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Jeff

Con una rama, escondí algunas de las hojas que mencionaron hasta que pude bajar con algunos implementos para tocarlas de manera segura. Conseguí unos guantes de látex y, a escondidas incluso de Pean, las pique y dejé algunas dispersas en los recónditos del sofá. Mi corazón latía con fuerza, asustado y preocupado. —Todo, todo saldrá bien—, me repetía una y otra vez, tratando de calmarme. —Alan se molestará tanto que no querrá venir nunca más— pensaba, aunque una punzada extraña y dolorosa atravesaba mi corazón al imaginarlo.

Me acosté como de costumbre, pero con mi corazón latiendo cada vez más rápido. La noche parecía más oscura y silenciosa de lo habitual. —¿Qué estoy haciendo? — me preguntaba, sintiendo una mezcla de arrepentimiento y ansiedad.

Si Alan descubre mi plan, su reacción podría ser bastante interesante. Imagino que primero se sorprendería al encontrar las hojas en el sofá. Podría fruncir el ceño y examinar el área, tratando de entender qué está causando la incomodidad.

—¿Qué demonios...? —murmuraría mientras inspecciona el sofá.

Al darse cuenta de que alguien lo hizo a propósito, probablemente se sentiría un poco molesto.

—¿En serio, Nu? —diría con una mezcla de incredulidad y molestia—. ¿Esto es lo que has estado tramando?

Podría acercarse a mí con una expresión de severidad.

—Sabes que esto no es necesario ¿verdad? Podrías simplemente pedírmelo.

Yo, tratando de mantener la compostura, le respondería:

—Bueno, tú no parecías tener prisa en irte, así que pensé en darle un empujoncito a la situación.

Alan probablemente suspiraría y, finalmente, cedería.

—Está bien, está bien. Me iré. Pero la próxima vez, solo háblame, ¿de acuerdo?

Sí, definitivamente esto podría pasar.

Alan llegó un poco más tarde que de costumbre. Siempre antes de venir a dormir iba a su habitación y se daba una ducha para colocarse después una pijama ligera. Lo sabía porque siempre que entraba podía sentir un ligero olor a champú que no era capaz de opacar su aroma natural, pero que se encontraba en perfecta armonía.

Sentí sus pasos hacia el clóset como era ya su costumbre y luego hacia el sofá. Escuché con mi respiración cada vez más acelerada cómo se acomodaba para dormir. Y en ese último segundo que sabía que me quedaba, me arrepentí.

—Espera... —alcancé a decirle mientras me incorporaba, pero él ya se había acostado.

Se incorporó de golpe por mi llamado y frunció el ceño.

—¿Todo bien, Nu? —me dijo preocupado.

Segundos después, vi cómo su rostro empezó a contorsionarse mientras movía sus brazos a su espalda.

¡Rayos! ¿Qué hice?

—¡Levántate! —le dije mientras me bajaba con prisa de la cama. Él se levantó de golpe, restregándose con fuerza la espalda mientras mostraba signos de dolor.

—Pero... ¿Qué es?

—¿Pica? Lo siento, yo... ¿qué... qué debería hacer? ¿Deberíamos llamar a alguien?

—Nu, ¿Qué hiciste? ¡Dios, esto pica mucho! —dijo con voz entrecortada, tratando de mantener la calma.

—Son unas hojas puntiagudas... decían que pican —le dije en un hilo de voz, sintiéndome cada vez más culpable mientras su rostro se contorsionaba cada vez más.

Corazones en guerra (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora