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Winner

—Jeff, sigo pensando que esto no es una buena idea. Si te llega a pasar algo, lo que me harán... desearé la muerte. Tu esposo puede ser... aterrador —le dije, mientras un escalofrío recorría mi espalda al recordar lo que le había hecho a Bank y su fría mirada. Además, no quiero ser el culpable de que no se cumpla la profecía. Sería como darle el gusto a mi madre —me quejaba, mi voz temblando con preocupación.

—En realidad, ¿estás preocupado por ella, ¿no? —preguntó Jeff sin detenerse, su mirada fija en el camino.

—Bueno, aunque no esté de acuerdo con sus creencias y métodos, sigue siendo mi madre. Sabes lo que te pedí a cambio —le recordé, tratando de mantener la calma.

—Sí, lo sé. Lo hablaré con Alan y Charlie, confía en mí —respondió Jeff con determinación.

—Estoy aquí porque confío en ti, pero me estoy arrepintiendo. Cuando me hablaste de un favor, no mencionaste nada de esto. Se podría decir que vine engañado, casi como un secuestro —dije, sintiendo la frustración crecer dentro de mí.

—Para los demás será más creíble si creen que fuiste tú el que me obligó a ir contigo y no al contrario —me dijo con una sonrisa traviesa.

Lo miré perplejo. —Jeff, ¿Qué te han hecho en el sur? Solías ser lindo, tierno e inocente.

—Debemos adaptarnos dependiendo de la situación. Y yo... yo no era así —exclamó avergonzado, con sus mejillas tiñéndose de rojo.

Sonreí. Bueno, seguía siendo lindo y tierno.

Yo era el segundo de cuatro hermanos. El único ilegítimo. O lo fui hasta que el rey le dio a mi madre el estatus de reina consorte y me dio legitimidad. Pasé a ser tercero en la sucesión al trono. Mis hermanos siempre me odiaron por ello. O eso era lo que siempre me decía mi madre. Ellos siempre me miraban con desdén y desconfianza. Así que me volví malo. Si ellos querían odiarme, que al menos fuera por algo. Ya no me importaba en lo más mínimo ganarme su afecto. Ni el de nadie. Yo era un príncipe sin importar cuánto les doliera. Yo era igual a ellos.

El menor era Jeff, y el único omega. Mi madre lo odiaba. Siempre pensé que le tenía celos porque el rey se desvivía por protegerlo, como una flor delicada. Y porque era producto de su único y verdadero amor.

Así que al principio yo también lo odiaba. Jeff era terriblemente torpe e inocente. Con unos enormes ojos marrones que te miraban de verdad. Yo siempre lo miraba a escondidas y a veces me encontraba queriendo intervenir cuando veía lo que inevitablemente ocurría después: una caída, o pequeños accidentes. Era frustrante. Y empecé a entender por qué mi padre prefería tenerlo encerrado. Ese niño no parecía tener instinto de supervivencia.

Cuando cumplí 10 años, él ya tenía 5. Y fue la primera vez que realmente hablamos.

Se acercó mirando a los lados, como temeroso de que alguien pudiera verlo. Y me regaló un grillo. —Feliz cumpleaños —me dijo mirándome con anticipación. Por mi mente pasaron miles de respuestas groseras y cortantes, pero solo pude esbozar un simple gracias. El cual fue suficiente para que sus labios se curvaran en una hermosa y tierna sonrisa.

Los días pasaban y mi relación con Jeff se volvía más compleja. A pesar de mis intentos por mantenerme distante, su inocencia y bondad me desarmaban. Cada vez que lo veía, sentía una mezcla de protección y culpa. ¿Cómo podía odiar a alguien tan puro?

Y así, año tras año, siempre me daba algo estúpido, pero lo hacía. Era el único que lo recordaba aparte de mi madre. Y no pude evitar sentir cariño por él y considerarlo mi verdadero y único hermano.

Corazones en guerra (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora