71. La confirmación

80 6 0
                                    

Al día siguiente, estaba sentada en el consultorio, luego de hacerse la prueba de sangre. Había esperado por un buen tiempo. Era paciente, pero por esta vez, estaba ansiosa por conocer los resultados. Solo la idea de comprobar lo que era demasiado evidente, le hacía erizar los vellos de su tersa piel.

—Felicitaciones, señora Haller, está embarazada —dijo el doctor, que leía los resultados—. La recomendaré a la mejor obstetra del país, para que esté al cuidado de usted y de cada fase de del embarazo. Además, le voy a sugerir una colega nutricionista, para que tenga la mejor dieta en esta etapa de su vida. —El médico continúo hablando.

Un hijo, pensó Hestia, mientras asimilaba la noticia. Sus piernas tiritaban, sus manos temblaban y su cabeza se quedó en blanco. Un hijo de Heros y mío, se repitió.

Hestia salió del inmenso hospital. Se había colocado un abrigo escarlata, debido a la nieve y al frío que hacía en esta época del año. Su respiración formaba un humo blanquecino. Reposó la mano derecha en su vientre y moldeó una sonrisa tensa y astuta. Había confirmado lo obvio. "Desde hoy, nada nos vinculará", recordó las palabras de Heros. Tal como lo había planeado, la última cena había dado los frutos de su amor. Ahora estarían conectados por siempre. ¿Qué era lo que debía hacer? Él ya no la iba a contactar. Había pasado más de un mes de su separación y ya había agotado su paciencia cuando el dead time, que había hecho en el pasado. Acaso, debía irse de viaje y esperar cuatro u ocho años para empezar de nuevo, como una familia feliz. Muy cliché, pensó, no soportaría tanto tiempo lejos, y eso significaría le quitaría el derecho a Heros de ver crecer a sus hijos; se saltaría los años de espera y adelantaría los sucesos de su historia. Solo ella era quién tenía el poder de hacerlo. Ya no tenía necesidad de mentir o de guardar secretos, porque su venganza había terminado. ¿Tendría que dar su brazo a torcer, rendir su voluntad y ser ella quién vaya por él? Era una situación lamentable, para su persona. Mejor no le digo nada, antes que doblegarme. Luego suspiró con resignación y expresó un gesto de antipatía. Estaba obligada a contarle a Heros. Ya tenía una excusa, para buscarlo a él. Su celular sonó en su bolso. Lo sacó sin apuro y se mantuvo mirando la pantalla por varios segundos.

—Señora Haller —dijo una voz masculina, desconocida y nueva.

—Habla —dijo Hestia, de forma imperativa.

—Ella ha organizado un viaje mañana hacia el país y la ciudad donde usted se encuentra —dijo el hombre.

—¿Así tan de repente? —preguntó Hestia. Frunció el ceño. Era rato, nunca en todos estos años había recibido una llamada de ese contacto. ¿Y por qué justo lo hacía cuando había recibido la noticia de que estaba embarazada? Tuvo el presentimiento de que estaba siendo perseguida.

—Sí, mi señora. Solo mandó a organizar el viaje para mañana. Dio la orden hace poco.

—¿Y el motivo?

—No mencionado nada respecto a eso.

—Bien. Envíame los datos del lugar y a la hora en que llegará —comentó Hestia, con seriedad.

—Como ordene, mi señora —respondió el extraño.

Hestia tensó las facciones de su rostro. El desarrollo de la situación tendría un imprevisto, pero tenía la corazonada de que ella lo sabía; la mujer que más odiaba y que ostentaba la distinción de su archienemiga. Ambas habían nacido solo para destruirse y pelearse. Entró a su auto, cuya puerta le fue abierta por el chofer.

—¿A dónde desea ir, Ms. Haller? —preguntó el escolta, con sumisión.

Hestia había estado un mes sin verlo y debido a la noticia que había recibido, las ganas de observarlo, aunque fuera desde la distancia, habían aumentado de gran manera. Además, podía culpar a las hormonas del embarazo.

—Quisiera un helado o un café —dijo ella, con sagacidad—. Vallamos allá...

Heros estaba sentado en su tienda. Se había colocado en una de las mesas que estaba pegada al cristal de la pared, que daba vista a la calle y la carretera. Una taza de café, humeante, se ubicaba al lado derecho, junto con un postre. Leía el libro "LA MADRE DE MI NOVIA". Era el que le había recomendado a Hestia, y aunque la hiciera pensar en ella, también le gustaba la trama del libro, porque de cierta manera les recordaba a ellos. Mas, el correspondiente para su historia sería. "LA JEFA DE MI PROMETIDA". Ahora que lo decía era un buen título; tal vez debía escribir una novela, en el que narrara los acontecimientos que habían sucedido, como una historia de ficción, manteniendo la identidad de los protagonistas bajo secreto, por supuesto. Suspiró con cansancio. Sin Hestia, todo era tan aburrido. La soleada era su única compañera en este tiempo. Bebió de su café y comió del postre. Se entretuvo leyendo un largo leyendo; era lo que podía distraerlo. Susurros y miradas lo fueron distrayendo. La mayoría de personas que asistían al lugar eran estudiantes, universitarios y familias con sus hijos. Las chicas lo veían con incitación y de manera reiterada. Se le había olvidado el cambio drástico, físico y mental que había tenido gracias a Hestia. Nunca había sido el chico atractivo y popular que se robaba la atención, y como había estado encerrado en su departamento, no lo había sentido hasta ahora, que había decidido salir al mundo de nuevo.

Las muchachas suspiraban y babeaban por aquel hombre que desde hace una semana había estado asistiendo a la tienda. Una lo vio y les dijo a sus otras compañeras, atrayendo más clientes. El helado, el café y los postres que se vendían en aquel sitio eran buenos y deliciosos, pero ninguno se comparaba con al bizcocho tan lindo y misterioso, que solo iba a leer. Era como un Adonis o un Eros, porque irradiaba belleza y sensualidad, y más con su expresión sería.

—Oye, ¿están libres? —dijo una las chicas, preguntando sobre los puestos que estaban al frente y al lado de Heros, ya que siempre se sentaba solo. Aunque, nada más querían abordarlo.

—Sí —dijo Heros, sin mayor interés.

—¿Podemos sentarnos?

—Claro.

—No te incomodamos, ¿cierto?

—No.

Las muchachas se apoderaron del ambiente. Charlaban entre ellas, dándole miradas al hombre atractivo y bello. Luego de hablar de vanidades, una de ellas expresó que no había entendido uno de los problemas que había dejado pendiente el profesor. Sacó su libreta y se los enseñó.

Heros miró de reojo los apuntes de la chica que se había sentado a su lado. Cerró su libro y lo guardó en su mochila. De esa manera, intervino y se unió a la conversación, explicándoles cómo resolver el ejercicio, sin mostrarse creído o altanero.

—He entendido mejor, a que cuando lo explicó el profesor —comentó una de ella.

—Es cierto, ha sido más claro —dijo la segunda.

—¿También estudias? —preguntó la tercera.

—Ya me he graduado —respondió Heros, con neutralidad. Ellas eran muy enérgicas y le preguntaron bastante. No recordaba haber hablado tanto con sus compañeras de universidad.

—¿Me puedes dar tu número? —le dijo una de ellas. No contenía su interés por Heros y le dedicaba una pícara sonrisa.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora