Heros agarró por las caderas a su irresistible amante y le dio media vuelta. La ayudó a quitarse la falda y la. Puso su mano zurda en la parte baja del vientre y con la diestra, hizo fuerza para encorvarle la espalda, haciendo que se apoyara en el escritorio. Su corazón latía acelerado, producto de su gran excitación. Incluso, sus brazos temblaban y a pesar del calor que sentía por dentro, su cuello y su torso estaban gélidos. Los recuerdos de su niñez pasaban por sus pensamientos y llegaban hasta el momento en que tenía a su merced a tan preciosa y curvilínea mujer, que era diez años mayor, millonaria, su jefa y su amante. No sentía ningún remordimiento, ni culpa por lo que estaba haciendo. Hace algunos minutos su prometida estuvo en la oficina, mientras le daba sexo oral. Eso lo hacía una mala persona y un hombre atroz y detestable. Sin embargo, lo único que quería era recorrer cada parte de esa obra de arte que estaba a su merced, servida en bandeja de plata. Las medias veladas en las piernas, que dejaban un ligero espacio, para que se le vieran solo los muslos eran incitadores, y, era completado con los tacones de aguja. Deseaba que, esto no terminara nunca, y menos, sin llegar a probar y apreciar hasta los lugares más sombríos de Hestia. Reposó sus manos en los glúteos de su diosa y los apretó con la totalidad de sus manos. Siguió, dándole algunas nalgadas, hasta dejárselas rojas. Jugueteaba en la retaguardia de Hestia de manera prologada, como jamás lo había hecho en ocasiones anteriores. Su gesto perverso revelaba sus intenciones. En algunas ocasiones se topaba con la verde mirada de Hestia, que lo observaba por encima del hombre. Ver como los labios de su hermosa dama temblaban ante sus caricias, hacían que sus ganas de llegar más lejos aumentasen de una manera tan lasciva y extrema, como sabía que a ella le gustaba. Se irguió a la altura del firme trasero de Hestia y le lamió cada una de las nalgas, para después darle un mordisco. Degustaba los apetitosos duraznos que le ofrecía su bella divinidad. Antes de conocer a Hestia, tenía una ideología tranquila, romántica y dulce de hacer el amor. Pero, la conoció a ella, a la distinguida e ilustre señora Haller, CEO de una corporación, que se mostraba ante el mundo con sus costosos y elegantes atuendos de la alta sociedad, mientras caminaba custodiada por escoltas. Y, Hestia, le mostró los lados más excesivos, lujuriosos e intensos de la sexualidad. Además, no solo era que había conocido este mundo insano lleno de promiscuidad. Si no, que, teniendo a Hestia como su amante, sentía que podía superar cualquier extremo de la moral y la ética, porque ella estaba en esa misma sintonía de impureza e indecencia carnal. Sus ojos brillaron al enfocar la única zona oscura de la divinidad de Hestia. Apretó con fortaleza, agarrando la tonificada carne en sus dedos. Entonces, acercó el rostro hasta el centro y para darle un beso a la parte privada de ella. El hecho de no haberle pedido permiso, ni haberle avisado, generaba un estado de rebeldía y poder en su ser.
Hestia rasguñó la superficie lisa de su escritorio al percibir la humedad de la boca de Heros en aquel reservado lugar. Apenas y se estaba recuperando de su avasallador orgasmos, y se sentía diferente ser estimulada en ese punto, que no habían tocado en las sesiones anteriores, y que resultaba sensible. Le fascinaba y la enorgullecía que se hubiera atrevido a tomar la iniciativa de explorar un sitio nuevo. Mas, ya lo había pensado en una ocasión futura, pero era mucho mejor que él lo hiciera sin necesidad de su sugerencia. Ya que estaban retomando sus pasionales encuentros, debían hacerlo por todo lo alto, y probar otras experiencias. Además, si lo iban hacer en su despecho, sería algo que jamás olvidarían. Se mordió el labio, solo ante la idea de que en pocos minutos estaría siendo embestida por allí con aquella dura y gruesa virtud que se había incrustado en su humanidad. Había tenido relaciones con hombres el pasado. Sin embargo, el único que era digno de tener ese privilegio era su atractivo Heros, que había sido capaz de robarle los suspiros y de hacerle latir su seco corazón. A Heros le regalaría su primera vez por detrás. Sin duda alguna, si era a él, estaba encantada con darle todas sus purezas. No había congeniado, ni se había sentido tan a fin con alguien, que con su lindo chico. Aunque fuera un joven, era quien la hacía sentir una mujer plena, libre y viva. Suspiraba ante la ante la novedosa estimulación en su recto. ¿Dónde había estado escondido? Debido a la ausencia de Heros, había pasado años con juguetes, que en el tiempo en que estuvieron separados se volvieron obsoletos al no poder hacerle experimentar, ni la mitad del placer del que Heros era capaz de darle. Sus piernas temblaban, sus dedos rígidos arañaban la mesa y sus labios eran incapaces de mantenerse juntos; tiritaban por la excitación, que inundaba por segunda vez su cuerpo, en cuestión de minutos. Las emociones de las que se había privado por estas semanas, regresaban a ella, con más ímpetu que en el pasado.
Heros estuvo enfocado en su trabajo por varios minutos, hasta que las ganas de estar dentro de su diosa. Puso recto su tronco, para bajarse los pantalones y el bóxer, que contenían de forma dolorosa su vigorosa erección. Se desabrochó la camisa, para mostrar su abdomen marcado. Usó su mano para acomodarse en los turgentes y resbaladizos labios de Hestia. La agarró por las caderas y fue moviendo su cintura hacia adelante con lentitud. Gimió al ser comprimido por la tela caliente, que lo apretaba de modo glorioso. Había extrañado el poder sentir el fuego de su preciosa amante. Se empezó a mover de forma moderada, embistiéndola, par al paso del tiempo, ir asaltándola con mayor intensidad.
Hestia escuchaba el sonido de sus glúteos cuando eran golpeados por los muslos de Heros. Al fin estaba completa de nuevo. La dura virtud de su chico la expandía bajo su vientre. Sus gemidos ya no podían ser suprimidos ante las acometidas de Heros. Dejó caer su torso contra la superficie del escritorio. Sus pensamientos se iban nublando, pero era consciente de que no estaban utilizando protección. Era imposible de contradecir; el sexo era maravilloso. Sus vellos se erizaron al percibir la respiración de Heros en su oreja. Ese jovencito la haría morir de placer.
—Boca arriba —dijo Heros, de forma imperativa y con voz ronca. Ahora era quien daba las órdenes y no su sexy jefa de cabello de carmesí—. Quiero ver tus pechos, mientras lo hago.
Hestia obedeció sin demora la consigna de Heros. Aunque, no le gustaba que otros le mandaran, solo había un hombre que tenía el poder de dárselas, y se hallaba en este momento colado en su ardiente humanidad. Se abrió de piernas para recibirlo en contra de su intimidad.
Heros le desabrochó la camisa y le retiró el sostén. Los senos de su diosa aumentaron su volumen al instante. La mancha rosada que circundaba los rígidos pezones, siempre lo hipnotizaban. Eran tan hermosos, que podía estar pegados a ellos durante todo el día. Los lamió a cada uno, en tanto se mantenía quieto dentro de ella. Luego, levantó su cuerpo para seguir atacándola.
Hestia inclinó su cuello, para observar como el erguido atributo que tanto le gustaba, entraba y salía de ella. Sus negras pupilas reflejaban la escena con deleite. Se apretó los pechos y abrazó a Heros con sus extremidades. Ya no solo sentía el placer del sexo, sino, también, su corazón latía de forma diferente al poder estar con el hombre del que se había enamorado. Hasta su alma se desnudaba ante Heros.
—Me gustas —susurró Hestia, de una forma tan imperceptible que apenas y ella misma pudo escucharlo. Pero voy a matar al amor que siento por ti, pensó, en tanto se estremecía por las acometidas Heros.
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La Jefa (BDSM)
RomanceElla es la multimillonaria, fría, arrogante y experimentada, adicta al concúbito. Mira a todos por encima del hombro o con su hermoso rostro levantado, mientras los demás agachan su cabeza, postrándose ante su majestuosa presencia. Hechiza a hombres...