38

242 27 43
                                    

"Por favor, no me odien, pero no tenia otra opción que cortarlo, ya que de lo contrario seria demasiado largo. Intentaré publicar el siguiente hoy, pero apenas estoy en las primeras líneas"

Jeff

Alan me guiaba con prisa a través de los largos y majestuosos pasillos del palacio.

—Alan, tu fiesta... —intenté decir, mi voz apenas un murmullo.

—No te preocupes, Nu. Hablé con mi madre y ella se encargará de todo. Sabe que a ninguno de los dos nos gustan mucho las fiestas. Además, es mi cumpleaños, no tengo que obligarme a pasar por esto más de lo necesario —respondió con una sonrisa tranquilizadora, sus ojos brillando con ternura.

Llegamos a la puerta de mi habitación y, cuando la abrió, lo detuve de entrar.

—¡Espera! ¿Tú te quedarás de una vez? —pregunté, mi voz fría como el hielo.

—Nu, tú... tú me dijiste que... —balbuceó Alan, sus ojos llenos de sorpresa y confusión.

—¡Sí, pero no así! —exclame, con una mezcla de rabia y desilusión en mi voz—. Haz como hacías antes. Ve a tu habitación y toma un baño. Te dejaré las cobijas para el sofá.

Lo miré fijamente, mis ojos ardiendo con la rabia acumulada. No podía olvidar su comportamiento en la fiesta. ¿De verdad pensaba que podía actuar como si nada hubiera pasado? Cada vez que lo recordaba, la frustración me consumía. No debería ni siquiera estar durmiendo aquí, solo lo permitía porque era su cumpleaños.

—¿Un baño? Pero podría...

—¡Apestas! No lo tolero, me están dando náuseas —dije, desviando la mirada con disgusto. No era del todo mentira.

—Nu, yo... —intentó decir, su voz temblando mientras su vulnerabilidad se hacía más evidente.

—Dejaré la puerta abierta y las cobijas en el sofá —le dije fríamente antes de entrar—. No... no demores —finalicé, cerrando la puerta con un golpe seco.

Me di un baño rápido de agua caliente, dejando que el vapor me envolviera y aliviara un poco la tensión acumulada. Me puse una pijama de algodón gris que me quedaba enorme, pero que me hacía sentir cálido y protegido. Me senté en el borde de la cama, con el corazón latiendo con fuerza, y busqué entre mis medicamentos. Últimamente, una sensación extraña me había estado invadiendo, y cada vez era más frecuente. Mareos, náuseas e incluso vómitos. Pero, la comida... si algo estuviera mal, Alan se habría dado cuenta. ¿Será anemia? Pero, ¿y los vómitos? Me estaba... me estaba empezando a asustar.

Saqué una tableta para el mareo y, en ese momento, entró Alan.

—¡Nu, listo! —exclamó con una chispa de emoción en sus ojos, que rápidamente se apagó al notar la tableta en mis manos. Su ceño se frunció con preocupación—. ¿Te sientes mal?

—Un poco mareado, pero estaré bien. Debió ser la música y el baile —respondí, tratando de sonar despreocupado mientras cerraba el frasco con manos temblorosas.

—¿Seguro? ¿Debería llamar al médico real? Puedo hacerlo ahora mismo —insistió, su voz cargada de ansiedad.

—No, estaré bien. No es nada en realidad —dije con firmeza, aunque mi voz traicionaba un leve temblor—. Te dejé las cobijas en el sofá.

—Nu, por favor. Hoy es mi cumpleaños, ¿no podría dormir en la cama? —me pidió con un puchero, sus ojos llenos de súplica.

—No, todavía siento que hueles mal.

—Pero, me bañé muy bien. Lo juro. Nu, si es por Nuea...

—¿Cómo puedes pensar eso? ¿Me crees tan mezquino? Tú puedes hablar con quién quieras cuando quieras. Tengo sueño, durmamos —le dije, tratando de finalizar la conversación.

Corazones en guerra (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora