Al día siguiente, como había sido planeado, se casaría con Heros y no volvería a verse con Danniel. Al ir caminnado con su padre, se asustó un poco al distinguir la presencia de Danniel entre los invitados. ¿Qué hacía allí? Por lógica no tenía que haber venido. ¿En qué estaba pensando? Ojalá y no se le ocurriera hacer un escándalo o gritar que se oponía al matrimonio, lo mataría por ser tan insensato e imprudente. No obstante, al avanzar la boda y al haber dicho que sí al padre cuando este le había leído los votos, todo el lugar se mantenía en silencio, esperando la respuesta del novio. Un escalofrió la recorrió el cuerpo, presentía que las cosas no estaban yendo bien. ¿Por qué no respondía? Desde niños habían estado juntos y de adolescentes él había estado tratando de enamorarla, hasta que accedió a estar con él, para luego darle el sí a su propuesta de bodas. Siempre había estado buscándola y queriendo complacerla en lo que quisiera. Entonces, ¿por qué no contestaba? Habla de una maldita vez, maldijo en sus pensamientos. Miró a Heros, con su rostro expectante y su corazón lo entendió al instante, Heros ya no deseaba casarse. La manera en la que veía era diferente y distante.
—No quiero.
—Disculpa, ¿qué es lo que has dicho? —preguntó el sacerdote, confuso y asombrado.
—¡Ha dicho...! ¡Qué no quiere! —exclamó la extraña desde la enorme puerta del recinto, todo esto en un tosco acento francés.
—¿Quién es esa? —preguntó Lacey, anonada, pero sin obtener solución a su cuestionamiento.
Los hechos prosiguieron, hasta que Lacey supo quién era la mujer de negro, que había irrumpido en su matrimonio y observó el ferviente beso, que su jefa le propinaba a Heros en la iglesia, delante de todos.
La respiración de Lacey ya empezaba a agitarse ante la conmoción del asunto. ¿Cómo era posible que Heros se estuviera besando con esa anciana? Entonces, recordó ese curvilíneo cuerpo de su jefa y la manera en que ambos se habían revolcado como animales salvajes en todas las posturas en aquella habitación exótica a la que Danniel la había llevado.
—¿Qué es esto? —dijo Lacey, mientras sus piernas temblaban y una presión le asaltaba el pecho.
—Así como pueden apreciarlo. El prometido no quiere casarse, porque no ama a Lacey. Ahora está conmigo. Yo soy la amante de Heros. Y mi nombre, no es necesario que lo sepan. Deberán estar pensando que el novio es un hombre despreciable y detestable, que engañaba a su hermosa y amable prometida. Sin embargo, esa no es toda la verdad de este problema. Tú, el de allá. Puedes colocarte de pie, por favor. Para que después no digan que uno no tiene modales.
Lacey entendió el motivo por el que había contratado a Heros para que fuera su asistente, el recorte de horas en su trabajo, los regalos y cuando dijo que no podía asistir a la boda, todo había sido parte su plan, para este preciso momento, en que estaba por revelar la multitud y exponerla de forma pública que tenía una aventura con otro hombre y que estaba engañando a su prometido. Había sido una tonta, por haber confiado en esa despreciable mujer. Se había dejado engañar y endulzar sus sentidos con los permisos y regalos que le había dado. Sus manos temblaban, sus oídos solo oían un canto silencioso y sus ojos nada más veían oscuridad. Había quedado anonada y perpleja, como una estatua clavada en el piso de la catedral.
—¿Puedes decirnos qué tipo de relación tienes con la novia?
Las pupilas de Lacey ensancharon tanto, que su iris se tornó todo de oscuro, y el color de su mirada parecían ser de color oscuro y no café, como era su tono natural. Era por esto que Danniel no tenía que venir, si no estuviera aquí, habría podido negarse o inventar alguna excusa, o, podía hacerse la víctima. Pero si estaba Danniel presente, no podía actuar de una forma en la que pudiera arrepentirse. ¿Qué debía hacer? ¿Qué debía hacer? Aunque, podría actuar como una novia dolida que había sido engañada por su novio e ignorar a Danniel, como si jamás lo hubiera conocido. Sus ojos se cristalizaron ante la situación que vivía. Había sido acorralada por esa vieja bruja, hasta el punto que lo único que le quedaba por hacer era revelar la verdad. Siempre estuvo en las palmas de las manos de su odiada jefa.
Los dos amantes se mantenían en silencio, sin ni siquiera alzar la cabeza.
Danniel se mantenía mirando hacia el piso, pero enfocándose en Lacey. No aceptaría que era el amante de ella, porque eso la dejaría expuesta. Además, era posible que estuviera ideando una excusa para salirse de este problema en el que se encontraba. No importaba si negaba su relación o él mismo, diciendo que no lo conocía y que nunca se habían visto. Sea lo que fuera lo que Lacey expusiera delante de todos, eso sería lo que apoyaría, porque no quería que aquella dama de negro se saliera con la suya con tanta facilidad. Al menos, tendrían que hacerle frente, a pesar de que se encontraran entre la espada y la pared. Recordó, entonces, la escena de esos dos teniendo relaciones en el cuarto de aquel establecimiento. El chico no parecía tener conocimiento de eso. Todo debía ser plan de esa desquiciada mujer, en verdad estaba loca, al hacerlos mirar cómo se acostaban. Los había citado en esa recámara, nada más, para que observaran cómo fornicaba con el ya no tan ingenuo prometido, que se había transformado en el amante de una señora de la alta sociedad; esa mujer era malvada y una desquiciada maniática. Y para ser sinceros, le agradecía a esa lunática, ya que deseaba que no hubiera boda y que Lacey dijera que eran amantes, porque así tendría una oportunidad de estar con ella.
—Así que ninguno de los dos tiene el valor de decir la verdad. Esperaba que, bajo estar circunstancias, tuvieras un poco de vergüenza, Lacey. Veo que no tienes remedio.
Lacey divagaba en sus pensamientos sobre las respuestas que podía dar. Conocía a su desagradable y odiosa jefa, si se había aparecido de esta manera y les preguntaba si qué tipo de relación tenían, era porque tenía pruebas que validaran sus acusaciones. Después de todo, era la jefa y CEO de corporaciones Haller; no se mantenía en el poder, solo por ser hija de ricos. Aceptaba que era inteligente y muy diestra para los negocios, por lo que era capaz de planificar muy bien. No tendría sentido eludir la pregunta con mentiras. Observó un momento a Danniel. Estaba acorralada y con la daga en su cuello, a punto de insertársele en la carne, para morir desangrada. Admitía su derrota frente a la anciana, que no había resultado ser tan estúpida, como había creído que era.
—Él es mi amante, Heros. He estado engañándote con él durante varios años.
Lacey soltó el llanto. ¿Qué sentido tenía negarlo? Además, muy en el fondo, quizás, tampoco quería casarse. En principio, había dicho que sí, para no romperle el corazón a Heros y porque en el futuro conseguiría una estabilidad económica. Pero había conocido a otro hombre, que la hacía sentir más cosas.
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La Jefa (BDSM)
RomanceElla es la multimillonaria, fría, arrogante y experimentada, adicta al concúbito. Mira a todos por encima del hombro o con su hermoso rostro levantado, mientras los demás agachan su cabeza, postrándose ante su majestuosa presencia. Hechiza a hombres...