51. Despedida de soltero

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Hestia dio dos aplausos, como señal a sus ayudantes, quienes caminaron de forma ordenada a la mesa, para dejar la bandeja. Sin embargo, las que tenían la distinta parafernalia, las tomaron y se colocaron alrededor de ellos. Avanzó hacia Heros con majestuoso paso y se detuvo. Miraba a su bello amante al cual le daría una de las mejores despedidas de soltero. Se sentó el cómodo regazo y le retiró el saco, luego comenzó desabotonarle la camisa y de igual manera se la quitó. El abdomen esbelto y masculino se revelaba ante su vista. Le acarició los pectorales, deslizándose hacia los pronunciados cuadrados. Tanteó los músculos que hacían alarde de la fuerza que tenía. Cada parte del cuerpo de Heros era producto de su guía y su intervención, así como de los nuevos ideales que ahora poseía. Se puso de pie y alzó su diestra. Movió su índice en dirección de una de las enmascaradas, y ella se acercó al instante, modelando con lo que traía.

—Aquí tiene, Diosa —dijo la extraña, mientras le rendía respeto.

Hestia sostenía la cuerda de nilón rojo que le habían entregado. Pasó por la parte trasera del asiento de Heros, y le llevó ambos brazos hacia atrás. Entonces, procedió a amarrárselos en el reverso del mueble, en tanto enrollaba la cuerda y realizaba los nudos apropiados, con suma técnica y facilidad al hacerlo, como una artesana fabricando su producto. Allí se entretuvo, pues no había prisa por acabar. Se tomaría todo el tiempo del mundo, para inmovilizarlo. Luego pasó a sujetarle las piernas en las patas de la mesa, y así terminó de aprisionarlo. Se dio media vuelta y se despojó del abrigo que la cubría y lo arrojó hacia un lado, exhibiendo sus medias veladas que le llegaban hasta los muslos, y que estaban unidos por tirantes hacia un encantador cinturón de encaje en la zona baja de su espalda. Le dedicó una sonrisa perspicaz a Heros, para después mirar a través de la pared de espejo que estaba en la habitación. Inclinó su cabeza hacia arriba y dirigió su enfoque hacia delante, donde se encontraba la que sería la pieza principal del baile que había preparado. Se aferró a la barra acero inoxidable pulido y se quedó inmóvil, de costado, como una estatua. El liguero se podía apreciar en su duro abdomen, que no alcanzaba a ocultarle el punto ombligo. Sus antebrazos estaban arropados por unos guantes, que se sostenían en su dedo medio. Además del sexy sujetador, ese era el provocativo atuendo que se había puesto, para conmemorar la despedida de soltero de su querido.

En tanto, otra de las enmascaradas presionó el botón del control y la música dio inicio en el cuarto. Lenta, exótica e incitadora, así era la canción que estaba siendo reproducida en la privacidad de la recámara.

Hestia levantó su pierna izquierda y llevó su brazo zurdo hasta su cadera, para luego hacer varias figuras circundantes con su cintura. Se colocó de frente a Heros y expuso más de su composición de movimientos sensuales. Se agarró con ambas manos en la barra y se mantuvo en al aire por pocos segundos, mientras manifestaba la flexibilidad de sus extremidades al abrirlas en un ángulo llano. Bailaba con sensualidad y mucha destreza, dando giros, sosteniéndose y expresando un ritmo avasallante. La expresión en su rostro era seria, pero combinado con un poco de sutil picardía. Hacía alarde de su talento para la danza erótica, en la que se destacaba en striptease, chair dance, pole dance y la danza del vientre; la cual era egipcia, y que, con esta exhibición artística, ya le había enseñado tres de sus cuatro disciplinas. De pequeña había sido instruida por las mejores maestras ballet, y a eso, le debía elasticidad, ya que eso le había ayudado en el futuro para las demás modalidades. Después de todo, había sido criada como una niña de la alta sociedad, pues eso era, dado que su familia era adinerada y conservadora en la educación. Quizás, por esa enseñanza encaminada a la perfección y a la supresión, su alma se había desatado y se había convertido en lo que era hoy en día; una mujer libre y poderosa que vivía su sexualidad como le diera gana y que daba rienda suelta a sus fantasías carnales. ¿Quién decía que las mujeres no podían disfrutar del sexo a voluntad y a placer? Descubrir y explorar más allá de hacer del misionero. ¿Qué no podían ser lascivas y dominantes en la cama? Si la sociedad estaba acostumbrada a la pasividad y la sumisión de ella ellas en las vivencias pasionales, entonces, rechazaba la naturaleza, porque se levantaba como una diosa lujuriosa y perversa, a pesar de que, según los mitos, era una de las tres vírgenes, puras y castas. Solo decidía y escribiría su destino, como la inextinguible deidad que era. Hizo desplazamientos en el suelo por pocos segundos, ya que no debía descuidar el objeto principal. Al final de su coreografía, se subió en la parte alta de la barra y se mantuvo allí, estirándose y rotando alrededor del elemento. Habían pasado casi cuatro minutos y treinta segundos. Su cuerpo estaba agitado y emocionado, por darle su última presentación al chico que había logrado robarle el corazón. En acto concluso de su magistral presentación, se fue deslizando hacia abajo y concluyó, sentada en el suelo, aferrada al barrote de acero, en tanto clavaba su oscura vista en el hombre al que había amarrado en la silla con las cuerdas de nilón rojo. Deseaba que hubieran tenido más tiempo para divertirse con Heros. Sin embargo, esta sería la última de todas. No era momento de lamentos, sino de disfrutar de la maravillosa velada que había arreglado para la noche. Su piel evidenciaba la transpiración de llevar a cabo dicha rutina, que ponía a prueba, fuerza, ritmo y su plasticidad corporal.

—C'est l'heure des desserts —dijo Hestia, con ansias. Las ganas de seguir con la sesión cada vez avivaban más sus bajos instintos.

Hestia avanzó hacia Heros y se detuvo a escasos centímetros. Notaba la rigidez en la entrepierna de su lindo chico. Sin embargo, hoy había preparado un artículo nuevo, debido a la ocasión especial. Destrabó la hebilla del cinturón y la corredera. Le bajó el pantalón, hasta donde pudo, ya que las ataduras con el nilón rojo le impedían quitárselo por completo. Levantó su pierna y ubicó la aguja de su tacón en la parte de madera, mientras que, con el resto de la suela, le aplastó con ligereza la erección. Observaba la retadora mirada de Heros, que se mantenía inexpresivo y calmado ante lo que pasaba, sin emitir ninguna palabra o ruido de dolor. ¿Cuánto podría soportar? Eso lo pondría a prueba de inmediato. Chasqueó sus dedos y recibió el objeto que había preparado para esta ocasión tan especial. Debía castigar al valeroso héroe, para mostrar su dominio sobre él. No había encontrado quien la sometiera, pero con Heros podía ser volátil, tanto pasiva como imperante. Expuso el anillo vibrador de tonalidad negra que sostenía. Lo hizo rodar en su índice, siempre con su semblante perverso, que, en esta oportunidad, solo se podía apreciar en un gesto arrogante en su cara. Luego le deslizó con lentitud el bóxer, para que aquella firmeza se alzara al instante.

Las testigos quedaron embelesadas con la longitud que estaba despierta en la sala. Su rol era el de asistentes y espectadoras. Sin embargo, no tenían prohibido tocarse a sí mismas. Se acariciaban el cuerpo, los pechos y el trasero, con la idea de que aquel gran talento pudiera estar dentro de ellas.

Hestia se puso de rodillas y se apoyó en los muslos de Heros. Acumuló saliva, para dejarla caer en la cabeza del erguido talento; la cual se fue deslizando hasta el comienzo de la humanidad de su amante. Al haber realizado los preparativos, fue arrastrando el objeto alrededor de la firmeza de Heros, en el camino le acomodó la bolsa de los testículos y se le dejó bien sujetada. Activó el vibrador en el nivel más lento. Detalló como el sutil movimiento hacía estremecer a Heros. Los jadeos de estimulación y las expresiones que alcanzaba a notar con claridad a través de la máscara de su chico, encendían su lado más malévolo. Había grabado el bello rostro de su aprendiz en su memoria, para nunca olvidarlo, incluso, si perdía la vista, sería capaz de recrear esos gestos tan lindos. Se llevó a la boca la vigorosa virtud, la cual se revolvía, como si fuera un manso torbellino, debido al aparato que le había colocado. Efectuaba una diestra felación, cuya técnica había desarrollado con el paso de los años al practicar con sus juguetes de goma. La nueva experiencia le daba un poco de cosquillas en su paladar. Agarraba el don de Heros con ambas ambos, comprimiéndolo y frotándolo. Subió de nivel la oscilación del anillo vibrador. Saciaba su apetito, devorando aquel exquisito manjar, como un largo helado que se derretía en sus cincelados labios. Miraba a su reflejo en el muro de espejo, para contemplar la escena. La escena perversa y mundana era de lo más maravillosa. Engullir la entrepierna de un hombre hermoso era de lo más delicioso que se podía llegar a hacer en esta vida.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora