llamada.

La recepcionista palideció al escuchar el mandato de la misma CEO de la corporación. Le entregó lo que le habían ordenado e hizo pasar a Heros, indicándole el piso. Al ir adentro del ascensor, su móvil timbró. Observó el nombre del contacto: La jefa, y contestó con una sonrisa tensa en sus finos labios.

—Buenos días, guapo —dijo Hestia, al otro lado de línea—. ¿Tuviste problemas para llegar a mí?

—Buenos días, hermosa —dijo Heros, siguiendo el pequeño juguete de Hestia—. Al parecer, debía tener una cita, para poder hablar con la señora Haller.

—Bueno, eso es necesario agendar una cita con meses de anticipación, para poder obtener algunos minutos de mi tiempo —dijo Hestia, con sutil arrogancia al conversar—. Pero, tú eres mi excepción. Te espero en la oficina, para darte la bienvenida a tu nuevo trabajo. —Lanzó un beso sonoro al aire—. Acá te daré el tuyo.

Heros entendía que era afortunado por poder ver esta parte de la personalidad juguetona y divertida de Hestia, que era genuina y verdadera, como si con él pudiera quitarse la máscara de señora poderosa y temida por lo demás. Suspiró hondo y sonrió, mostrando sus dientes blancos. ¿Qué estaba haciendo? Ese no era el gesto que debía hacer, pero no podía contener su alegría por ir de camino a verla. A pesar de haber compartido por una semana juntos, guardaba la misma emoción, como si no hubiera estado con ella por mucho tiempo. No podía sacársela de la cabeza, ni de los sueños. En cada momento, veía a Hestia, como si no existiera más nada, o como fuera lo único y necesario en que tenía que ocupar sus pensamientos. Salió del elevador y avanzó por el gran pasillo. Quiso preguntar sobre cuál era la oficina de Hestia, pero no era necesario, ya que era la que más resaltaba en toda la sección administrativa. Los vidrios de las ventanas eran translúcidos, pero tampoco se podía mirar al interior debido a las persianas negras.

Los otros empleados lo veían pasar, pero no se animaron a hablarle. Presionó el botón del comunicador.

—Buenos días —dijo él, con serenidad—. Soy Heros Deale. He venido a ver a la señora Haller.

—Adelante, señor Heros —respondió ella, con igual tono neutro.

Heros pasó la tarjeta por el pasador tecnológico, y luego movió la manija. Entró con sigilo y empujó la puerta, para cerrarla. Distinguió a Hestia, que se hallaba de pie, al frente dele escritorio. Se había colocado unas gafas y sostenía una tableta con el logo de la empresa de corporaciones Haller, de la cual se deshizo al cumplir su cometido. Oyó el ruido del sistema de la entrada al bloquearse. Avanzó a paso lento, mirando a través de los lentes, la verde mirada de su diosa, que ostentaba un característico traje de sastre oscuro, que era acorde al cargo que tenía. Pero, se había quedado en camisa. El ondulado cabello carmesí, bien peinado, le adornaba la cabeza. La figura del cuerpo, como molde de guitarra, acompañada de esas voluminosas virtudes, la hacían ver preciosa. Sonrió de forma tensa, en tanto se aproximaba a su venerada diosa. Se detuvo al estar frente a ella. La observó, con paciencia, en tanto sus pupilas se dilataban. Usó sus manos para quitarle los lentes y los puso en la mesa. Llevó su brazo diestro en la espalda de Hestia, y la pegó contra él con rudeza; la reclamaba como suya. Inclinó su cabeza hacia un lado, y en ese mismo instante sintió el tacto de los carnosos labios de Hestia. Sus bocas se acoplaron, como si se extrañaran. Sus lenguas se tocaban, mientras jugueteaban en una apasionada tormenta. El sabor del lápiz labial llegaba a su paladar.

—No recordaba que el primer día de trabajo fuera así de estimulante —dijo Heros, excitado. La sola idea de estar haciéndolo con todas esas personas al otro lado de la puerta, daba la sensación como si ellos estuvieron alrededor de ellos, como si no estuvieran separados por las paredes.

Hestia le dio un leve empujón. Metió la mano en uno de los bolsillos del saco de Heros y agarró el pañuelo que guardaba. Luego tomó una pequeña botella. Se agachó, para acomodarlos en el piso y se arrodilló encima de la prenda. Miró hacia arriba, encontrándose con los ojos azules de su joven amante. Palpó la dureza de Heros, que ya había levantado, y se notaba a través del pantalón. Continúo, destrabándole la hebilla del cinturón, para luego bajarle el cierre. Ahora, nada más quedaba el bóxer, que parecía que iba a explotar, por no poder contener la longitud de lo que estaba alojado. Era, como si una bestia se hubiera despertado, y ansiara salir al mundo. Y, ella era la única encantadora, que podía domar a la bestia. Le deslizó el bóxer y la erguida virtud, bien firme, se manifestaba imperiosa frente a ella. Levantó el frasco, que era de aceite de oliva, y bebió un ligero trago, para después rociar el apetitoso atributo de Heros. El rico postre ya estaba servido, y lo disfrutaría hasta el último pedazo.

Heros enredaba sus dedos en el cabello de Hestia, mientras la sujetaba por detrás de la cabeza. La presión y el movimiento de la boca, lo hacían gemir, con sutiliza, debido a que debía controlarlos. Veía el paisaje a través de la enorme ventana del despacho de la CEO. Los rascacielos se divisaban en la lejanía, así como el extenso cielo azulado. Quince minutos habían pasado, desde que habían comenzado. La frente de Hestia ya estaba transpirando, por el movimiento que realizaba. Entonces, fue cuando sintió que el placer se aumentaba en su entrepierna. La sostuvo con firmeza y tembló al liberar su orgasmo. Respiraba con agitación, mientras observaba como su diosa se bebía hasta la última gota, como si fuera una copa de miel que se pegaba en sus carnosos labios de forma perversa. Se alzó con calma y se arregló la ropa.

Hestia buscó un espejo de su bolso y se limpió la boca con su lengua, del residuo del orgasmo de Heros. Sacó un pintalabios y restauró su presentación. Percibió como unos largos brazos la rodeaban por el vientre y vio en el reflejo a Heros, que la abrazaba por detrás.

—Bienvenido a corporaciones Haller —dijo ella, con picardía—. Soy Hestia Haller, la directora ejecutiva de la empresa. Ahora, tú serás mi asistente personal.

—Es un placer y un honor conocerla, señora Haller —dijo él, mirándola a través del espejo—. Espero cumplir a sus expectativas y desempeñar un excelente papel como su asistente. Llámeme cuando me necesite. —Deslizó sus manos por la parte inferior de los mulos de Hestia. Ascendió hasta esa blanda y delirante intimidad, la cual tocó con sus pulgares con fuerza moderada—. Yo llenaré su necesidad o cualquier otra tarea que usted requiera.

Hestia se dio media vuelta, sin zafarse del agarre de su lindo chico.

—Por eso he decidido contratarlo. —Se aferró en la nuca y levantó su rodilla, tocando la firme virtud de Heros. Si no fuera porque no había tiempo, ya estaría cabalgando de nuevo sobre él—. Usted es el único que puede ocupar ese lugar en mi empresa. Llenar mis rigurosos vacíos. Lo estaré solicitando, cuando haya que hacerlo

Heros esta vez le apretó los glúteos con fortaleza y la atrajo hacia él. Antes de ella era un hombre tímido, introvertido y con pocas fantasías sexuales. Sin embargo, ahora con Hestia Haller esos deseos habían alcanzado un nivel perverso e impúdico. Además, al estar con ella, todos parecían posibles de realizar.

Hestia sonrió de forma tensa y fue correspondida por Heros, como dos almas que congeniaban, que se habían encontrado por designios del destino y se entendían a la perfección, como dos piezas que había sido forjadas para estar solo con la otra.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora