Heros se quedó viendo al bello rostro de su diosa. Entonces, al ver las lágrimas, acercó su boca hacia la cara y lamió el camino del llanto de Hestia, justo como ella lo había hecho en el auto, cuando había interrumpido el matrimonio.
—No llores, yo lo haré por ti —dijo Heros, con amabilidad. Le limpió las mejillas con un pañuelo.
—Debo verme muy lamentable en este momento —dijo ella, con alegría. Sentía que ahora todo estaba bien y que nada mancharía su felicidad.
—Ni, aunque te esforzarás en hacerlo, podrías lucir así —dijo Heros, colocándose de pie, en compañía de Hestia. ¿Y ahora qué debía hacer? Por fin estaba con la mujer que amaba y serían padres. Sus pensamientos se quedaron en blanco. Pero luego resolvió que debía ser el mismo. Estaba seguro de que a Hestia no le gustaría que la trataran como una minusválida o que la limitaran a hacer las cosas. Conociendo la soberbia y la arrogancia, no lo permitiría.
—Bueno, hasta aquí he planeado lo que sucedería. De ahora en adelante, no sé qué va a ocurrir —dijo Hestia, con gracia. Había agotado sus estrategias y quería sorprenderse con el factor sorpresa de lo desconocido.
Heros miró el candelabro detrás de Hestia y observó el escote del sexy vestido que llevaba puesto. Desde este instante, todo lo que hicieran, sería bajo un nuevo estado sentimental y con un nuevo título de en su relación. Ya no complacería a su amante secreta, si no, a su novia, a su pareja, a la mujer que amaba.
—Tengo una idea. Pero debe ser en la sala, no aquí afuera —dijo Heros, mientras que en su cabeza imaginaba los objetos que necesitaba y la forma en qué lo haría.
—Lo que mi señor diga —comentó Hestia, con humor—. Y no te olvides de mi castigo.
—Si tanto lo quieres, complacer a mi señora es lo primordial.
Los dos ser dirigieron a la sala de estar. Heros se acomodó en el sofá, mientras que le indicó a Hestia que se quedara de pie, aunque sería solo por un momento. Miraba de arriba abajo a su diosa. Cada parte de ella estaba grabado en su memoria, pero no había nada comparado como disfrutar del hermoso paisaje en vivo y de tocarlo cuanto quisiera.
—¿Cuál es la idea que tienes? —preguntó Hestia, percibiendo la pesada mirada de Heros en ella. En este instante se sentía como la presa que era asechada por el feroz cazador, y eso, le gustaba.
—En un rato más. Es parte del correctivo hacerte esperar —comentó Heros, con su dedo índice levantado—. Ahora, quítate el vestido —dijo, con su voz roca y expresión seria
Hestia apretó sus labios y moldeó una sonrisa de complacencia. Eso no era ningún castigo, sino un premio. Lo realizó sin demora, por lo que escarlata vestido cayó en el piso. Luego sacó sus piernas y se corrió hacia un costado Su esbelta figura todavía se mantenía, aunque después cambiaria.
Heros apreciaba el cuerpo de su diosa. Había extrañado contemplar tal obra de arte de la que ahora era único dueño y señor absoluto. No importaba cuántas veces la viera con lencería sexy o desnuda, siempre provocaba en él, un apetito que, en lugar de disminuir, iba aumentando en cada oportunidad. Movió su dedo índice, para indicarle que se acercará a él. Agarró uno de los cojines del sofá y se le puso en su regazo.
—Ya entiendo —dijo Hestia, con astucia. Ya sabía lo que estaba por suceder. Se subió en el mueble y se acomodó en Heros, acostada de lado.
Heros acarició el trasero de Hestia con su diestra, pues de ese lado habían quedado as dura virtudes de su diosa. Apretó las firmes masas, percibiendo el agradable tacto. Alzó su brazo y lo dejó caer de manera inmediata, pero sin tanta fortaleza. Luego, repitió la misma acción, pero con cada ocasión iba usando más velocidad y más fuerza. Le propinaba ásperas nalgadas a Hestia, intercalando un golpe por cada glúteo. En sus oídos podía escuchar la dulce melodía de los jadeos de Hestia, con cada impacto que le propinaba. Estuvo haciéndolo por los siguientes minutos. Notó como la tersa piel Hestia se fue tornando roja y cada vez aumentaba el sonido de sus quejidos, transformándose en melodiosos gemidos.
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La Jefa (BDSM)
Roman d'amourElla es la multimillonaria, fría, arrogante y experimentada, adicta al concúbito. Mira a todos por encima del hombro o con su hermoso rostro levantado, mientras los demás agachan su cabeza, postrándose ante su majestuosa presencia. Hechiza a hombres...