10. Segundo encuentro

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Un hombre con atuendo todo oscuro, similar a un espía, con un pasamontaña que le tapaba el rostro, vigilaba desde lejos y oculto, lo que acontecía. Entonces, envió un mensaje: "Tarea completa".

Hestia estaba sentada en un suave sofá en el balcón de su suite. Llevaba puesto una túnica semitransparente y ropa interior de encaje negra. Sostenía en su derecha una copa de cristal, medio llena de vino. Observaba el panorama de la resplandeciente ciudad desde el piso más alto del rascacielos, como una maravillosa diosa griega mirando a los mortales desde el monte Olimpo. La pantalla de su móvil se iluminó al recibir una notificación. Lo levantó con su mano izquierda y manifestó una sonrisa tensa en sus carnosos labios. Era una mujer mala, por lo que había hecho, sí. Pero era que nunca había sido buena. No le importaba lo que pensaran los demás, iría con todo para obtener su presa. Había sido cruel y nefasta, con un inocente, que no tenía la culpa de nada. Sin embargo, necesitaba destrozar la voluntad de Heros; debía quebrarlo en alma, para poder obtener su cuerpo, porque de otra manera, no lograría hacerlo caer. Se veía en la obligación de destruir a Heros, para luego construirlo desde cero. Ese humilde jovencito era leal y determinado con sus sentimientos; en verdad amaba a Lacey, por eso había podido resistirse a su hechizo. Estaba segura de que, si en realidad no estuviera enamorado de su secretaria, había sucumbido antes sus encantos en el burdel. No obstante, así era más entretenido y satisfactorio, porque significaba un desafío, seducir a un hombre que amaba a otra mujer. Era divertido jugar con su tierno conejito. Hace mucho, que no se divertía tanto. Gracias a Heros, y a su traidora auxiliar de administración, había encontrado con que entretenerse y sobrellevar sus días de aburrimiento, y de paso, también acabaría con la libido que la estaba colocando ansiosa y que le provocaba estrés. No había manera en la que perdiera; salía ganando en cualquier escenario posible. Era una partida, en la que existía el fracaso. Bebió de su vaso y humedeció su boca con el vino tinto. A pesar de que sus planes marchaban como lo había estructurado, su corazón latía inquieto.

—Tú serás mío y solo mío, Heros Deale —susurró Hestia, para sí misma—. Mi dulce conejito. Te enseñaré cada uno los placeres del mundo. Todos, sin excepción. —Sus labios cincelados, hicieron ese gesto rígido, que acostumbraba a hacer, sin llegar a arrugar la piel de su precioso rostro de manera remarcada.

Heros estaba sollozando en silencio. Los lentes de sus gafas se empañaron, haciendo que viera borroso a través del cristal. Las llamas ya habían sido controladas. Los objetos, como computadoras, las cámaras de video, las impresoras, audífonos y las demás cosas, se había reducido a cenizas o quemados de forma irreparable. ¿Por qué la había sucedido esto a él? No era un santo, pero tampoco era un hombre malo. Todo lo que había hecho, era según la ley, las reglas y su propia convicción de realizar lo correcto. No sabía por qué, pero la imagen de aquella poderosa e inalcanzable mujer de cabello rojo y ojos verdes, llegó a sus pensamientos, porque después de haberla rechazado, era que había ocurrido este siniestro. Pero, ¿sería muy pronto? Ella sabría que asociaría con el incidente. No debía sacar conclusiones apresuradas. Así que, avisó a los bomberos que era el dueño del local.

—¿Cuál ha sido la causa del incendio? —preguntó Heros, entristecido y cabizbajo.

—Todavía es muy pronto para saberlo con certeza, pero no se han encontrado rastros de gasolina o de otros elementos. Es probable que haya sido producto de un corto circuito. Sin embargo, esto es solo especulación —respondió el bombero, con seguridad.

—Entiendo —dijo Heros, con su voz quebrada—. Muchas gracias.

Heros caminaba por la ciudad a esas horas de la madrugada. No podía ir acusando a las personas de algo, que ni siquiera habían hecho. Había sido un trágico accidente, en el momento en el que más necesitaba del dinero. Estaba acabado. Pero, todavía le quedaba la ayuda del seguro. Era precavido y diligente. Si no lo hubiera hecho, sí habría perdido todo. Al menos quedaba un poco de esperanza de su mundo en llamas. Iba distraído y destruido, cuando un auto se detuvo al frente de él. Lo recordaba.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora