Rumores.

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Al día siguiente...
Malú. 8:30.

Me desperté lentamente cuando escuché de fondo el sonido de la exprimidora. Bostecé un par de veces mientras confirmaba que padre e hijo ya estaban levantados. Logré dormir anoche después de que Pablo me obligará a ello pese a qué él hoy trabajaba. Supongo qué era una forma de compensar lo que sucedió anoche. Salí de la cama, me lave la cara y bajé por las escaleras lentamente hasta llegar a la cocina. Pablo le estaba dando el biberón a Pablito mientras él exprimía varías naranjas.
Me acerqué a ellos lentamente, acaricié su hombro y él giró su cara mirándome directamente a los ojos. Pude ver la preocupación en su rostro pero también la determinación, sabía que quería arreglar las cosas.

-Buenos días. -dije con una sonrisa.

+Buenos días. -respondió devolviéndome la sonrisa-. Espero que hayas dormido bien. ¿Quieres zumo?

Asentí con la cabeza y me senté en la mesa.

-He dormido bien... ¿Tú has dormido?

+Una hora... se ha despertado tres veces está noche.

-¿Quieres descansar un rato? -pregunté levantándome.

Negó con la cabeza y me ofreció el vaso de zumo con una sonrisa.

+Se que estás molesta conmigo y tienes todo el derecho de estarlo. Anoche fui un estúpido y no quiero que eso vuelva a suceder.

Me sentí aliviada al escuchar sus palabras. Me alegré de que Pablo reconociera su error y estuviera dispuesto a cambiar. Tomé el vaso de zumo y lo bebí lentamente, sintiendo cómo la tensión de la noche anterior se disipaba.

-Gracias por reconocerlo. -dije con una sonrisa.

+Siento que debo hacerlo por ti, por Pablo e incluso por Lucía. No quiero arruinar lo que hemos construido juntos.

Sentó al bebé en su cochecito, dejó el biberón vacío sobre la encimera y cogió mi mano para después tirarme hacía él y darme un abrazo.

-Sé que te gusta salir y pasar tiempo con tus amigos. -dije entre sus brazos-. Y yo no soy nadie para prohibirte eso, pero necesito que entiendas que también necesito tu ayuda en casa y que si quieres despejarte, solo tienes que avisar.

+Lo entiendo... Hoy ensayo por la mañana, había quedado con los chicos para comer pero voy a obligarles a venir a casa y ocuparme de Pablo mientras tú trabajas. ¿Vale? Ya me pasé lo suficiente ayer como para no ocuparme hoy de él.

-Te llegas a ir a comer por ahí después de lo que pasó ayer y te mato.

Él ríe y deja un beso en mis labios.

-¿Y puedes recoger a Lucía? -preguntó con una sonrisa-. Sale a las cuatro y media. Yo llegaré hoy sobre las cinco y media, o así.

+Vale. Tú no te preocupes, trabaja tranquila que yo me ocupo de los dos, ¿vale? -asiento y deja un beso en mi frente-. Voy a cambiarme qué tengo ensayo a las once.

-¿No desayunas? -digo señalando las tostadas de mantequilla que hay en la mesa.

+Ya he desayunado. -contestó sonriendo-. Esas son las tuyas.

-Gracias. -dije con una sonrisa, mientras me dirigia hacia la mesa para sentarme y comenzar a desayunar.

Aunque aún me quedaba algo de inquietud por lo que sucedió anoche, me sentía aliviada al ver que estaba dispuesto a hacer las cosas bien.
Mientras comía, me puse a pensar en lo mucho que había cambiado nuestra vida desde que llegó el bebé. Nuestras rutinas, nuestros horarios y nuestros planes se habían visto afectados por la llegada de Pablo. Pero, a pesar de los cambios y de la falta de sueño, no podía evitar sentirme feliz y agradecida por tener una familia tan preciosa.

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