35. El nuevo asistente

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—¿Por qué quieres que sea tu asistente? —preguntó Heros, tensando su mandíbula. Estaba si empleo, pero con facilidad pudo haberle encontrado trabajo en otro lugar.

—Así, estarás más cerca de mí, porque de otra manera, tendríamos que esperar a vernos durante días —respondió Hestia, con sinceridad. En eso no le estaba mintiendo—. Además, mejorarás tu hoja de vida y te puedo enseñar algunas cosas, para que, cuando vuelvas a emprender, tengas más éxito. Después de todo, eres mi discípulo, y deseo enseñarte en todas las áreas que manejo.

Hestia bebió del vino y puso la copa en la mesita de cristal. Llevaba puesto un camisón de terciopelo rojo, con una túnica, que hacía juego con su ondulado cabello. Estaba toda de roja, en el que solo variaba a blanco, debido a las partes de su cuerpo que exponía, como el cuello, el busto; debido al escote, los mulos y los las piernas. Se puso ahorcajas sobre el regazo de Heros, y le rodeó la nuca con sus brazos. Veía a los ojos cerúleos de su lindo chico. El cabello marrón y la barba que le cubría la cara, le daban un atractivo irresistible, y ahora, era solo suyo. Guardaba en su cabeza la imagen del aspecto anterior de Heros; una persona podía solo cambiar por fuera, y seguir siendo el mismo por dentro. No obstante, había logrado provocar una transformación doble en él. Ya no era el mismo inocente, ingenuo y virgen, con problemas de confianza y autoestima. Sentí el poderío que emitía el semblante.

Heros alzó la copa encima de su rostro y tomó del vino, mientras lo mantenía en su boca. Acarició la suave mejilla de Hestia, y unió sus labios a los de ella, en tanto le daba de beber. Era correspondido en sus ideas peculiares.

—Acepto tu propuesta —comentó él, con firmeza—. Yo también quiero estar contigo y no esperar para verte.

—Entonces, hay que celebrar por tu nuevo trabajo —dijo Hestia, empujando a Heros en el sofá. Era una relación versátil, en el que cualquiera de los dos podía ser el dominante y el sumiso, sin que hubiera ningún incoveniente—. Y, porque nuestra semana libre, ya ha llegado su fin...

Heros movía su mano, para quitar seguro a la puerta de su casa. Estaba oscura y silenciosa. Encendió las luces y todo estaba como lo había dejado. Se cambió su atuendo, por una casual, y se dispuso a hacer aseo y limpiar los muebles. Abrió las ventanas, para ventilar el lugar. Se quedó viendo hacia la calle, donde los niños jugaban con un balón al futbol. La expresión en los rostros de ella era genuina; nadie era más feliz que un grupo de amigos de esa edad divirtiéndose. No se había detenido a contemplar el paisaje, ya que estaba enfocado en dos cosas: Lacey y su negocio, siendo que el segundo no tenía nada de malo. Pero, ahora podía apreciar mejor lo que pasaba a su alrededor. Descansó en su sofá, cuando terminó de organizar. Olió su ropa; había sudado bastante, por lo que decidió tomar una ducha.

Lacey regresaba de estar con su amante. Estaba enojada por la desaparición de Heros, por lo que había apaciguado su cólera con el otro. ¿Qué estaba sucediendo con Heros? Ya no pasaba rogándole, ni insistía en estar a su lado. Pero, se arreglaría al tratarlo con cariño, y volvería a tenerlo a sus pies, como un perro fiel. Vio las luces encendidas del departamento de Heros. ¿Había regresado? Ni siquiera la había contestado los mensajes, ni tampoco le había avisado de que ya estaba de vuelta. Usó la copia de llaves que tenía y accedió al lugar. Distinguió que había hecho aseo, tanto por olor de los detergentes, que aromatizaban el aire.

—Heros —dijo Lacey, buscándolo por la sala, pero no obtuvo respuesta, como en la ocasión pasada. Entonces, escuchó el agua de la regadera y se dirigió al baño—. Heros.

Heros oyó como una voz conocida pronunciaba su nombre y cerró la llave.

—Sí —dijo él—. ¿Qué sucede, Lacey?

—Eso es justo lo que sucede, nos vamos a casar en tres meses. Hay que terminar los arreglos de la ceremonia —comentó Lacey, tocando el anillo de compromisos en su dedo anular, que solo lo colocaba en el departamento—. Y desapareciste por una semana y dijiste que te ibas a quedar en casa de un amigo, ¿por qué?

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora