Capitulo 49. ¿Nilo? Me gusta.

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Pedri

Me desperté por la mañana, agotado después de una noche en la que apenas pegué ojo. Pasé las horas pendiente de Naila, observando cómo se movía constantemente en la cama, incapaz de encontrar un descanso completo, a pesar de las pastillas. Cada vez que se agitaba o murmuraba algo en sueños, yo me despertaba, atento a cualquier señal de malestar o ansiedad.

A lo largo de la noche, me di cuenta de que no puedo evitar sentir un fuerte instinto de protección hacia ella.

Y, claro, todo esto también lo hago por Grecia. Ayudar a Naila es una manera de demostrarle a Grecia que estoy aquí para ella en todo momento.

Remoloneo un poco más en la cama y miro mi móvil, respondo algunos mensajes, Grecia aún no ha respondido los de ayer no se habrá levantado.

Yo tengo el horario muy cogido, casi siempre a las nueve de la mañana ya estoy en pie, aunque ahora son las diez menos cuarto, ayer me dormí con la misma ropa con la que vine y menos mal que la mayoría de veces visto chándal porque al menos he estado cómodo.

Me incorporo en la cama y acaricio el pelo de Naila viendo que duerme a gusto. Me levanto hacia el baño para hacer mis necesidades y lavarme la cara.

Cuando salgo estiro mis brazos y cuerpo hasta acercarme al ventanal, sonrío mirando las vistas, creo que sería el sueño de muchos poder despertarse y ver un campo de fútbol.

Decido despertar a Naila sabiendo que desde hoy tiene que empezar una nueva rutina y aprender desenvolverse en ella.

Así que me acerco y me siento en el borde de la cama llevando mis dedos a su brazo trazando caricias suaves, se mueve sintiéndolas.

—Buenos días...—digo ascendiendo mi mano a su mejilla— chinija es hora de que despiertes.

Abre los ojos y pestañea acostumbrándose a la luz, retiro mi mano de su mejilla y la apoyo en su pierna.

—¿Como has dormido?

—Horrible —susurra—.

—No ha sido tan malo.

Naila se incorpora un poco, frotándose los ojos con las manos antes de responder.

—Me moví mucho, lo sé. Lo siento si te desperté.

—Es normal, yo he dormido muy a gusto, por lo menos eres más pequeñita que Grecia y no te me subes encima cada dos por tres —Naila sonríe—.

—¿De verdad? —pregunta, como si aún dudara de si realmente había sido una molestia.

—Claro que sí. Lo importante es que descansaste un poco, aunque te movieras.

—Gracias, Pedri —susurra, parece abrir sus brazos y hago lo mismo para recibir su abrazo.

—No tienes que agradecerme nada, chinija. Estoy aquí porque quiero, porque eres importante para mí, como una hermana pequeña. Y no voy a dejar que te enfrentes a esto sola, ¿vale? —digo con firmeza.

—Te quiero.

Ensancho una sonrisa sincera al oír como me dice eso, parece que hace resultados ser bueno con las personas.

—Oh Naila... yo también te quiero cariño, si no no estaría aquí a tu lado.

—Lo sé, eres la mejor persona que hay, deberías de estar con él y no conmigo.

Entiendo que se refiere a Gavi y la separo para mirarla a los ojos cogiendo su cara con ambas manos.

—Con él también estoy, tengo tanto corazón que me parto para estar con los dos. Así que no te preocupes por ello.

Nankurunaisa - Pedri González Donde viven las historias. Descúbrelo ahora