Hestia no sentía vergüenza, ni tampoco era una adolescente con inseguridad. Era directa y sabía lo que quería. No se andaba con vacilaciones, ni siendo niña lo había sido. Tal vez, por esa razón nunca fue la favorita de sus padres, ni la más querida. Era simple, si no estaba de acuerdo con algo no se quedaba callada. Al contrario, exponía su punto de vista y su inconformidad. Desde siempre le había gustado llevar la contraria, a cualquier persona, no importaba quién fuera, hasta con sus ascendientes había discutido, en reiteradas ocasiones, por contradecirlos. Era uno de sus sutiles placeres. Aunque no se comparaba en nada con la satisfacción que le producía el orgasmo. Era Hestia Haller, por supuesto, obtenía lo que quería, a como diera lugar. No había limites ni bondad en su alma; destruir, herir y hasta matar eran aceptables en sus ideales. No importaba lo que se tuviera que hacer, si deseabas algo, debías hacer cualquier cosa que te condujera hasta tu gran anhelo. Una llama escarlata se reflejó en sus ojos verdes, esmeralda. Era un fuego ardiente que arrasaba con todo a su paso, sin tener misericordia o piedad con la que se interpusiera en su camino. La paciencia no era de sus virtudes más aclamadas, pero la sabía usar cuando lo necesitara. Ya había iniciado su más bello desastre. Había esperado mucho para seducir a Heros, y su prórroga ya estaba por acabar. Ahora, le mostraría la diferencia entre una mujer independiente, libre y sin pudor, que disfrutaba de su sexualidad, como una bestia hambrienta de placer. Era considerada una dama de la alta sociedad. Solo era una fachada con la misma sociedad quería verla. Dentro de las cuatro paredes de su mansión, era una desquiciada y perversa ninfómana que disfrutaba de todo tipo de actividades seculares y lascivas, porque solo así podía mantener bajo control a su lujurioso demonio interior.
Heros tragó saliva al momento en que oyó el comentario de Hestia. La diferencia de experiencia y libido, se manifestaba a gran escala; ella lo superaba en cualquier ámbito y tema que se le viniera a su pensamiento. Se sentía pequeño y débil, estando con ella. Pero, al mismo tiempo, atraído y curioso en lo que Hestia Haller podía hacerle o mostrarle. Entendía que, estando con esa preciosa mujer, no había límites, ni pena; solo lascivia y fuego. ¿Este era el mundo que ella le ofrecía explorar? Era como, si al haber aceptado convivir junto a Hestia; se hubiera transportado a otro parte diferente, y de forma simultánea, sabía que debía adaptarse a las nuevas circunstancias, porque si no, no podría estar a la altura, de lo que esa hermosa mujer necesitaba. No estaba preparado para esto; esta situación, lo aventajaba con creces. Sin embargo, también sentía un frío en sus manos, pechos y piernas. Nunca llegó a imaginar que estaría en estas instancias. Sin embargo, quería lanzarse de lleno a esta aventura de fantasía y pasión. Este era su viaje de autodescubrimiento. ¿Y si toda su vida se había engañado y estado en una mentira? Jamás intentó cosas extremas por el miedo, por su timidez y porque no tenía necesidad de hacerlo. ¿Era feliz? Reflexionó lo que había sucedido en los últimos años; ni siquiera le había dado un beso verdadero, a la que decía, era la chica que amaba. ¿Por qué se sentía solo, incompleto y triste? Como si no hubiera hecho nada relevante en el transcurso do lo que había vivido. ¿Qué era lo valioso que había conseguido? Haberle conseguido que Lacey fuera su novia, y después que aceptara ser su esposa. ¿Y dónde estaba ella? ¿Dónde estaba él? Se había conformado con ser el amigo de la infancia, porque no habían realizado nada como una pareja de enamorados que se amaban con locura. Se había sumido en la oscuridad y desesperanza, pero en medio de su lúgubre monotonía, se encontró con la que era una desconocida y atrevida señora que, le había insinuado que se acostara con ella, cambiando y removiendo el orden de su aburrida vida. Había sido una diosa apareció cubierta de brillo celestial, y le ofrecía emprender una travesía prohibida, secreta y traicionera. Quizás, siempre había sido malo, y había fingido ser bueno, porque había caído preso de su hermoso desliz, y le era infiel a su futura esposa; no estaba bien con eso, pero tampoco deseaba detenerse. Era un desleal y un desgraciado, por lo que ya no era digno de la confianza de nadie. Solo había una cosa que podía hacer, y era, seguir quemándose en las llamas de su tentadora falta. La dama de cabello rojo y figura de envidiable belleza, que estaba a merced y lista para enseñarle el más lindo paisaje, le pregunta que sí deseaba continuar con este maravilloso espectáculo. Su voluntad, ya no podía evitar que había caído rendido contra ella, y tampoco era que pensara negarse a la propuesta de su dama. Era su dulce y excitante pecado.
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La Jefa (BDSM)
RomanceElla es la multimillonaria, fría, arrogante y experimentada, adicta al concúbito. Mira a todos por encima del hombro o con su hermoso rostro levantado, mientras los demás agachan su cabeza, postrándose ante su majestuosa presencia. Hechiza a hombres...