Capítulo 19

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Antonella:

Casi dos meses y solo he visto a Egeo un par de veces después de su visita aquella noche,treinta y dos días después de lo sucedido en el Bradeburgo:

La melodía Giselle de Charles Adam me despierta, me remuevo entre las sábanas, pero cuando no se detiene comprendo que no estoy soñando y el hombre al piano me lo confirma.

Me levanto lo más rápido que puedo, con pasos inseguros. Llevo días sin verlo, no ha dormido conmigo, no sé dónde ha estado, tampoco con quien, los celos me han estado consumiendo cada segundo desde entonces. Lo he esperado en esta habitación esperanzada cada noche.

Dejo mis palmas sobre sus hombros y al notar que no se aparta de mi contacto, deposito un beso en su cuello. Sus dedos continúan acariciando las teclas del piano con una gracia que envuelven. Sus manos son hermosas, sus dedos son largos y tocan el instrumento como si me estuviesen tocando a mí, con la misma delicadeza y deseo.

Lo rodeo con mis brazos sentándome a horcajadas sobre él, sus pupilas están dilatadas, su azul turbio, pero me tranquiliza la lujuria que veo en ellos. Toma mi cabello en puño atrayéndome a su boca.

No puedo contenerme y comienzo a desatar sus pantalones, en cuanto bajo la bragueta su polla salta dura como una roca, lista para mí, arranca mis bragas y me la llevo dentro en cuestiones de segundos.

-Te he necesitado tanto-no puedo contener esa estúpida confesión, siquiera he podido dormir bien. Egeo se ha convertido en mi droga.

Se levanta dejándome sobre el piano que hace ruidos fuertes y desafinados acompasándose a sus embestidas, mis gritos son ahogados, está descontrolado y mi interior se lo agradece con los orgasmos que me da.

Nos acomoda tiéndeme sobre la tapa poniendo mis piernas sobre sus hombros embistiendo fuerte, el éxtasis no demora en apoderarse de mí nuevamente, lo he necesitado demasiado.

-Egeo-gimo desesperada.

-Soy tu dueño-empuja-Me perteneces-empuje-Queda claro.

No puedo responder porque la oscuridad se apodera de mi cuando siento su tibio derrame. Es delicioso, sentirme tan llena de él, de su calor.

Cuando al fin me recompongo, me tiendo a sus brazos para abrazarlo, para que me cubra como me gusta, como lo he necesitado, pero se aparta. Siento que algo dentro se me rompe con su rechazo y sin decir nada se va...

El recuerdo es amargo, solo lo he visto un par de beses y porque ha estado en el hospital visitando a Faber que continúa en coma. No hay mucha esperanza en que despierte. Derek murió.

Mikalay está destruido, no he podido dejarlo solo, simplemente no puedo. La culpa me mata, cada noche que cierro los ojos veo a esos tres chicos, destruí sus vidas, porque me buscaban a mí.

-Tienes que continuar-me dice el chico moreno de ojos verdes que se parece mucho a su hermano-no es tu culpa, somos soldados y sabemos que podemos morir en cualquier momento, estamos preparados para ello.

-Están preparados para morir, pero tú no estás preparado para perderlos-me mira con una profunda tristeza.

-Tengo esperanzas en que despertará-toma la fría mano de Faber entre las suyas-no puedo perderlo también a él-una lágrima corre por su mejilla.

-Lo hará, pero necesita tiempo-asiente-como tú necesitas descansar.

Suspira fuerte, nadie ha podido sacarlo de estas cuatro paredes.

-Venga, vamos-lo tomo de la mano y para mi sorpresa me sigue, en la salida están Klaus y Egeo, el segundo ni me mira.

No puedo evitar la maldita reacción de mi cuerpo, mis bellos se ponen de punta y mi piel cosquillea de necesidad, necesidad de sentirlo, de tocarlo, de olerlo. Está hermoso, esa palabra no es muy masculina que digamos, pero es que Egeo no es solo guapo, no, el rompe la maldita palabra perfección, es como si el jodido suero lo hiciese más hermoso a la par de letal.

Egeo (Mares)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora