capituló 33

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Comenzó el primer partido y los pensamientos de Tobios se centraron únicamente en quién debía marcar primero. El otro equipo no era famoso por su potencia y no parecía gran cosa, aunque sabía que  posiblemente eso no significara todo. Aun así, el primer partido significaba todo para el equipo. Así que, en ese sentido, para fortalecer el espíritu del equipo, el primer set de los Ravens fue para Tanaka.

El partido fue fácil en todos los sentidos, nada del otro mundo y aunque era consciente de las miradas del equipo de Aoba Johsai, intentó ignorarlas lo mejor que pudo. Los comentarios de Oikawa e Iwaizumi al principio habían distraído un poco al equipo, pero intentaron ignorarlo. Solo importaba el partido en curso, solo avanzar y nada más.


Así que sin mayores dificultades tomaron el primer partido y se prepararon para el siguiente. Dateko.

"Otra vez. Quiero volver a jugar."


Tobio se volvió hacia Hinata, que ya lo estaba mirando. Sus ojos tenían una mirada extraña, una mirada tranquila y atenta, pero su sonrisa era casi desconcertante. No es que el armador no lo entendiera.


"Lo haremos."


Pasión. Hambre.


Los dos de primer año se unieron a los demás en el pasillo exterior, solo tuvieron un breve descanso antes de que comenzara su siguiente partido.


"Pueden dispersarse, pero regresen en quince minutos. No quiero ver a nadie que llegue ni un minuto tarde", les explicó Ukai y todos respondieron con sus afirmaciones.

Se le presentó la oportunidad perfecta, ya que había tenido la intención de seguir una determinada línea desde que comenzó su primer partido.
Abriéndose paso por los pasillos, esquivó a algunas personas hasta que se acercó a las entradas del gimnasio donde, afortunadamente, no había tanta gente.


Los ojos del cuervo apuntaron a una determinada mata de pelo rubio llamativo.


Como si sintiera la presencia del chico, Kentarou se giró hacia su alma gemela y le envió una sonrisa arrogante en los últimos pies.


—Pensé que no querías venir —afirmó Tobio más que preguntó mientras llegaba hasta el otro.


—No creías que iba a pasar esto, ¿eh? —gruñó el rubio levemente y ahora que estaban tan cerca, el armador podía sentir la satisfacción de los otros adolescentes por haberlo sorprendido. No es que alguna vez lo admitiera. Idiota.


"¿Estás jugando?", preguntó entonces el chico de 16 años y recuperó la cabeza como esperaba. Si el rubio hubiera jugado, ya estaría en la cancha o en la línea lateral, pero el rubio ni siquiera vestía ropa deportiva.
Tobio intentó no sentirse amargado por eso.


Pero antes de que los dos muchachos pudieran iniciar cualquier otra conversación, fueron interrumpidos por una voz fuerte que venía del final del pasillo.

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