Mi hogar.

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Mes y medio después. 2 de junio.
05:40.  
Pablo.

Estaba profundamente dormido cuando comencé a escuchar llantos. Como hace casi un mes y medio, Pablo, no consigue dormir más de dos horas seguidas sin comer.
Me levanté de la cama, todavía un poco confundido y con sueño, y rodeé la cama, Malú estaba durmiendo con tapones, ya que mañana tenía una sesión de fotos y necesitaba estar descansada. 
Me acerqué a él y lo cogí en brazos, sintiéndome impotente ante su desesperación.

-Sssh, sssh, tranquilo, papá está aquí. -le susurré al oído, intentando calmarlo-. ¿Tienes hambre o te has hecho caca?

Olfatee y fue en ese momento cuando me di cuenta de que se había hecho caca. No era la primera vez que me tocaba cambiar un pañal sucio en medio de la noche, y sabía que debía actuar rápidamente para no despertar a Malú.
Fuimos al cuarto de baño y lo acosté en la toallita de cambio, tratando de ser lo más silencioso posible.

-Madre mía, colega... esto es una locura, eh.

Aunque continuaba llorando esbozó una pequeña sonrisa, como si me hubiera entendido perfectamente. Limpié su culito con varias toallitas, puse un poquito de talco y le coloqué un nuevo pañal. Se había calmado totalmente y estuve unos minutos con él en brazos para que se fuera quedando dormido.
Lo dejé en la cuna y al instante volvió a llorar.
Lo cogí de nuevo en brazos y cuando me di la vuelta observé a Malú mirándonos con una sonrisa.

+Duérmete, voy a hacerle un biberón.

-No... Ven, le daré pecho.

+No hace falta, cariño, duérmete y descansa.

-Son cinco minutos, venga, ven.

Terminé cediendo y lo dejé en sus brazos, rodeé la cama y me senté cerquita de ella, que se apoyó en mi pecho, como cada noche, para darle de comer. Esto se había convertido en rutina, aunque yo no podía hacer nada me gustaba estar presente para ayudarla de la forma que fuese. Cuando Pablo se enganchó a la teta, dejé un beso en su hombro y ella acarició con su nariz mi mejilla buscando mis labios. La besé y ella profundizó el beso hasta morderme el labio con una sonrisa.

-¿Tú has perdido la cuenta, verdad? -preguntó riendo.

+¿De qué?

-Pues que ya han pasado siete semanas, amor.

+Lo se. -respondí sin entender lo que me quería decir-. ¿Y que pasa?

Volvió a reír y decidió prestarle atención al pequeño hasta que terminó de comer, dejándome a mi intrigado por lo que me había dicho. Dejo a Pablito en la cuna y se tumbó con una sonrisa en la cama sin dejar de mirarme. Besó mis labios con ganas y bajó su mano hasta meterlo dentro de mi pantalón.

-Siete semanas desde el parto... ya podemos hacer lo que tú quieras, mi amor. -dijo susurrando.

Sonreí satisfecho más por como me estaba tocando y por como lo había dicho que por lo que había dicho. Las últimas semanas habíamos tenido mucho sexo oral pero la forma en la que me estaba tocando ahora era de otro nivel.

+Si me vas a dejar al límite prefiero que pares. -dije parando de besarla para advertirle.

-¿Al límite? ¿Qué límite? -dijo maliciosamente, mientras acariciaba mi miembro creciente.

+Te juro que te puedes arrepentir. Si no paras ya no sabría decirte hasta dónde puedo llegar.

-Lo siento, mi amor. Pero quiero saberlo. -respondió, bajando su boca a mi cuello y dejando unas lamidas en el-. Y esta noche te voy a demostrar lo mucho que te extrañé dentro de mi.

Ángeles Caídos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora