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Este día hacía bastante frío, tanto así que me llevé puestas tres chaquetas y una bufanda.
Lamentablemente, me dí cuenta de lo ridícula que me veía en la entrada al colegio, cuando ví que casi nadie llevaba bufanda puesta y con costo tenían unos suéters delicados.

Mi bufanda era una de una lanilla súper gruesa, y yo traía no sólo una chaqueta, ¡sino tres!
Me sonrojé en extremo y corrí hacia un arbolito que estaba en una esquina.

¡Qué pena! ¡Dios mío!

Cubrí mi rostro con la bufanda gigante, no sabía qué hacer. Sentía frío pero aún así, no podía entrar de esa manera, ¡me moría de vergüenza!

¿Qué haces aquí, enana?

Escuché una voz detrás de mí.
Al voltear, ví que era Keneth.

¡Oye! ¿y a ti quién te dió permiso de llamarme así, ah?

¿Debo tener permiso para decir lo obvio?

No estoy de humor, ¿sabes?

Nunca lo estás.

Baboso.

¿Por qué traes tantos trapos puestos? ¿Acaso eres ropero?

Ca... ¡Cállate!

¿Por qué no te los quitas?

Es que... tengo mucho frío.

Déjame ver.

Me quitó una de las tantas chaquetas que llevaba puesta.
Enseguida sentí una corriente helada pasar por toda mi espina dorsal y empecé a tiritar.

¿¡Acaso me quieres matar del frío!? Devuelve mi chaqueta, ¡ya!

Traté de arrebatársela, pero él se aprovechó de su altura y evitó que la tomara.
Le miré con odio y él negó con su cabeza dando un suspiro.

— Estas chaquetas no producen nada de calor. Con razón necesitas más de una para cubrirte del frío.

¿Se te ocurre algo mejor, genio? Es lo único que tengo.

Ya sé, ponte esto.

Extendió la chaqueta que llevaba puesta, luego de habérsela quitado.

¿Acaso estás demente? ¡No puedo dejarte así!

Tranquila, yo usaré una de las tuyas. Además, creo que con esa bufanda del tamaño de una alfombra me basta para cubrirme del frío. Tú usa la mía.

Estás loco si crees que lo haré.

— ¿Ah, sí?

Enseguida el terco intentó quitarme las chaquetas que traía puestas.

¿¡Pero qué estás...?! ¿Acaso no entiendes que no quiero?

Le dí un empujón resistiéndome una vez más. Él se acercó de nuevo, lentamente.

Me miró a los ojos.

Me lo agradecerás luego. Confía en mí.

Me sostuvo de los hombros e hizo una sonrisa.
Sentí que el frío se desvaneció por un instante.

Hum... está bien.

Luego me cubrió con su chaqueta y reemplazó mi bufanda con la suya.

Ciertamente, sus prendas estaban muy cálidas.

Te sientes mejor ahora, ¿no?

Preguntó colocándose mi chaqueta.

Sí... Gracias.

¿Ves? Te lo dije, yo tenía razón. Esta alfombra que tienes por bufanda me cubre perfectamente del frío.

Aclaré mi garganta y jalé una de sus mangas.

— ¿No me escuchaste? Te estaba dando las gracias.

Entrecerré los ojos un poco molesta.

Ah, claro, de nada. Me alegra que te sientas mejor así.
De paso, ¿no quieres también un abrazo para entrar en calor~?

Sugirió con una sonrisa traviesa, la cuál me puso un poco nerviosa.
Gracias a ello lo golpeé.

¡Au! ¿Qué te pasa?

Sangre por las venas y aire por los pulmones. Ya vámonos, ¿quieres?

Vale, vale.

Ambos empezamos a caminar hacia el salón.

Oye...

¿Qué pasa?

¿Idea mía o estás rojita?

— ...

Sí, así es.

Ideas totalmente tuyas.

Ahora te ves más rojita, ¿lo sabías?

Ya cállate y camina.

No me digas... ¿Te sonrojaste por mí?

...

¡Oye, no me dejes en visto!

—  ...

¡Dianaaa!

Y así pasó... Hasta que le hablé para pedirle un borrador.

Jamás pensé decir "Hola" (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora