Capitulo 56. ¡Es por tu fama, Pedri!

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Grecia

Me sorprende abrir los ojos y darme cuenta de que Pedri no está en la cama, de normal suelo ser yo la activa. Después de la nochecita que tuvimos... ¿Donde estará metido?

Bajo en pijama con el pelo revuelto buscándolo por toda la casa hasta que salgo al jardín y me lo encuentro dándole puños al saco de boxeo que parece nuevo colgado en un poste. Parpadeo al ver lo rápido que golpea y con rabia.

—Pedri.

Lo llamo para que sea consciente de que estoy aquí, viéndolo. Se gira cara a mi y sonríe quitándose los guantes.

—¡Mi vida! Buenos días.

Se acerca a mi cogiéndome de la cintura y me besa tan fuerte que curva mi espalda, después sale de mi alcance metiendose dentro de casa y sigo sus pasos.

—¿Estás bien?

—Si.

—¿No tienes resaca?

—Ah no, yo nunca tengo resaca —dice pegándole un bocado a una manzana—.

—Pedri apenas has dormido, llevabas una buena ayer y... ¿Tú estás muy feliz no? Muy activo.

—Ah si, es que el sexo oral me pone de buen humor. Es más, creo que deberíamos repetirlo más a menudo —dice, guiñándome un ojo.

Pestañeo viendo lo contento que está y me encojo de hombros dirigiéndome a la nevera para coger algo de agua.

Ni si quiera llego a alcanzar el agua cuando notó las manos de Pedri en mis tetas y su boca en mi oído.

—Déjame follarte ya.

—Pedri...

—Ya estás buena. Solo que eres muy tiquismiquis.

—¿Y si no estoy curada del todo?

—Te prometo que seré suave —dice, acercándose de nuevo.

Me retuerzo un poco, indecisa. La verdad es que su cercanía me excita, pero también tengo que ser responsable.

—Es que no quiero que vuelvas a preocuparte por mí —le digo, intentando mantener el tono serio.

—Pero es que también me preocupo por tu placer, Grecia. Podemos ser creativos sin que sea un problema —insiste, su voz baja y seductora.

Suspirando, cierro los ojos por un instante. La tentación es fuerte, pero sé que debo ser sensata.

—Prométeme que si decides hacerlo, serás cuidadoso. No quiero que esto se complique —le advierto—.

—Te lo prometo. Solo quiero verte sonreír —responde, y puedo sentir como pega su miembro a mi culo—.

—Vale.

Las manos de Pedri pasan por debajo de mi pijama para rozar mis pezones y cierro la nevera dejando el agua para más tarde.

—¿Has estado esperando a que me despertara para esto?

—No, pero es que ayer no me dejaste ni tocarte un poquito el chochito.

—Mira Pedri eres un cerdo —digo quitandole las manos y girándome—.

—¿Que? Es verdad.

—Eres un vulgar.

—Ah, ¿por decir esa palabra? —asiento— Tu ayer me dejaste ser vulgar en tu cara.

Nankurunaisa - Pedri González Donde viven las historias. Descúbrelo ahora