Al día siguiente, tal como habían acordado, volvieron a reunirse y compartieron juntos, como una pareja verdadera. No habían salido a citas y en el pasado se debían esconder, para que no fueran descubiertos en su infidelidad. Pero ahora podían estar al público con tranquilidad y con calma, porque eran ya no estaban atados por las cadenas de la traición.
Hestia disfrutaba de la compañía de Heros. Sin embargo, aquellas palabras de la verdad se le atascaban en su garganta y no hallaba el momento, ni el lugar para contarlo. No sabía qué, pero algo faltaba. Pasaron varios días en que se encontraban, no solo en restaurantes, sino que fueron a otros sitios, como el cine, el gimnasio y más establecimientos de entrenamiento, ejercicio y descanso. Recibió un beso en la mejilla de Heros y se volvieron a despedir. Subió hasta su suite. Era de tarde. Miró el paisaje con anhelo. Su cuerpo se estremeció. En su pecho sintió un vacío. Deseaba contarle la verdad a Heros. Entonces, ¿por qué no podía hacerlo? Apretó sus puños en furia. Tensó su mandíbula y apretó los dientes. Era muy difícil ser Hestia Haller y aceptar sus verdaderos sentimientos. Merecía sufrir y ser castigada, pero Heros solo se había mantenido firme en sus ideales y no la había tratado vengarse. ¿Por qué era tan bueno y correcto? Si hubiera sido un mal hombre, no habría tenido que estar pasando por esta tormenta. Entonces entendió que, Heros no era la persona que la lastimaría, ni la haría débil, ni tampoco la traicionaría; sino que, ella misma era la que provocaba su propio dolor y angustia, porque Heros solo le daba confianza, seguridad y placer. No había llorado, sino el día que había interceptado a Heros en el hospital y había creído perderlo para siempre. Mas, Heros se había mantenido allí, sin abandonarla, y anteponiendo su enojo y sus discusiones, para salvaguardarla de la lluvia y la nieve. Por sus afables mejillas bajaban lágrimas de impotencia y sentimiento. Era malvada y había sido nefasta con él, pero Heros no había hecho nada en contra suya. Eso era más cruel y despiadado, que si le hubiera dado celos con otra y si le hubiera procurado una ofensa. El alumno, había superado a la maestra. En estos momentos había recibido una lección de bondad y lealtad. No lo merecía; él era luz, esperanza y refugio, mientras que ella era oscuridad, perversidad y fuego; una llama que destruía y reducía a cenizas todo a su paso; así lo había decidido. Desde su adolescencia se había propuesto, no permitir que nadie la hiriera y mucho menos un hombre. Pero por primera vez deseaba rendir su orgullo y soberbia ante uno de ellos y entregarse por completo a él. Había perdido.
—Yo... —Susurró, con voz ronca—. Sí, acepto.
Hestia lloraba de una manera más profunda y sincera, como jamás lo había hecho en su vida. Un simple jovencito le había vuelto loca pasión y le había enseñado que el amor era verdadero, que existía. No que era una estupidez o un invento de la gente, de los enamorados. Ahora experimentaba en carne propia lo que tanto había negado y de cierta manera, de lo que había huido. Ya no tenía escapatoria, estaba a merced ese cursi y tonto sentimiento. Además, acompañado por el embarazo, que la había puesto más sensible y blanda. Se había convertido en todo lo que odiaba, ese era su karma y su castigo divino. Su vista era empañada por sus propias lágrimas. Quería hacer algo con todo su ánimo y era gritar a los cuatro vientos, como una mujer desesperada y enamorada que quería estar con él, que amaba a Heros Deale.
Deméter, durante su estancia en la ciudad, su prioridad era cuidar de su hermana, ya que no estaba aquel hombre. No obstante, también estaba aprovechando para aumentar sus contactos de negocio en el país. Además, que tratar con Hestia era siempre difícil y le gustaba estar más sola, sin mencionar que en los últimos días se la había pasado saliendo en la tarde. Ya eran personas adultas y lo menos que quería era atosigarla con su presencia. A pesar de ser gemelas no idénticas (mellizas) y de haber compartido el mismo vientre durante nueve meses, siempre habían sido distantes, cada una por su lado. Rara vez hacían o compartieron cosas juntas. Aunque quiso acercarse a ella, porque era su hermana, Hestia siempre la había mirado y tratado con frialdad, como si no fueran familiares. Luego comprendió que no podía hacer nada respecto a ello; eso era lo que la distinguía y lo que hacía que Hestia fuera Hestia, ese carácter hostil y seco. Debía confesar que a pesar de que no hubieran sido las gemelas más unidas, la admiraba, porque ella era fuerte, firme y poderosa. Siempre se había mantenido en sus pensamientos, por lo que había emprendido vuelo desde Alemania hacia Francia, para luego venir a vivir en esta nación y convertirse en la temida y respetada empresaria que es.
—Hestia —dijo Deméter, caminando hacia el balcón. Al salir, divisó a su hermana sentada en el sofá, hecha un mar de lágrimas. En el estado en que se encontraba, ella no podía tener emociones tan fuertes, que se desbordaran en un océano de llanto. Rápido, se hincó al lado de ella—. ¿Qué te sucede? —preguntó con angustia. No recordaba verla de esa manera tan dolida y jamás creyó que atestiguaría esta escena. La indomable y despiadada Hestia Haller llorando, y de una manera tan sentida, que hasta sus ojos se aguaron tan solo con mirarla. Estaba segura de que ella no lloraría, ni lo por la muerte de sus familiares de origen.
—He... ros —susurró Hestia, de forma entrecortada.
Deméter endureció las facciones de rostro, mientras ríos de lágrimas también empezaron a bajar por sus blancas mejillas.
—¿Él te hizo algo? —preguntó Deméter, con la idea de hacer pagar al causante del sufrimiento de su hermana. No perdonaría a nadie que la lastimara—. Yo me...
—Amarme de verdad —dijo Hestia, interrumpiendo a su gemela—. Él me hace feliz y me hace sentir segura.
Deméter frunció el ceño. Todos sus pensamientos se recetaron al oírla y se quedó en blanco, pues era todo lo contrario a lo que había creído. En muchas ocasiones había imaginado como quebrar a Hestia, pero nunca pensó que la manera en que su malvada gemela sufriera tanto fuera por ser amada y por ser feliz. Aunque, reflexionándolo bien, quizás esta era la mejor forma en que la mujer que tanto decía que el amor era una estupidez y una mentira, y que no existía, justo fuera derrotada por ese sentimiento que tanto negaba. Sin duda alguna, Hestia era una excentricidad; sufría porque ese chico sí la amaba de verdad y la quería con sinceridad. Contuvo una sonrisa, debido al motivo. Era muy inteligente para los negocios y para manipular a los demás, pero, una tonta solucionar algo tan sencillo, como era lo que estaba viviendo, ya que solo debía aceptar y confesar sus sentimientos y entregarse a esa felicidad que ese hombre le daba.
—¿Lo amas a él? —preguntó Deméter, con una expresión seria
—Sí.
—¿Quieres estar con él?
—Sí.
—¿Dejarás tu orgullo a un lado y aceptarás tus sentimientos?
—Sí.
—¿Es el padre tus hijos?
—Sí.
—Si estás dispuesta a declarar tu amor y entregarte a esa felicidad junto a él. Sin ningún tipo de dudas, entonces tienes mi bendición —dijo Deméter, con determinación—. Pero si sigues huyendo y evitando lo que sientes, yo misma me encargaré de decirle a ese chico que te olvide y que se busca otra, porque tú eres un caso perdido que jamás tendrá el valor de aceptar que lo ama. Siempre admiré tu carácter fuerte y tu personalidad decidida e indomable, que hacía lo que quisiera. No me hagas destruir esa imagen majestuosa que tengo de ti. Sin embargo, si de una vez por todas quieres confesar tus sentimientos. Yo te ayudaré a que estés con él. Y espero sea para toda la vida.
—Lo haré —dijo Hestia, mientras se limpiaba las lágrimas con una manga de su saco—. Siempre lo has sabido. Pero te lo volveré a decir, para que no haya confusión. Te odio, Deméter —comentó ella, haciendo énfasis en que la detestaba.
—Y yo a ti. —Le dio un abrazo a su gemela malvada, en tanto su llanto cesaba. Jamás en su vida había compartido un momento tan íntimo y cercano con su hermana. Todo era gracias a ese tal Heros Deale. Ahora atesoraría este momento por el resto de sus días. No lo conocía, pero ya estaba en deuda con él, por haber propiciado este momento tan maravilloso. No había duda, ese chico era el indicado para estar con su melliza—. Yo siempre te he odiado, Hestia.
Hestia había manifestado que la bondad y la pureza de Deméter era una fachada que escondía el verdadero monstruo que se escondía. Sin embargo, Deméter siempre había sido buena de verdad. Buscaba ayudar a los demás y anteponía su felicidad, por encima de la otra. Eso era algo que iba en contra de sus ideales; su gemela era su antagonista, porque era lo opuesto a ella, a pesar de que, en cuerpo físico, fueran idénticas. La aborrecía, y no era un secreto, ya que había sido la única que había tratado de convertirse en su amiga. Había sido fácil levantar falso testimonio contra ella en sus pensamientos. Era una mentirosa innata y si le creyeron sus palabras al principio, entonces habían sido engañadas, pues, en realidad, Deméter si era la santa que demostraba ser. Mas, la veía con malos ojos a su melliza por esa misma razón. Odiaba a Deméter, y Deméter a ella. Pero esa era la manera en que ambas expresaban su cariño por la otra. Después de todo eran hermanas, gemelas, y nada ni nadie podría cambiar ese hecho.
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La Jefa (BDSM)
RomansaElla es la multimillonaria, fría, arrogante y experimentada, adicta al concúbito. Mira a todos por encima del hombro o con su hermoso rostro levantado, mientras los demás agachan su cabeza, postrándose ante su majestuosa presencia. Hechiza a hombres...