Egeo:
Mis pulmones queman, los músculos de mis piernas tiran agotados y el maldito sol comienza a salir dañándome los ojos. Las puntas lentillas no dejan de irritarme los ojos, por dios mis ojos son sensibles. Mientras corro descanso un poco de esa tortura.
Miro curioso las ruinas notando que tiene el suelo de Harlequin. Hay dos grandes puertas dejando ver un estudio de ballet perfectamente equipado, en lo que solía ser posiblemente el salón de un castillo antiguo, su aroma me invade, mis sentidos más ávidos que nunca, manzanas y glicinas.
Sale con las zapatillas en la mano, una pequeña falda de terciopelo negro cubre su cuerpo. Se sienta en el centro de la circunferencia echas de columnas, colocándose las zapatillas y unos calentadores negros altos.
Se levanta con una gracia digna de albar y a los pocos segundos la Séptima Sinfonía de Beethoven comienza a sonar retumbando entre las ruinas.
Sus movimientos son delicados, precisos, pero está perdida. No tiene nada que ver con los videos que estuve viendo toda la noche, luego de virar de su habitación viéndola dormir durante dos horas. Noto el miedo cuando avanza estrepitosamente la melodía, salta y lo veo como en cámara lenta, cae.
Corro lo más rápido que puedo, se sujeta el tobillo, sus ojos están serrados y su corazón desbocado. La rodeo, su cercanía quema, tanto por lo que me provoca su cuerpo, como por los demonios que tengo encerrados en mi interior. El contacto de su piel desnuda bajo mis palmas me causa escalofríos, es tan suave, tan delicada.
- ¿Te hesite daño? -intenta alejarse de mí, pero no se lo permito, por primera vez me atrae la cercanía de una mujer.
-No te importa ¿Recuerdas? No me meto en tu vida, ni tú en la mía-tomo su mentón en contra de su voluntad y tiembla como si mi cercanía la llevara al abismo.
-Antonella solo quiero ayudarte-me mira fijamente, pero a través de los lentes no puede descifrarme.
-Un esguince ¿Contento? -la aprieto contra mi cuerpo sin importarme absolutamente nada, solo ella.
-No, no estoy contento-le susurro sobre la mejilla- ¿te duele mucho? -que pregunta tan estúpida, pero es que no puedo ocultar mi preocupación. Suspira derrotada.
-Los analgésicos no me están haciendo efecto, no puedo bailar, han sido 10 días de infierno.
-Diez días-gruño enfadado tomándola en brazos-necesitas reposo.
-Necesito ensayar, la presentación es mañana-coloco mi índice en sus labios, los cuales entreabre confundida.
-Reposo Antonella, nada de presentación-me mira con furia.
-No tienes ningún derecho...
No puede seguir hablando, una chica morena de curvas muy hermosa la interrumpe.
-Tu marido tiene razón-la sangre se me hiela, no me gusta que esa palabra sea dirigida a otra persona. Ella es mía, yo debería ser su marido, su esposo, su hombre, su dueño.
-Por dios, pertenecías a la ópera de Paris, lo dejaste porque querías regresar a tu país, puedes cancelar y hacer lo que te venga en gana, eres la mejor-ahora habla una pelirroja, ambas parecen universitarias, de seguro son sus amigas-Nos engañaste, fingiste que estabas bien ¡Tomando analgésicos para ensayar! me mentiste, dijiste que era de grado uno, cuando es más que obvio que es de grado dos.
-Antonella ¿quieres una lesión permanente? -se estremece entre mis brazos negando-necesitas reposo.
Asiente y para mi sorpresa envuelve los brazos en mi nuca, me tenso momentáneamente, miro sus tormentosos ojos grises y todo se calma. Mi sangre se calienta nuevamente y como de costumbre ciertas partes comienzan a despertarse, acumulándose toda la tensión en mi ingle. Me apresuro antes de que esas dos chicas lo noten. Su rostro se acerca a mi cuello erizándome la piel, cada bello de mi cuerpo se pone de punta.

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Egeo (Mares)
RomanceLa desconfianza y secretos de mi marido me llevaron a los brazos de alguien más. No cualquier hombre, sino su hermano gemelo. Egeo Mansfeld una pesadilla disfrazada en vivos colores y ojos color hielo. Una mariposa que engaña con vibrantes colores o...