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Alan

—¿De qué estás hablando? Jeff me escribió hace unas semanas pidiéndome iniciar el proceso de separación— Charlie me miraba con sospecha, sus ojos llenos de incredulidad. —¿Ahora me dices que no habrá divorcio? Teníamos un trato. Estuviste de acuerdo.

—Las cosas cambiaron— respondí con firmeza, aunque mi corazón latía con fuerza. —Jeff y yo estamos enamorados. ¿Por qué tendríamos que divorciarnos?

—De ser cierto, Jeff no habría escrito— refutó Charlie, su voz cargada de escepticismo.

—Puedes preguntarle si gustas. Yo sería incapaz de obligarlo a nada. En ese momento, él pensaba que era la única opción. Ahora ya sabe que yo solo quiero estar a su lado. No, no nos separaremos—Mis palabras eran firmes, pero mi mirada buscaba la comprensión en los ojos de Charlie.

Pude ver la mirada llena de conflicto en Charlie. —Sabes que él no...

—Lo sé, no me importa. En algunos años, entregaré el trono— Mi voz era suave pero decidida.

—Hermano, te entiendo, pero yo no quiero ser rey— espetó Babe, su voz temblando ligeramente.

—Sí, ya lo sabía y lo tomé en cuenta.

—Pero...— murmuró Charlie, dudoso, mirando al suelo.

—Disculpa que me entrometa, Charlie— dijo Pete con cautela, dando un paso adelante. — Ellos no tienen mucho tiempo de casados. La presión social no empezará hasta dentro de un tiempo. ¿Por qué no dejar que sean felices mientras tanto? Ya Alan sabe la condición con Jeff y lo acepta. Y Jeff parece aceptar a Alan también. No deberíamos actuar con prisa—Pete hablaba con una calma que contrastaba con la tensión del momento.

—Sí, es cierto. De todas formas, lo confirmaré con Jeff. Si él está de acuerdo, los apoyaré—Charlie suspiró, su postura relajándose un poco.

—Por otra parte, y más importante, todos aquí sabemos que la vez anterior solo cayeron peones—espetó Pete, su tono volviéndose más serio.

—Por más que hemos intentado conseguir pruebas en contra de la reina, ha sido imposible. Es demasiado astuta. Y después de ese golpe, parecen haberse resguardado. Las fronteras nunca habían estado tan tranquilas— decía Charlie, su voz llena de preocupación.

—Alan, dijiste que entregarías el trono, pero no a Babe. ¿A quién? — preguntó Pete con sospecha, sus ojos fijos en mí.

—Según la línea de sucesión, sería Kluem. — Respondí.

—¿Estás seguro? — preguntó Pete, frunciendo el ceño.

—Él ha demostrado lealtad e inteligencia—. Dije con convicción, aunque una pequeña duda comenzaba a formarse en mi mente.

—Hace poco me dijiste que los infiltrados debían ser cercanos. ¿Qué tanto lo conoces en realidad? Piénsalo y piénsalo bien—aconsejaba Pete de forma seria, su mirada penetrante.

Salí a dar una vuelta por el jardín para aclarar la mente. Me sentía agitado y ansioso, como siempre que estaba en este reino. Especialmente después de lo que pasó con Jeff. El jardín estaba en plena floración, con flores de colores vibrantes y el aroma dulce de las rosas llenando el aire. Caminé entre los senderos de piedra, tratando de calmar mis pensamientos, cuando sentí su aroma. Me encontré siguiéndolo, como si fuera un imán que me atraía irremediablemente.

Últimamente había vigilado cada uno de sus movimientos. No había encontrado nada, pero algo en mi corazón me decía que había algo oculto. Que estaba allí, esperando ser descubierto. Después de seguir la pista de su aroma por un rato en el jardín, por un momento preocupado de que el viento me hubiera llevado al lugar equivocado, escuché su voz.

Corazones en guerra (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora