Se sentó con las piernas encogidas en el diminuto escenario para hablar con su hermano, que le había mandado una foto con Moose dormitando en su regazo.
<<Está atontado, pero todo genial.>>
Le había jodido no poder ir ella misma a recoger a su gato después de operarlo, pero no hubiera llegado a la prueba de sonido ni tampoco al concierto. Y no pensaba dejarle en la clínica si Alex podía recogerlo por ella.
<<Gracias, hermanito, te debo una.>>
<<Anda, no me debes nada. ¡Mucha mierda en el concierto!>>
Chiara volvió a darle las gracias a su hermana pensando en si tocar unas cuantas covers contaba como un concierto.
Respiró más tranquila, mientras veía la foto que le había enviado. Moose parecía estar bien hecho un ovillo naranja sobre el fondo azulado de los vaqueros. Y Alex no iba a mentirle sobre la salud de un gato que era también suyo. Aquella bola de pelo había crecido mucho en pocos meses, pero seguía siendo el mismo enano dormilón y travieso que se había espabilado a los pocos días de estar en el piso de las hermanos.
—Chiara, ¿me ayudas a terminar de montar el equipo?
Se levantó, más animada, para ayudar a Bea con el cableado. El local donde tocaban estaba lleno desde hacía horas. Algunos—pocos, en realidad—estaban allí por el trío musical que formaban; otros debían de ser simples clientes que se había vistos atraídos por la música en directo. Y quizá había otro porcentaje, un 5% tal vez, que estaba de pasada y no era habitual en el local.
—¿Estás nerviosa?
—Siempre lo estoy—respondió a su amiga.
—Y también se te pasa el cague en cuanto acabamos la segunda canción. ¿Has ido ya al baño? —le susurró. Aunque no hiciera falta, ya que con el sonido del ambiente no se podía escuchar su conversación.
—No. Se me pasará rápido.
—Bea y yo no vamos a juzgarte por pegarte un par de pedos, tía—se unió Ruslana al escenario. Marta se echó a reír.
Chiara metió las manos en los bolsillos de su chaqueta, bufando.
—Manu me ha dicho que podemos empezar en media hora.
—Perfecto para que Bahia suelte los nervios. —Hizo comillas con sus dedos Bea, uniéndose a la broma.
—Ya vale—se quejó sin mucho entusiasmo.
—Te estás riendo, desgraciada—la abrazó Ruslana por los hombros.
Se fijó en la sombra de purpurina que se había colocado en los parpados. Bea siempre se encargaba del tema imagen del trío y hacia un tiempo que desistió de experimentar con Chiara. Desde que Ruslana se unió a esos experimentos, en realidad. La tecladista y percusionista llevaba también un maquillaje llamativo, del mismo color que el de su vestido: en tonalidades verdes que combinaba a la perfección sobre su piel. Chiara, que odiaba llamar la atención, iba sosa en comparación. Un poco de sombra oscura y la raya más definida que se había hecho nunca jamás en su vida.
—Porque es el único consuelo que encuentro.
—¡Venga, abrazo de grupo! —chilló atrayendo también a Bea.
—¡Kiki ya ha empezado a soltar los nervios! —exclamó esta al separarse tapándose la nariz.
—Mentira. Habrás sido tú y me echas las culpas a mí—la empujó riendo.
—O ha sido Ruslana. Que es medio ucraniana y seguro que se tira pedos silenciosos.
—Eso te gustaría a ti, darling—le dijo sacando el dedo de en medio antes de colgarse la guitarra.
Chiara hizo lo mismo con el bajo. Estaban a pocos minutos de comenzar otro sábado del mes una actuación de tantas en el Holmes. Un local donde cada noche de la semana había una temática distinta. Lunes de jazz; martes de copla; miércoles de trivial; jueves de monólogos; viernes de poesía; sábado de artista o grupo y los domingos eran una sorpresa. Claro que no siempre seguían un orden concreto, iba cambiando según la semana o el mes. Excepto los findes, que nunca variaba. Chiara solo iba dos sábados con sus amigas, por lo que desconocía si estaba tan lleno el resto de las noches. Aunque suponía que sí, porque desde que Manu, el dueño, había abierto hacía un año y medio no había prescindido de ellas. El planning siempre estaba colocado en un corcho junto a la puerta para que los clientes supieran cuál era el tema cada noche. Algo que sí estaba claro es que el Holmes tenía éxito si había conseguido mantenerse abierto.
Aquella noche, de hecho, no era diferente. Los focos todavía no iluminaban el modesto escenario en el que tocarían, por lo que podía ver la cantidad de gente que ya ocupaba las mesas y las esquinas de pie o apoyada en las paredes pintadas de un gris pizarra. A Chiara a veces le gustaba pensar que, en lugar de ser un local común y corriente, era una sala pequeña. Porque, en el fondo, la idea de que la gente pagara por ir a verlas a ellas le gustaba. Nunca había buscado ganarse la vida tocando el bajo, seguían siendo un hobby. A pesar, claro, de que sí le pagasen por tocar dos sábados al mes en el Holmes. Una miseria, pero le pagaban.
—Hay bastante gente—murmuró.
Más que ningún otro sábado.
—Insisto en que si tienes que salir a tomar el aire lo hagas—le aconsejó, ya sin rastro de sorna, Ruslana.
—Estoy bien, de verdad.
—Chiara...
—Además, quedan unos diez minutos para empezar.
—Tiempo de sobra. C'mon, don't be silly. Te vas a sentir mejor—volvió a insistirle, moviendo el cable del amplificador con el pie.
Finalmente, acabó por dejar el bajo y abandonó, momentáneamente, el escenario. Salió del aire cálido y cargado del interior, para recibir el frío y sanador del exterior. Se apoyó en la pared, alejada de un grupo junto a la puerta, para tomar largas bocanadas de aire. Ruslana tenía razón: le estaba siendo de ayuda. Aquella noche de diciembre, en comparación con las dos últimas semanas, era cálida. La luna llena coronaba el cielo nocturno, robándole toda el protagonismo al resto de elementos que la rodeaban.
Puso una alarma en su móvil, y se quedó allí, con la espalda sobre la lisa pared y la vista fija en el satélite.
10 minutos.
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Until I see you again
FanficVioleta es una rata de biblioteca que derrocha su sueldo en comprar libros. Quizá, en parte, lo haga porque la repartidora que va con asiduidad a su casa le atrae un poco. Aunque ella no quiera admitirlo, claro. Por otro lado, Chiara tiene la cabeza...