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— Diana... Psst, ¡Diana!

Abro los ojos lentamente, me pesan, aún tengo sueño; sin embargo, el dolor de cabeza y la fiebre se esfumaron.

Menos mal.

— Diana, despierta.

¿Eh? ¿Quién está hablando?

 ¡Di-a-na!

¿¡Qué demonios hace Keneth tan cerca de mi cara!?

¡Quítateee!

Le empujé de inmediato debido a la sorpresa. Por un momento perdió el balance y casi cae de su silla. Menos mal no pasó nada y logró incorporarse a tiempo.

Ya luego de acomodarse sobre su asiento, suspiró aliviado y me señaló.

— ¡Oye! Ten más cuidado. Vaya susto el que me diste, ¡casi caigo de trasero!

Le miré con ojos entrecerrados.

— ¿Vaya susto? ¡Esa es mi línea! Estaba durmiendo, y al despertar... Veo tu carota invadiendo mi espacio personal. ¿Qué esperabas que hiciera?

Reclamé señalándole yo también.

 Pues lamento haberte asustado. ¡Pero igual! ¿Qué tal si en verdad me hubiese caído de la silla? ¡Mis posaderas estarían desinfladas!

Se quejó haciendo un puchero.
Yo dí un suspiro.

— Vale, igual lo siento. Pero para empezar... ¿qué hacían tus brazos alrededor de mí?

— Oh, ¿eso?

Keneth se recostó hacia atrás en su asiento.

 Bueno, es que empezaste a estornudar y supuse que tenías frío. Pensé que necesitabas un abrazo y te lo dí. Eso es todo.

Alzó los hombros.

Vale, está bien, lo dejaré pasar como si nada gracias a esa coherente explicación.
.
.
.
Ni en un millón de años.

 Esa no es excusa. ¡No vuelvas a hacer eso! ¿Me oíste?

 No parecía molestarte en ese momento.

Retrocedí con sorpresa.

— ¿A qué te refieres?

 Cuando te abracé, enseguida paraste de estornudar y te acurrucaste en mis brazos como una niña pequeña. Fue hermoso

Jamás pensé decir "Hola" (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora