60. Échec et mat

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Heros percibió como las dos enormes y calientes virtudes de Hestia se comprimían en él. De igual forma, como era tocado en su entrepierna por ella. Apagó la regadera, debido a que el agua no le causaba una sensación agradable, mientras lo frotaba.

Hestia regó un poco de saliva en palmar, para seguir masturbando a Heros en la ducha. El tacto en sus dedos y en su palmar era rígido y vigoroso. Se deslizaba con más facilidad debido al lubricante natural que recién había empleado. Su extremidad libre la utilizó, para apretarle los esbeltos glúteos a su muchacho. No solo ellos tenían la iniciativa de agarrarle los glúteos a su pareja. Lo hizo así un rato, pero después se sintió insatisfecha y la posición se volvió cansada. Dejó de hacerlo y le indicó que se diera la vuelta. Se hincó en el piso resbaloso. Dejó caer más fluido en la deliciosa dureza de forma lenta y sensual, siendo observa a plenitud por Heros. En esta nueva oportunidad usaba ambas manos para continuar apretándola y comprimiendo el erguido talento. Después se llevó adentro de la boca y lo presionaba con sus labios, en tanto movía la cabeza de atrás hacia adelante. Realizaba la animosa felación, mientras sus dos perlas verdes se encontraron con los ojos azules del héroe, que jadeaba por actividad erótica que le estaba haciendo con destreza y sin pudor. Echó más saliva entre sus abultados pechos, para implementar una rusa. Por algún motivo, distinguía más sensible sus senos y sus erectos pezones, aunque no era mucho, solo un poco; lo cual la hacía sentir más al estar complaciéndolo con su busto. No le gustaba estar por debajo de ningún hombre, pero Heros era su magnífica excepción, ya que le encantaba estimularlo de esta manera.

Heros jadeaba con sus labios separados. La agarraba por la nuca y le peinaba el mojado cabello rojizo, para que no se le enredara a ella. En algún momento, llegó a gemir de manera más clara y sonora. Era raro que lo hiciera, pero no podía controlarlo. Su cuerpo ardía, como si estuviera siendo incinerado vivo, bajo las lascivas caricias de la hermosa deidad. Nunca había pensado que su actividad sexual alcanzara este punto tan alto. Más que una entidad del fuego sagrado, parecía ser la misma divinidad del sexo, el deseo y la pasión. Quizás, tenía una doble entidad y también encarnaba a la misma Afrodita, aunque por belleza, no tenía nada que envidiarle. La veía a detalle, mientras le hacía la felación. La forma en que se movía y en que lo miraba, eran demasiado incitadoras. En verdad, en todo el tiempo que llevaban juntos y después de todo lo que había vivido, ¿ella no había despertado ni el más pequeño sentimiento por él? Con lo que había sucedido con Lacey, debía esperar uno o tres meses, para comenzar otra relación. Pero su objetivo era claro y su anhelo uno solo: Hestia Haller. Había resuelto que se le confesaría a su madura amante al día siguiente. ¿Qué haría? ¿La llevaría a cenar o debía intentar cocinarla por cuenta propia? Estuvo debatiéndose por los segundos siguientes y concluyó que la invitaría al parque y luego la guiaría al balcón de un restaurante. Sí, eso era lo que haría. Incluso en la tormenta, podía mantener la cordura, porque ella estaba con él. Cuando junto a Hestia, sentía que podía conseguir y alcanzar cualquier cosa. Había encontrado su media naranja y su complemento perfecto, para vivir feliz y realizado. Moldeó una sonrisa, al haberse decidido por fin a expresarle sus sentimientos. Debía retribuir las enseñanzas de su maestra. No se escondería, ni huiría, ni tendría miedo. Estaba preparado y tenía la confianza para enfrentarse al mundo. Pasó sus dedos pulgares por las ruborizadas mejillas de Hestia, tocándola con cariño. ¿Cómo podría haber evitado enamorarme de ti? Eres lo más hermoso que he conseguido en esta vida, pensó, lo más bello, perverso y lunático que había conocido. Le causó gracia que una mujer pudiera ser tan maniática, preciosa y atractiva. Lo que más le gustaba de Hestia era que ella era, todo lo que él no. En esta ocasión, si quedó hechizado por un polo opuesto. La sostuvo por la cabeza, inmovilizándosela, para ser él mismo el que moviera las caderas, asaltando la garganta de la diosa.

Hestia sentía que se ahogaba. La iniciativa del chico, siempre la había satisfecho de gran manera. Sus ojos verdes se cristalizaron y lagrimearon un poco, al ser tomada con energía por su bello aprendiz.

La Jefa (BDSM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora