Jeff
La fiesta de ascensión al trono del rey Pete prometía ser un evento grandioso, lleno de esplendor y tradición. El palacio, majestuoso hecho de piedra blanca, había sido decorado con los colores del reino: dorado y verde, simbolizando la riqueza y la prosperidad. Las paredes estaban adornadas con tapices que narraban la gloriosa historia de su dinastía, y las lámparas de cristal colgaban del techo, reflejando la luz en mil destellos que parecían estrellas en un cielo nocturno.
El gran salón del trono, donde se llevaba a cabo la ceremonia principal, estaba preparado con esmero y lujo. Un largo pasillo de alfombra roja, tan suave como el terciopelo, conducía al trono, que estaba elevado sobre una plataforma de mármol blanco, pulido hasta brillar. A ambos lados del pasillo, se colocaron filas de asientos tapizados en terciopelo para los nobles y dignatarios que asistían al evento. Las flores frescas, dispuestas en elegantes arreglos, llenaban el aire con su fragancia, y la música suave de arpas y violines creaba una atmósfera mágica y etérea.
La ceremonia comenzó con una procesión solemne. Los guardias reales, vestidos con sus mejores galas, marcharon al ritmo de los tambores, sus armaduras brillando bajo la luz de las lámparas. Tras ellos, los nobles y dignatarios avanzaban con paso firme, sus ropas ricamente adornadas reflejando el estatus y la importancia de cada uno. Finalmente, el rey Pete hizo su entrada triunfal. Lucía una corona de oro, incrustada con gemas que brillaban como el sol, y una capa de terciopelo azul que caía en cascada a su alrededor. Su rostro reflejaba la responsabilidad que ahora llevaba sobre sus hombros, pero también una determinación inquebrantable y una nobleza innata.
Después de la ceremonia, comenzó el banquete. Las mesas, dispuestas en largas filas, estaban llenas de manjares exquisitos: frutas frescas de todos los colores, carnes asadas a la perfección, panes recién horneados que aún desprendían su cálido aroma, y dulces de todo tipo que deleitaban la vista y el paladar. La música se volvió más alegre y animada, y la gente comenzó a bailar y a celebrar, llenando el salón con risas y alegría.
Empecé a sentirme mareado por la cantidad de personas, la música, las voces. Nunca me han gustado las fiestas. No soy bueno hablando o llevando el ritmo de los demás. Y me da miedo comer algunas cosas. Y en el baile, bueno... sabía que debía acercarme a felicitar a Pete, pero también que debía estar tan ocupado recibiendo a otros dignatarios que no lo notaría. Y bien, podía hacerlo después. Así que me centré en mi verdadero objetivo esta noche, Bank.
Busqué a Bank entre la multitud, mi corazón latiendo con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho. Finalmente, lo vi cerca de una de las ventanas, observando el jardín iluminado por las luces de la fiesta. Me dirigí a él, sintiendo que cada paso me acercaba a un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Pero, al acercarme, noté que se había adentrado en el jardín y me encontré siguiéndolo.
Era mejor, mucho mejor. Sería más romántico si todo sucediera en el jardín, alejados de todos. El aire fresco y el suave murmullo de las hojas bajo la luz de la luna crearían el escenario perfecto para lo que estaba a punto de hacer.
Había practicado mucho lo que debía decir y me había imaginado la escena en mi cabeza una y otra vez. En mi imaginación me acercaba a él con mucha más valentía y no sentía, como ahora, el corazón en la garganta, cada latido resonando en mis oídos como un tambor de guerra.
—Bank —lo llamaba, mi voz apenas un susurro, temblando con una mezcla de nervios y esperanza—. Tengo algo para ti.
Él se giraba hacia mí, sus ojos llenos de curiosidad y una chispa de sorpresa. Le mostraba la piedra que había encontrado, esperando que entendiera el significado detrás de mi gesto. La piedra brillaría bajo la luz de la luna, como un pequeño tesoro escondido.
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Corazones en guerra (AlanxJeff)
FanfictionEn un mundo donde dos reinos han sido enemigos desde tiempos inmemoriales, dos príncipes se ven obligados a unirse en matrimonio por razones políticas. Al principio, sus corazones laten en ritmos discordantes, llenos de odio y desconfianza. Sin emba...