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Jeff

¡Ese chico...! ¡Ahhh, es tan frustrante! Cada vez que pienso en él, siento una mezcla de enojo y resignación. Al menos tendré mi propia habitación, un pequeño refugio donde podré escapar de su presencia. Sus ocupaciones nos mantendrán separados la mayor parte del tiempo, lo cual es un alivio. Pero, ¿Qué pasa cuando estemos bajo la mirada de los demás? Fingir afecto será un desafío, una actuación constante que me agota solo de pensarlo. Sin embargo, según el periódico, ambos somos buenos actuando. 

—Su Alteza, ¿le gustaría un vaso de leche para dormir? Le ayudará a conciliar mejor el sueño —me decía Pean con una voz suave y maternal.

—Sí, por favor —le respondí, preparándome ya para dormir.

La habitación que me habían preparado era espaciosa y estaba bellamente decorada con colores azules y dorados. Las cortinas de terciopelo azul oscuro caían en cascada desde el techo hasta el suelo, y los muebles de madera tallada brillaban bajo la luz cálida de las lámparas.

Knock, knock.

Pean y yo nos miramos preocupados al escuchar la puerta. Ella se dirigió con prisa y abrió la puerta lentamente mientras yo me incorporaba en la cama. Vi cómo se retiraba hacia un lado con respeto, y entonces entró Alan.

Mi corazón dio un brinco. Él no debería estar aquí. No debería.

—Sí todo está listo, puedes retirarte —le ordenó a Pean con una voz que no admitía réplica.

Pean se mostró inquieta por un segundo y apretó fuertemente el borde de su delantal antes de inclinarse y retirarse. La puerta se cerró y nos quedamos solos en la habitación, en nuestra supuesta noche de bodas. Tragué saliva. Mi corazón empezó a acelerarse. ¿Planeaba...? ¿Planeaba romper el trato el primer día?

Pero él ni siquiera me miró. Se acercó a la puerta que daba hacia el clóset y sacó dos cobijas.

—Deja de mirarme así. No me quedaré en tu cama —dijo mientras se dirigía al sofá.

—No deberías estar aquí —le dije, apretando la manta con fuerza.

Alan se detuvo por un momento, su espalda rígida y su postura tensa. Podía sentir la tensión en el aire, casi palpable. Mis pensamientos se arremolinaban en mi mente, una mezcla de miedo y  confusión.

—Se vería demasiado sospechoso si la pareja enamorada no pasara su noche de bodas juntos. —respondió finalmente, su voz más suave, casi cansada—.  Es más, tú deberías ser el que fuera hacia mi habitación, pero obviamente no espero esa cortesía de tu parte. Mencionaré en voz alta, para que ruede como chisme, que yo no quería que gastaras energía en cosas innecesarias por tu lesión anterior, para usarla en lo verdaderamente importante.

—¿Lo verdaderamente importante? —pregunté, confundido, antes de sentir cómo mis mejillas se incendiaban.

—Sí, lo que se supone que se hace la noche de bodas —dijo de forma burlona.

Me apreté más fuerte a la manta. ¡Desvergonzado!

Me quedé en silencio, observando cómo se acomodaba en el sofá, extendiendo las cobijas con movimientos precisos. La realidad de nuestra situación se asentó sobre mí como una pesada manta. Estábamos atrapados en este juego, obligados a fingir una relación que no existía. Cada mirada, cada gesto tendría que ser calculado, una actuación constante para el mundo exterior.

—Solo... solo será esta noche, ¿cierto? —pregunté en un hilo de voz, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho. La presencia de Alan me resultaba sumamente incómoda. Su olor era... muy intenso;  y tenia algo que me hacía sentir extraño, casi mareado. Finalmente, se giró para verme, y sus labios se curvaron en una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Corazones en guerra (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora