Los días sin tí.

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Narrador.

Desde que Malú se fue, se sentía sola y perdida sin Pablo. A pesar de estar en la playa, rodeada de su preciosa playa, no podía dejar de pensar en él. Miró a Pablito, que jugaba feliz con su cubo en la toalla. Ella se sentó en la toalla y miró hacia el horizonte, con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. ¿Había tomado la decisión correcta al venirse a Algeciras? ¿Cómo iba a arreglar su relación con Pablo si seguía así?

Mientras tanto, Pablo estaba en casa, intentando ocupar su mente en cualquier cosa menos en Malú. Había conseguido convencer a su madre para que estuviera con él hasta el fin de semana, que lo pasaría con Lucía hasta que su padre la recogiese em domingo. Solo llevaba un día y medio sin ella y se sentía tan vacío que no era capaz de hablar con su madre sobre la situación, porque nada de lo que le dijese le iba a consolar. Se sentía culpable y triste por haber permitido que su relación se estropeara tanto.

El domingo, tras dos días en casa por las fuertes tormentas de la capital, Pablo decidió salir con Lucía y Curro a dar un paseo. Quería aprovechar su tiempo con ella, por si su madre tomaba la peor decisión posible, y olvidarse por un rato de sus problemas. Se dirigieron al parque más cercano y pasaron la tarde jugando y riendo junto a Curro. Lucía no parecía afectada por la ausencia de su madre, lo que le dio algo de alivio a Pablo.

En Algeciras, Malú intentó salir de la playa y explorar un poco la ciudad. Llevó a Pablito en el carrito y se dirigieron al centro. Se sentó en una terraza a tomar un café, mientras Pablito dormía. A pesar de que la ciudad estaba tranquila, Malú no podía dejar de sentirse triste. Por la noche invitó a sus primos y a sus amigas a cenar en casa. Todos estaban hablando y riendo, pero Malú se sentía vacía. No podía disfrutar de la compañía de su gente porque su mente solo estaba en Pablo.

El domingo por la noche, Pablo acercó a Lucía a casa de Pepi, su padre no la recogería hasta después de cenar así que Pepi invitó a Pablo a quedarse y él aceptó.

-Pepi. -dijo Pablo llamando la atención de su suegra cuando llegó a la cocina-. ¿Sabes cómo está Malú?

+¿No habláis? -preguntó ella sin quitarle ojo a la sartén, Pablo negó con la cabeza-. Está bien, hablé con ella al mediodía. ¿Por qué no habláis?

-No... no sé. No quiero molestarla. Llamó ayer para ver a Lucía y cuando ellas terminaron quise hablar y me colgó.

+Tienes que respetar sus tiempos.

-¿Crees que podrá perdonarme? Tú la conoces mejor que nadie.

+Espero que sí. ¿Pones la mesa, por favor?

-Sí, claro.

Cenaron tranquilamente y alrededor de las nueve y media, Albert recogió a Lucía y se marchó dejando a Pablo con Pepi.

-¿Puedo quedarme a dormir? -preguntó mirando a Pepi-. Esa casa es muy grande para mi y no quiero estar solo.

+Claro. Voy a prepararte la habitación.

-Gracias, de verdad.

Martes. 10:30.

Alborán pasó a recoger a Pablo por su casa y cuando llegó entró dentro al ver la puerta abierta. Pablo estaba sentado en el salón, mirando la televisión sin verla. Tenía una expresión abatida y triste en su rostro. Alborán se acercó lentamente y le tocó el hombro.

+¿Pablo? ¿Estás bien? -preguntó con preocupación.

Pablo lo miró con ojos vacíos y asintió.

-Sí, sí... estoy bien. Gracias. -respondió él intentando sonreír.

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