Moose llevaba durmiendo con ella tres días seguidos. Los mismos que había pasado con un gripazo sin poder salir de la cama más que para ir al baño y darse una ducha rápida cuando le había bajado la fiebre. Su gato se enterraba bajo las mantas para acurrucarse en su estómago, la despertaba con ronroneos y le lamía la punta de la nariz, hasta que ella lo apartaba porque estaba a punto de estornudar. Álex le dejaba preparada la comida o la cena antes de irse al trabajo y no había pisado la biblioteca por estar pendiente de ella. Cuando Chiara tenía cuatro años tuvo una otitis que se complicó y la tuvo ingresada durante semanas. Se recuperó, claro, pero desde entonces si pillaba una gripe o algo de frío, lo pasaba realmente mal. Dolores de cabeza, fiebres bastante altas y, a veces, dolor en el oído que no se iba en horas a pesar de tratarlo.
Al cuarto día, estaba mejor, pero no recuperada del todo. Seguida de Moose, entró en el baño y se lavó la cara. Su hermano le había dejado una nota pegada a la puerta de su habitación con celo. Debía de haberse quedado sin post-its. Había ido a la farmacia y al Mercadona, lo que la dejaba sola en el piso. Bueno, acompañada de Moose que la perseguía emitiendo maullidos que parecían amonestarla por abandonar las sábanas.
—No seas pesado, enano—le dijo sentada frente a un bol de cereales con yogur.
Era casi la una del mediodía, pero estaba hambrienta. Odiaba estar enferma, porque dormía muchísimo y acababa por tener unas jaquecas insoportables.
Le dio un trozo de jamón a Moose para que la dejase comer sin interrupciones y se puso a leer las notificaciones acumuladas de su móvil, que había estado ignorando. Para no variar, Bea y Ruslana habían petado el grupo que tenían las tres como cada sábado de concierto. ¿Cuánto podían hablar dos personas para acumular casi dos mil mensajes? No pensaba leerlos. Al menos no en en ese momento.
Pensar en el concierto la hacía recordar lo nerviosa que estuvo al ver que Violeta Hódar estaba allí, sentada a apenas dos mesas del escenario. Por suerte supo controlar la ansiedad que estuvo a punto de echar a perder la estabilidad que había conseguido reunir antes de que el concierto diera inicio.
Las llaves de la puerta anunciaron la llegada de su hermano, cargado con bolsas del Mercadona. Moose se levantó de la baldosa donde se había tumbado, en busca de él. No había tocado el trozo de jamón que le había dado.
—¿Keeks, qué haces levantada? —le preguntó dejando las bolsas en el suelo y acercándose a ella.
—Estoy mucho mejor.
Álex le puso una mano en la frente y ella puso los ojos en blanco. Su hermano se pasaba a veces con el modo madre.
—Parece que la fiebre ha remitido, sí.
—Te lo he dicho.
—Espero que sea la última vez que sales al puto frío sin abrigarte.
—Joder, hermanito, que no eres mamá—se quejó sin contener una sonrisa.
—Ya. Hablando de mamá. —Álex se sacó el móvil del bolsillo del chaquetón que no se había quitado y lo dejó sobre la mesa—. Me ha llamado. Han comprado ya los vuelos. Viene con Josep y con los críos.
—¿En serio?
—Creía que te alegrarías más—se cruzó de brazos su hermano.
—Y me alegro. ¿No se ha notado en la voz? Tal vez siga pachucha y mi tono de voz no haya podido expresar mi contento.
—Será eso, sí. Voy a guardar la compra.
—Te ayudo—se ofreció.
—Si son cuatro cosas. Aprovecha que estás mejor y date una ducha.
—¿Huelo mal?
—No, pero ya no tienes fiebre y habrás sudado. Además, ¿cuánto hace que no te lavas el pelo?
Chiara se revolvió un poco las raíces, notando la maraña de enredos entre sus dedos. Le vino a la mente Violeta y su cabeza despeinada cada vez que le abría la puerta. Y también la diferencia entre la chica que estaba acostumbrada a ver en sus repartos y la que encontró la noche del sábado.
—Oye, ¿me estás escuchando? —Su hermano chasqueó los dedos a un palmo de su cara.
—Sí, sí... que me duche porque tengo el pelo hecho una mierda...
—En realidad he dicho algo más aparte del desastre de tu pelo.
—Vale, no te estaba escuchando. —Admitió.
—Eso pensaba.
—¡Has comprado croquetas! —exclamó al ver como su hermano las pasaba a un taper para guardarlas en el congelador.
—Estaban baratas.
—Pues eso voy a almorzar hoy.
—Si te acabas de comer un tazón de cereales, ¿cómo vas a tener hambre?
—Llevo tres días sin ni siquiera fuerzas para beber agua, imagina lo hambrienta que estoy, Álex. Déjalas en la nevera.
Fue lo último que le dijo antes de salir de la cocina para darse una ducha. Estaba tan distraída pensando en esas croquetas, que no se dio cuenta de que Moose le pisaba los talones. Era tan silencioso, a pesar de lo revoltoso que podía llegar a ser. Cuando fue a cerrar la puerta del baño, Moose intentó saltar para colarse al interior, con tan mala suerte que se golpeó el hocico con la madera.
—¡Mierda!
Moose tenía una herida de la que brotaba un poco de sangre pese a ser minúscula. O eso era lo que parecía a simple vista.
—¿Qué ha pasado? —Apareció su hermano corriendo.
—Se ha llevado un golpe cuando he ido a cerrar la puerta—Moose maullaba, quejándose.
—No parece grave.
En ese momento, Moose se revolvió en brazos de Chiara, ocasionando que lo soltara. Cayó de pie y vomitó.
—Joder, Moose...
—Vale, eso sí es preocupante. Lo llevo a la clínica. No me gusta nada el color de ese vómito.
Moose emitió un maullido que pareció expresar su desagrado por la papilla amarillenta que decoraba el suelo.
—Lo llevo yo. —Decidió Chiara con un suspiro.
—¿Segura? Aunque ya no tienes fiebre, pero la congestión...
—Me vendrá bien tomar el aire. Y está aquí a lado, hermanito—Le convenció.
Pero antes se daría la ducha más rápida de su vida.
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Until I see you again
FanfictionVioleta es una rata de biblioteca que derrocha su sueldo en comprar libros. Quizá, en parte, lo haga porque la repartidora que va con asiduidad a su casa le atrae un poco. Aunque ella no quiera admitirlo, claro. Por otro lado, Chiara tiene la cabeza...