30. Las réplicas

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—Entonces, que comience el juego.

—¿Qué tienes planeado? —preguntó Heros, mientras deslizaba sus manos por la espalda de Hestia.

Heros la acercó más hacia él; ansiaba sentirla, tocarla y degustar el aroma que emanaba de ella, como si fuera un adicto que necesitaba la dosis de su droga, para poder calmar sus ansias. Ser adicto al sexo también era algo que debía tratarse. Sin embargo, su deseo también iba más allá de solo lo físico. Encontraba necesario estar con Hestia de cualquier manera y en todo sentido posible.

—Bueno, en realidad, no es tan difícil. —Hestia dirigió su mirada al lugar donde reposaba el maletín que recién le había entregado, y que había estado cargando—. Vamos a jugar al policía y al ladrón, combinado con las escondidas. Pero, debes llevar ese portafolios, y entregármelo cuando logres atraparme. Yo haré lo posible para que no me aprehendas, señor agente, por mis delitos. —Le mordió el labio inferior a Heros—. Y confieso, que soy culpable —susurró.

Heros se excitaba ante las provocaciones de Hestia; cada vez necesitaba más de ella, como si fuera un alucinógeno, a la que se iba haciendo dependiente de tomar, cada vez con una dosis más grande y con mayor frecuencia. Apenas empezaba con su adicción, por lo que era imposible detenerse o abstenerse.

—¿Qué pasará cuando logre alcanzarte? —interrogó él, con entusiasmo. Ya no contenía su deseo, de hacerle el amor.

—Bueno, no es un secreto, que podrás hacer lo que quieras con mi cuerpo —comentó Hestia, con picardía—. Sin embargo, tienes hasta las diez de la noche para conseguirlo, y no puedes equivocarte en tu elección. Si me confundes. —Hestia se puso de pie, e inclinó su cabeza hacia atrás—. Game over —dijo ella, haciendo alarde de su acento inglés—. No habrá premio. Además, luciré de una forma distinta. Tú también puedes hacerlo.

—Entiendo —contestó Heros, al saber lo que se estaba jugando. Endureció las facciones de su rostro—. Solo necesito cambiar una cosa.

Heros luego de recordar las reglas de la partida, volvió a la realidad. Miraba a la mujer que enfocaban las pantallas, con sus ojos verdes, por los lentes de contacto que se había colocado, ya que era lo único que había modificado a su apariencia. Mantuvo su vista fija en Hestia, sabía que era ella, puesto que no habría forma de que no pudiera reconocerla, luego de haber trazado cada parte de su cuerpo en el suyo, en la yema de sus dedos y en sus labios. Ni siquiera perdiendo la vista podría confundirla, estaba seguro de ello. Aunque ella se había colocado una peluca negra, con peinado de hongo, justo como aquella ocasión cuando le había bailado en la habitación púrpura. Se había puesto un fascinante vestido de encaje oscuro, con una abertura que mostraba la pierna derecha, escote en "V" y mangas largas que eran transparentes en algunas partes. El bello rostro era tapado con ligereza con un antifaz, y la boca le brillaba por el vivo lápiz labial rojo, que se había untado. Así que, ya la había encontrado. Pero, ¿este juego sería tan fácil de ganar? No, era Hestia Haller, no habría manera de que fuera tan sencillo. Además. La condición para ganar era atraparla sin equivocarse, no solo hallarla, y ella se había manifestado ante su presencia por voluntad propia, como si le estuviera dando el mensaje, que no necesitaba ocultarse. Entonces, ¿cuál era la trampa? Debía haber algo que esa perversa, hermosa y astuta mujer había preparado. Aunque, todo parecía en orden y no había indicios de que ocurriera algo imprevisto.

Hestia contemplaba la fiesta desde el segundo piso de la fantasiosa mansión. En las películas y las historias de amor, la princesa o la damisela bajaba por las escaleras con su exuberante vestido hecho por magia. Sin embargo, este cueto de hadas no era igual a los demás. Así que, se dio medio vuelta sin despegar su cerúlea mirada de Heros, ya que se había puesto lentes de contacto azul, por lo que habían hecho un intercambio color con los de Heros. La punta fina de su tacón sonó en el piso de la enorme casa, al dar un paso hacia atrás. Apenas le mostraría a su joven amante, lo que había preparado para él. Lo siguió viendo por encima de su hombro, en tanto se alejaba de forma lenta y provocadora.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora