Abrió la puerta, que emitió un desagradable chirrido, agotada. Llevaba todo el día de una punta a otra dejando paquetes en demasiadas casas. Lo único que deseaba era coger la cama y dormir tres días. Ni siquiera en puente podía descansar, lo de la empresa era de denuncia. Pero no podía irse, no hasta que no le saliera algo mejor. Por eso, tenía que resignarse a que siguieran explotándola incluso en días festivos.
Una bola de pelo anaranjada se frotó en sus pantorrillas en cuanto abrió la puerta que daba al modesto salón. Aquel simple gesto hizo que, de su garganta, de la que solo habían brotado gruñidos de enfado y suspiros de cansancio, surgiera una risotada. Se agachó y acogió a su gatito de cinco meses, Moose, en su pecho.
—Hola, colega, ¿me has echado de menos?
—Lleva toda la mañana pegado a la puerta, maullando.
Le acarició bajo el mentón, que sabía que le encantaba, mientras Moose dejaba repetidos ronroneos sobre el logo de la empresa. Lo movió de ahí, recuperando el cansancio y el cabreo acumulados.
—Gracias por estar pendiente, hermanito.
—Solo tenía que estudiar, me ha hecho bastante compañía. —Reparó que sobre la mesa había esparcidos apuntes y un libro abierto por una página al azar.
—Pues claro, si es que acompaña un montón—arrulló con su voz al gato.
—¿Mal día?
—No me apetece hablar, Álex.
Su hermano lo entendió a la primera. Se levantó del sofá, donde llevaba un par de horas sentado, y le quitó a Moose de los brazos. El gato maulló, posiblemente como queja por haberse visto separado de su madre. Al fin y al cabo, Chiara lo había sacado de la calle hacía un par de meses, casi moribundo. Al principio iban a llevarlo a una protectora, ya que era demasiado pequeño y no se veían capaces de cuidarlo. Eso cambió en tres días de cuidados y muy pendientes del pequeño. Desde ese momento, Moose pasó a formar parte de aquella casa, compartida por las hermanos. Oficialmente, Chiara era su madre y Álex su tío. Así parecía haberlo entendido también el pequeño.
—Anda, date una ducha. Iré haciendo la cena mientras.
Las facciones de Álex eran casi idénticas a las suyas, siendo mellizos, pero con el paso de los años cada uno empezó a diferenciarse físicamente del otro. Además de la clara diferencia entre chico y chica, Chiara siempre pareció más joven que Álex. Sin embargo, cuando sonreían, no existía demasiada diferencia entre ambos.
Agradeció a su hermano esa cena y fue hacia su habitación para coger el pijama.
—Oye, te cojo un par de calcetines, ¿vale? —le gritó desde la puerta del diminuto pasillo que separaba las dos habitaciones y el baño que compartían.
—¿No tienes limpios? —le llegó la voz de su hermano desde la cocina.
—Evidentemente no.
—Qué cara tienes... Vale, pero que sea la última vez.
Sabía que no lo sería, porque no era la primera vez que le robaba unos calcetines—una sudadera o una camiseta— a su hermano, aunque le pidiera permiso. Con tanto turno rotativo, apenas le quedaba tiempo para ella, y ya no digamos encargarse de poner lavadoras. Era un desastre con las tareas en general. Álex era demasiado permisiva con ella como compañera de piso.
Al entrar en la habitación de su hermano, reparó en el libro que había sobre el escritorio. Atrapada en el tren. Le vino a la cabeza la chica pelirroja que siempre pedía libros. Entonces una tierna sonrisa se le dibujó en los labios. Aquella chica siempre la hacía sonreír y tenía que aguantar las ganas cuando la tenía delante, y esperar a que cerrara la puerta para hacerlo con libertad. Pelirroja, pelo corto sobre los hombros y enmarañado, zapatillas de cocodrilo... Pelirroja, pelo mojado y pegado a la frente, camiseta de Coca Cola... Pelirroja, pelo por los hombros y despeinado, pantalón de chándal descolorido por lejía.
Pelirroja, pelo revuelto, rímel corrido, camiseta XL de Fanta y ojeras marcadas. Ese había sido el combo de aquel día.
Por alguna extraña razón, aquella chica la hacía sonreír incluso estando en su propia casa, con solo recordarla.
Violeta—se recordó—, se llama Violeta.
Cómo iba a olvidarse de aquella chica tan peculiar.
ESTÁS LEYENDO
Until I see you again
FanfictionVioleta es una rata de biblioteca que derrocha su sueldo en comprar libros. Quizá, en parte, lo haga porque la repartidora que va con asiduidad a su casa le atrae un poco. Aunque ella no quiera admitirlo, claro. Por otro lado, Chiara tiene la cabeza...