26. La frenesí de la diosa

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Heros tuvo que alzarse el bóxer y el pantalón, para poder caminar con normalidad. Se acercó a Hestia, contemplando aquel impresionante paisaje que su hermosa dama le proporcionaba. Las anchas caderas, el firme trasero con esos tonificados glúteos y la línea de la espalda, hicieron que su virtud recobrara de nuevo la dureza, que se volvía a marcar de forma vivida en su entrepierna. ¿Qué debía hacer? Aunque tuviera a su total merced a semejante mujer, que era una auténtica diosa descendida de los cielos, no sabía qué hacer o cómo proseguir su frenética sesión. Su cabeza estaba en blanco, aún le faltaba experiencia para mantener sus pensamientos serenos en situaciones de intensa pasión. Su pecho se inflaba y se vaciaba con rapidez. Respiraba, agitado, pero se mantenía estático, como en un estado de reflexión, aunque en realidad solo admiraba la espléndida vista de Hestia. Entre las diversas opciones que podía escoger, su brazo se movió por sí solo hasta el ondulado cabello rojo de su diosa. Percibía de la suavidad del pelo en la yema de sus dedos. Jamás había querido ser un salvaje durante la intimidad, pero la situación lo encaminaba a mejorar, a evolucionar, para ser digno y poder estar a la altura de los altos requerimientos que implicaba estar con Hestia Haller. Entonces, en un momento de inspiración, pegó su torso al cuerpo de su preciosa señora. Ubicó sus manos sobre las de ella, y las deslizó con lentitud, simulando como si estuviera realizando una requisa de un policía a un detenido. Palpó el abdomen, la espalda, el trasero y las piernas de Hestia; cada parte de la anatomía de ella, era perfecto y majestuoso. Acto seguido, la aprisionó por las extremidades con las esposas de cuero. Observó el armario con la numerosa parafernalia. Buscó una de las máscaras satinadas y se la puso a Hestia, para luego tomar una fusta. Se puso detrás de Hestia y elevó la delgada vara en el aire. Su mano temblaba ante la idea de propinarle un golpe en el trasero a esa mujer que era inalcanzable y poderosa. Las facciones de su juvenil rostro se mantuvieron estupefactas. ¿Qué era lo que estaba haciendo? O más bien, ¿qué estaba por llevar a cabo? Se desconocía a sí mismo. Este hombre no era él, desde que empezó a relacionarse con Hestia, no solo su físico había cambiado, también sus ideales y su propio carácter habían sufrido variaciones. A veces era bueno intentar hacer nuevas cosas y modificar algunos aspectos de lo que veníamos haciendo en el transcurso de nuestra vida. Sin embargo, también se debía saber manejar ese cambio y realizarlo un paso a la vez. Sí, deseaba descubrir ese lado dominante y activo que estaba dormido en su alma. Pero, por ahora, no era de su interés avanzar a un ritmo acelerado y descomunal, porque quería disfrutar de cada instante que pasaba con Hestia. Bajó su brazo y dejó la fusta en uno de los muebles. Se hincó frente a la humanidad de su señora, mirando a gran resolución cada detalla de la hermosa anatomía de su amante madura; siempre recordaba a una rosa en la mañana, cuando había sido empapado por el leve roció. Las gotas de la dulce miel afloraban en la privacidad Hestia de forma hipnotizante. Se apoyó en las caderas, para tener estabilidad. Abrió su boca y sacó su lengua, para luego pegarla directo a la fuente de donde emergía el agradable jugo. Lamía y chupaba los protuberantes labios, que se había tornado más rojizos de lo normal, debido a la reciente faena que habían culminado. Excitado, usó el anular y el medio, para introducirlos en la férvida intimidad de Hestia. Hurgaba el aterciopelado, ardiente y mojado interior de Hestia, en la que sentía las lisas paredes con el extremo de sus dedos.

Hestia disfrutaba de la inexperta, pero salvaje y estimulante diligencia de su chico al comerla allá abajo. Apretaba sus manos y suspiraba ante la ola de sensaciones, que se combinaban con sutiles descargas eléctricas en la parte inferior de su vientre y en su delicada zona. El aire frío del acondicionado del cuarto, se mezclaban con la calurosa respiración de Heros, que impactaba en sus partes sensibles.

Heros estuvo un tiempo moderado saciándose del exquisito manjar de Hestia, ya que lo que quería volver a experimentar era ese calor tan abrazador que lo arropaba en su totalidad en su entrepierna. Se puso de pie y se bajó la ropa, manifestando su erguido atributo, que se mantenía más brioso que al principio. Las venas hinchadas eran la que le daban esa nueva longitud y grosor, de la cual podía presumir, era un gran y excelente taelento natural. Agarró la cintura de Hestia, y se pegó más ella, sintiendo con la punta la grata de blandura de su hermosa dama. Se ayudó con una mano y soltó un gemido al entrar en un solo intento, casi por completo en ella.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora