75. La decisión de la divinidad

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Los dos estaban sentados en el restaurante preferido de Hestia, pero en esta oportunidad Heros había apartado una mesa VIP diferente, puesto que era él quien invitaba. La miraba por encima de la carta de menú. En verdad había querido resistirse y se había controlado por estar con Hestia, pero cada vez que la tenía cerca, su voluntad se derrumbaba ante ella. Era como un adicto que trataba de dejar la droga, pero no podía hacerlo, si seguía oliendo el aroma de su perfume, su cuerpo y sintiendo el tacto de su cuerpo. Era un hombre débil que cedía ante las tentaciones de la vida. Hestia Haller era su más hermoso y ardiente pecado, en el que no se arrepentía de haberse quemado hasta el cansancio. Pero su crimen de infidelidad había acabado el año pasado y lo que hicieran de ahora en delante estaba libre de culpa.

Hestia moldeó una sonrisa sagaz, pues notaba las reiteradas vistas que Heros le dedicaba. Había deseado probar algo desde hace mucho tiempo, incluso, cuando se estuvieron protegiendo de la lluvia, pero los ánimos no estaban para hacer esas cosas y el ambiente que se generaba entre los dos era distinto. Además, ya había pedido perdón y él le debía un capricho, por lo que solo estaba tomando el pago que le correspondía. Encorvó su espalda con naturalidad y se quitó el tacón derecho de manera disimulada por debajo de la mesa, que no dejaba ver nada por causa del mantel; hizo lo mismo con el otro zapato.

—¿Qué recomendación tienen en esta noche para nosotros? —preguntó Hestia, mirando a Heros con un gesto malicioso. Debía distraer el tonto mesero, pero debía mantenerlo un tiempo más allí; eso lo haría más emocionante.

Hestia extendió su pierna y empezó a juguetear con su pie; mordía el pantalón y se lo jalaba. Tocó la rodilla y la reposó en la entrepierna de Heros. Debido a las pequeñas dimensionas del mueble, lo podía hacer sin tanto esfuerzo. Aplastaba de manera leve la virtud del joven, que solo la miraba con un gesto tan frío y serio, que solo le daban más ganas de seguirlo molestándolo.

Heros se mantenía callado, disimulando lo que ocurría, en tanto el mesero hablaba de los platos que recomendaba. Aunque, apenas oía lo que decía, ya que eso no le importaba lo más mínimo, puesto que existía un manjar que era el más delicioso del mundo, que no tenía comparación alguna y era imposible de superar. Intercambió miradas con ella; podía notar como los ojos verdosos de la diosa resplandecían. Si hubiera sido un mes atrás se habría molestado y la habría detenido, pero a él también le gustaban este tipo de situaciones excitantes en las que podían ser descubiertos por el más pequeño descuido. Hizo como si se fuera a acomodar los cordones del zapato derecho, pero en realidad se lo estaba soltado. Se disponía a llevar a cabo lo mismo que Hestia. Notó como ella separaba con ligereza las extremidades, y su pie se escabulló entre la falda sin ningún impedimento, siendo apretado por los gruesos muslos de la divinidad. Ahora, podía sentir la noble blandura de la diosa con la punta de sus dedos; los cuales movía con ligereza, siendo el pulgar con el que más percibía el contacto. ¿Qué era lo que hacía? Le estaba siguiendo el juego a esa soberbia mujer. Era que la razón y la inteligencia lo abandonaban cuando estaba junto a ella. Después de todo, si era un tonto sin remedio, que era incapaz de caer rendido ante Hestia Haller. Sin embargo, ella había pedido perdón. ¿Eso era suficiente? Claro que no; tenía que sufrir. Pero nunca se estableció la manera en que debían hacerlos, y ellos no eran una pareja convencional. Ambos tenían gustos peculiares y retorcidos, que era la esencia que los hacía único y los distinguía del resto de las parejas convencionales.

Hestia y Heros se observaban, mientras jugueteaban con los pies a escondidas. Ninguno se inmutaba por lo que sucedía, hasta que quedaron solos, puesto que le expresaron al mesero lo que deseaban comer, aunque ninguno le dio importancia a la comida y aceptaron la recomendación que le había hecho.

Hestia había estado demasiado tiempo en abstinencia, que su cuerpo reaccionaba de manera intensa y con rapidez al tacto del chico que tanto placer le daba. Habían terminado su relación y estaban molestos, pero anhelaba volver a sentir a Heros dentro de ella, antes de que no pudieran hacerlo, debido a que el embarazo estaría más avanzado. Cada fibra de su ser se incendiaba en un fuego que hacía que su piel ardiera. Quiero que me hagas tuya, pensó, deseo que vuelvas hacerme tu mujer. Había perdido esos privilegiados derechos de los que había gozado por bastantes meses. Ahora, estaba allí, con unas enormes ganas de tener relaciones con Heros y que la volviera a empinar contra la pared, la mesa o con lo que fuera. Su respiración se agitó, incluso con el limitado estimulo de los dedos del pie de Heros en su divinidad. Apretaba las piernas, mientras una terrible comezón le nació en su humanidad.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora