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Alan

Me desperté con la sensación de estar atrapado en un sueño, un sueño del que no quería despertar. Podía sentir su aroma, tan cerca, como si estuviera a mi lado, envolviéndome en una cálida y reconfortante presencia. Últimamente, lo más cerca que hemos estado es cuando compartimos una comida, esos momentos fugaces que atesoro con todo mi ser. Abro los ojos lentamente y miro al techo, suspirando antes de darme cuenta de que estoy cubierto con un suéter a modo de manta. Me siento despacio y confirmo que es el suéter crema de Jeff. Antes de ser consciente, ya estoy sonriendo como un tonto, sintiendo una calidez en mi pecho que solo él puede provocar.

Son precisamente estos pequeños gestos los que me impiden rendirme. Lo sé. Sé que Jeff me ama. Lo siento en cada gesto, en cada mirada. Especialmente en aquellas miradas que me da cuando piensa que no me doy cuenta. Con su ternura al siempre buscar mi mano, al igual que yo busco la suya. Cuando me cuenta cualquier cosa, aunque parezca simple y sin importancia, solo para seguir hablando conmigo. Y yo hago lo mismo. Lo siento en la dulzura de su aroma, en la suavidad de su voz. Puedo sentir sus emociones, como una melodía que resuena en mi corazón. Y sé que... que está sufriendo tanto o más que yo. Por eso no soy capaz de forzar la situación, no puedo. Quería darle tiempo. Lo que pasó fue... fue mágico. Pensé que, si le daba tiempo, y luego me acercaba de nuevo lentamente, él me aceptaría gradualmente. Pensé que era vergüenza o miedo, o ambas cosas. Pensé que todavía podíamos tener nuestro final feliz. Pero él no estaba pensando igual.

"Empezar el proceso de separación", me dijo. Acepto que ese fue el acuerdo al inicio, pero ¿cómo puede decirlo como si nada hubiera cambiado en todo este tiempo? Todo cambió. Todo.

Deseo tanto saber qué le atormenta y desaparecerlo. Que nunca vuelva a sentirse triste o desesperado. Que sea capaz de sentir mi amor, de comprender la profundidad de mis sentimientos. Que puedo hacer cualquier cosa por él. Pero él es tan terco. Pero con lo que quizás no cuenta es que yo puedo ser aún más terco. ¿Quieres ir al norte a ayudar a tu hermano? ¡Bien! Iremos al norte a ayudar a tu hermano, pensé. ¿Quieres quedarte un mes? ¡Bien, nos quedaremos un mes! Esta guerra de voluntades que empezó cuando nos conocimos sigue, y estoy dispuesto a todo para ganarla, si el premio es su corazón.

Me acerco el suéter a la nariz e inspiro profundamente, dejando que su aroma me envuelva y me transporte a esos momentos felices que compartimos. Ah, lo extraño tanto. Su habitación es tan peligrosa últimamente, llena de recuerdos y emociones. ¿Cómo puedes dejar a un hombre probar el cielo y luego simplemente decirle que no pasó nada? Y así, simplemente hacer que se resista a volver a intentarlo. Eres tan cruel, Nu. Este suéter se queda conmigo mientras tenga tu aroma. Por lo menos así podré dormir un poco mejor. Lo acabas de perder, Nu, le advertía internamente.

Pasaron los días y me sumergí en el papeleo como nunca antes. Las fronteras se habían empezado a abrir con permisos especiales y todo marchaba bien. Podría viajar sin problemas al norte el tiempo que mi dulce esposo considerara necesario. Pensaba en esto mientras cruzaba el jardín, cuando escuché una voz familiar y la vi.

"Uno, dos, tres. Bien."

—¿Madre? ¿Qué estás haciendo? —pregunté, sorprendido al verla.

—¡Oh, querido! Estoy comenzando una rutina matutina de ejercicio. Estoy estirando mientras espero a mi entrenador —respondió, volviendo a contar—: Uno, dos, tres.

Fruncí el ceño, incrédulo. ¿Mi madre ejercitándose?

—¿Qué está pasando? No me digas que... ¿estás enamorada? —pregunté, perplejo.

Ella se detuvo, inhaló profundamente y me miró con ojos entrecerrados antes de golpearme en la espalda.

—Muchacho majadero. ¿No puedo querer hacer ejercicio solo por mí? Espeto indignada.

Corazones en guerra (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora