Nankurunaisa - Pedri González

Capitulo 54. En confianza para todo.

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Grecia

Es lunes, ayer llegamos casi a la hora de cenar y Pedri me dejo en casa junto a papá por fin. Aunque subió porque mi padre insistió en que quería darle un regalo, una sudadera le regalo el tío... ¡Y luego yo le pido y me dicen que están caras!

¿Adivináis donde estoy? En el hospital, con calmante en vena. Porque si, ni si quiera había pasado tanto tiempo de recuperarme de la infección de orina y la vuelvo a tener. He intentado llamar a Pedri pero no lo coge... Estará entrenando.

Al menos me alegro de estar en Barcelona, pero por otra parte he tenido que faltar a clase. Mi doctora de confianza estaba aquí, Anabel me había tratado desde el minuto uno de la neumonía y podía estar relajada.

—Bueno, Grecia, ¿cómo te sientes ahora? —preguntó Anabel mientras miraba mi historial en la tablet.

—Mucho mejor, la verdad. El dolor ha bajado bastante —dije, soltando un suspiro de alivio.

—Eso es gracias a los calmantes que te hemos puesto en vena, y también a la medicina para la infección —explicó mientras revisaba la vía—. Vamos a dejarte así un poco más para asegurarnos de que el medicamento haga su efecto. La infección esta vez estaba bastante avanzada, ¿llevabas tiempo con molestias?

—No mucho... Bueno, desde que volví de Tenerife empecé a sentir algo raro, pero no pensé que fuera nada grave.

Anabel asintió, pero me miró con esa expresión que decía "tendrías que haberte cuidado más".

—Es importante que sigas las indicaciones, sobre todo lo de orinar después de las relaciones. Ya sabes que eso ayuda a prevenir infecciones. Además, quiero que te tomes el tratamiento completo que te vamos a recetar para que no haya riesgo de recaída.

Asentí, algo avergonzada. Sabía que tenía razón, pero a veces me parecía tan exagerado todo.

—Lo sé, lo sé.

Anabel sonrió, comprensiva.

—No queremos que esto se vuelva crónico. De momento, vamos a esperar a que el medicamento termine de hacer su trabajo y luego te podrás ir a casa.

—Gracias, Anabel.

Mientras se alejaba, me quedé mirando el techo, pensando en todo lo que había pasado. En Pedri, en cómo se preocuparía cuando le contara esto... y en cómo siempre acababa aquí, en el hospital, cada vez que las cosas parecían ir bien.

Mi móvil sonó y suspire al ver que por fin Pedri me devolvía la llamada, lo cogí sin saber cómo decirle.

—Vida, buenos días. ¿No deberías de estar en clases? Tengo dos llamadas perdidas tuyas.

—Pedri estoy en el hospital, por lo de la infección, he pasado mala noche.

El silencio al otro lado de la línea me hizo darme cuenta de que le había caído como un balde de agua fría. Sabía que se iba a preocupar, pero no quería que fuera para tanto.

—¿En el hospital? —su voz sonó más baja, con un toque de alarma—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Sí, sí —intenté calmarlo—. No es nada grave. Es solo la infección y no he pasado buena noche. Me han puesto medicación en vena, pero ya me siento mejor.

Lo escuché suspirar, como si intentara asimilar lo que le acababa de decir.

—¿Por qué no me llamaste antes? Podría haber estado ahí contigo.